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El 24 de marzo fue cierto y sucedió aquí, aún con alarde, en el limbo del infierno

Parece mentira, pero es cierto: nos está sucediendo el año 2025 después del sufrido y sufriente Cristo. Qué desgracia: estamos en condiciones de afirmar que aquel 24 de marzo de 1976 nos parece mentira. Nos parece, pero fue tan real. Tanto horror resulta inverosímil. En el limbo del infierno.

22/03/2025 21:59

Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires

 

   Quedan todavía decenas de miles de muertos sin sepultura conocida y hay más de trescientos nietos que fueron robados, arrancados desde la placenta. Estos siguen con la identidad secuestrada. No saben ni cómo se llaman. Pero las abuelas que quedan, asomándose a los cien años de su edad, continúan con su luminosa tarea de parteras de la memoria. Ellas, sin violencia, continúan, siguen, prosiguen. Mucho más de medio mundo las admira y las venera mientras aquí hay infinidad de habitantes que se han sacado las caretas en cuanto al odio explícito.  

   Han transcurrido 46 años desde que la Argentina comenzó a escribir el capítulo más horroroso de su historia.  Ese capítulo ya ingresó en la historia universal del espanto. Frente a aquel apogeo de la asesinación debemos reconocer que nuestro país es, en el mundo, el que llevó más a fondo la necesidad de memoria, verdad y justicia. Y esto por lo que hicieron, a partir de 1983, los gobiernos de Raúl Alfonsín (pese a las la leyes de Obediencia debida y de Punto final) y de Néstor Kischner y Cristina Fernández.

   Al menos en el rotulado de aquellos años hemos evolucionado. Al principio al siniestro 24 de marzo se lo caratuló de “golpe militar”. Después se corrigió definiéndolo como “golpe cívico militar”. Pero esta generalización seguía licuando otras responsabilidades, gravísimas. Para definir mejor la tenebrosa realidad de aquel 24 de marzo hoy decimos: fue un golpe militar. Y cívico, y ruralista, y empresarial, y judicial, y eclesiástico. Ah, y mediático también. Porque el periodismo estelar, más allá de la real censura, participó con entusiasmo. El sumun de ese entusiasmo fue el eufórico anuncio de la (des)guerra de Malvinas.

   Vamos a recuperar algunos conceptos vertidos en columnas de otros años.  Ojo al piojo: no caigamos en la comodidad de creer que las culpas se fraccionan y disminuyen al haber tan diversos responsables. La culpa por la tortura y la asesinación y la negación de sepultura y el robo de criaturas es total y única, es intransferible para cada uno de todos los que directa o indirectamente participaron de aquel aquelarre de violaciones de vidas y de violaciones de muertes. Sí, un infierno en el limbo fue aquello, y avalado por la indiferencia activa.

    La palabra “memoria” tiene muy mala prensa, sobre todo últimamente, pero la convocamos con convicción. En este río revuelto se quiere hacer creer que “memoria” es sinónimo de venganza, de retroceso. Salgamos al cruce: la memoria no es retroceso, todo lo contrario, es semilla. Y semilla es sinónimo de futuro.

   Revisemo/nos: aquel 24 de marzo no sucedió de la noche a la mañana. No fue casualidad. Ya los años del general Onganía contituyeron un precalentamiento feroz. Después, en la década del ’70 asomó la Triple A, y con ella afloró plenamente la metodología de los siguientes criminales años.

    Vamos a reiterarlo: aquel Golpe contó con el apoyo explícito de una considerable parte de la sociedad y a esto se sumó la indiferencia activa de tantos y tantas. A todo esto: ¿Y qué pasó con el periodismo estelar? Osciló entre la obsecuencia pusilánime y la vista gorda. Vayamos sumando, considerando: aquí se violaron, por miles, las vidas, y se violaron, por miles, las muertes. Y además, como propina, se afanaron criaturas. Mientras la condición humana era desnucada, el país era entregado con un plan pensado por un civil alevoso, Martínez de Hoz, pedazo de hijo de esa Sociedad Rural que en años muy cercanos aún hoy insistía en creerse dueño de la patria, y de la escarapela

   En este 2025, con vehemencia inusitada, sigue imperando la moda del negacionismo, y la distracción por la cifra de si fueron o no 30 mil los desaparecidos. Muchos hoy hacen trampa enarbolando el argumento de la “reconciliación”, y la tramposa teoría de los dos demonios. Se trata de una coartada para conseguir el borrón y cuenta nueva que garantiza la impunidad.

    Pregunta: ¿puede haber reconciliación con quienes siguen haciéndose gárgaras con aquella desnucación de la condición humana? Botón de muestra: en su declaración del 2010, en el juicio oral por la ESMA, el tristemente famoso Tigre Acosta sintetizó el pensamiento de tantos y tantas: “El gran problema fue haber dejado gente viva”.

    Ante esto, hacer memoria no es necesario, hoy es urgente y es imprescindible. Sólo con la luz de la memoria se podrá semillar un futuro diferente. Es una triste picardía atribuir a la memoria la culpa de la grieta. Quienes más contribuyen a la grieta son los que la critican disfrazándose de “republicanos”.

    Vamos para cuatro décadas de sucesiva democracia. Pregunta urgente: ¿Está consolidada? No nos engañemos, a la democracia la tenemos que hacer cada día con su noche. Se la culpa de nuestras corrupciones; pero la democracia no es ni perversa ni virtuosa. Es como somos: el exacto espejo que nos reproduce. A la vista está: cunde el racismo, la xenofobia, la admiración por el método bolsonaro. Fijémonos lo que viene pasando en Brasil, en Bolivia. Los tipos amigos del gatillo fácil y de la picana y de la pena de muerte están en carrera. Eufóricos. ¿Qué esperamos para despabilarnos? ¿Qué? La democracia y la política serán mejores cuando nuestra sociedad deje de convertir a la paranoia en ideología.

   La democracia, aparte de cumplir años, crecerá; si es que la sembramos. Y para sembrarla hay que estar bien despiertos, porque al fin de cuentas la democracia es un prodigioso insomnio.

    Sigamos. Afrontemos preguntas incómodas: si hubiese persistido el orden asesinador de aquel 24 de marzo del 76, ¿qué seríamos como sociedad?, ¿Estaríamos de pie? ¿estaríamos en cuatro patas? ¿estaríamos?

   Sin la porfiadez de las prodigiosas Madres Abuelas –parteras de la memoria– esta olvidadiza patria idolatrada sería un definitivo agujero con forma de mapa. Y los puntos cardinales no serían cuatro ni tres ni dos ni uno; ni nada.

   No nos distraigamos: no miremos la punta del dedo, mejor miremos lo que el dedo señala. Sin democracia, de tanto tocar y tocar y tocar fondo, hubiéramos desfondado el abismo.

   Que el optimismo de la memoria alumbre el futuro de nuestros hijos, y de los hijos de nuestros hijos. Y así sucesivamente. No dejemos que el Fondo Monetario nos desanime el ánimo. Para afrontar a los buitres usureros de afuera tenemos que desactivar a los obscenos buitres de adentro. Que siguen vivitos y coleando, y piqueteando, disfrazados de gauchos y matoneando con sus insolidarios y fanfarrones tractores de guerra.

    Posdata

    Así es: salgamos a la calle sin caer en la trampa de la provocación. Recordemos –no dejemos de recordar– que el 24 de marzo de1976 sucedió aquí, en esta patria idolatrada e injuriada. Desde el amor a la democracia, hagamos la memoria que nos enseñan las madres abuelas La memoria, la forma más ardua de la esperanza.

 

zbraceli@gmail.com   ===   www.rodolfobraceli.com.ar

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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