Ocho años atrás y tras una conferencia de prensa en el predio “Cidade do galo”, a las afueras de Belo Horizonte, entre unos tres o cuatro periodistas y de manera informal, se generó un off con Mariano Andújar y Agustín Orión en el cual se fueron revelando códigos internos dentro de quienes integraban ese grupo selecto de arqueros junto a Sergio Romero - el indiscutible titular de La Selección durante el Mundial Brasil 2014-.
En lo personal, para quien esto escribe, resultó una experiencia sumamente provechosa porque se generó un diálogo abierto en el cual, por ejemplo, ambos guardavallas se abrieron para contar cómo era el día a día junto a “Chiquito” y de qué manera se manejaba la convivencia en aras de producir un beneficio para el colectivo grupal.
“Desde que entramos en inferiores sabemos que para el arco hay lugar para uno solo. A un jugador de campo, en cambio, se lo puede trabajar con miras a que juegue en un puesto o en el otro, pero a un arquero, no. Y esa manera de entender la realidad es para siempre”, expresaron uno y otro en tono de sentencia.
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Y nos agregaron que “con Chiquito convivimos en la concentración y hasta nos inventamos un lenguaje de señas para marcarle desde el banco nuestra idea antes de una ejecución de pelota parada en un tiro libre o en un corner. En un segundo previo nos mira y le hacemos una seña que solamente él interpreta. Por eso, los arqueros somos así y los códigos entre nosotros son muy fuertes”.
Hoy, a pocas semanas del comienzo de Qatar 2022, cambiarán los protagonistas, pero cabe imaginar que esos vínculos de hermandad en modo logia no solo permanecerán sino que también serán entendibles para el resto del plantel y, desde ya, el cuerpo técnico en su conjunto.
Y aquí es donde vale interpretar que hay unanimidad de criterio con respecto a que Emiliano Martínez es el titular indiscutible, lo cual no genera discusión alguna. Sobre todo por las garantías que dio durante la pasada Copa América y en las instancias clave como frente a Colombia en la tanda de penales o ante Brasil en la consumación del Maracanazo.
Si bien, en la Premier League, sus performances en Aston Villa son provechosas y satisfactorias, lo cierto es que nunca han alcanzado un nivel de aprobación colectiva tan compacto como en el seleccionado nacional. Un caso similar al de Sergio Goycochea en Italia 1990, cuando dio las respuestas necesarias en los momentos decisivos y se terminó transformando en una figura tan icónica como legendaria.
Aquí es donde este escrito resalta un punto de inflexión porque el debate se abre alrededor de quien deberá ser el primer suplente de “Dibu”, en el caso de que este no pueda jugar por eventuales lesiones o sanciones disciplinarias producidas en el campo de juego. Y la discusión está abierta.
Hasta un semestre atrás, Franco Armani asomaba con naturalidad como el primer reemplazo de Martínez. Hoy en día, no es tan así y el presente del guardavalla de River Plate – único futbolista seleccionable que actualmente juega en la Argentina – anima a suponer que el grupo de analistas que componen el cuerpo técnico junto a Lionel Scaloni está evaluando esta situación día tras día. Está perfecto que así sea. Implica competencia interna sana dentro del plantel y un reaseguro de que el máximo grado de calidad será el índice determinante a la hora de tomar una decisión taxativa.
El ”Pulpo” fue protagonista de una acción clave, que con el correr del tiempo se resignificó. Durante la Copa América 2019, en Belo Horizonte, le atajó un penal al paraguayo Derlis González cuando el partido estaba empatado y un resultado desfavorable hubiese significado poco menos que una despedida anticipada en la fase de grupos. Y no solo fue tranquilizador para él sino también para sostener el proceso. Scaloni nunca lo olvidó.
Para los más cercanos al DT, Armani tomó consideración de intocable tras ese suceso. ¿Qué hubiese sucedido con ese flamante cuerpo técnico, tan puesto bajo la lupa cuando accedió a la conducción del seleccionado? El ambiente del fútbol suele prestarle atención a este tipo de cuestiones perfiladas en lo supersticioso y hasta, incluso, en modo esotérico.
Nadie podrá negarle condiciones futbolísticas de peso a un golero que llegó a principios de 2018 a la valla “millonaria” y que durante su vasta carrera participó en la obtención de 22 títulos, pero también se suma al presente una sucesión de acciones poco afortunadas a la hora de tomar decisiones fuera de los tres palos y específicamente cuando debe salir a cortar centros o evitar rebotes cuando lo sorprende un lanzamiento esquinado o un disparo frontal.
De ahí es que la evolución de Gerónimo Rulli va ganando posiciones en la consideración interna en el momento actual y se halla avalada por las respuestas futbolísticas que viene demostrando en el arco de Villarreal, tanto en la liga española como en la pasada Europe League – en la definición por penales ante Manchester United anotó un tanto y luego atajó el penal decisivo para que su equipo ganara el título -.
El oriundo de Estudiantes de La Plata lleva ya varias temporadas en el fútbol europeo y le agrega pasos por Real Sociedad como así también en Manchester City (2016/2017). A sus 30 años de edad, se halla en un punto de inflexión, por lo que el cuerpo técnico de La Selección lo tiene en una alta consideración dentro del esquema de tres arqueros del plantel junto a Martínez y a Armani.
Hoy en día se halla en una línea simétrica con el santafesino en cuanto a quién de los dos asoma como reemplazante natural de “Dibu”, cuando dos años atrás parecía que el platense estaba destinado a ocupar el tercero y último cupo seleccionable. Inclusive, si es que Scaloni llevaría a un cuarto arquero dentro de la lista definitiva de 26 futbolistas, la disputa interna entre Rulli y Armani será por quién ocuparía el segundo y el tercer lugar.
La competencia está abierta de manera sana, natural y comprensible, sin que ninguno cuente con privilegios al respecto.
La Selección fue, es y seguirá siendo de todos, tanto de quienes salgan al campo de juego como de quienes aguarden su lugar en el banco de suplentes.
La meritocracia en el sentido más genuino del término, en definitiva.