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El vino, única patria para todos los mástiles. Para todos.

Estamos de vendimia en el oeste del paraíso. El paraíso, hay que aclararlo, está aquí, en la mismísima tierra. Un sitio orgullosamente amado donde la rueda de la Vida insiste en girar: esto pese a los hacedores de genocidios preventivos, esto pese a los indiferentes al hambre, al analfabetismo y a la analfabetización.

22/02/2025 23:44
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Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires

Esto pese también a los fabricantes de misiles que hay que usar pronto, sí o sí, porque, según dice el español Manuel Vicent, “son como el yogour, tienen fecha de vencimiento”.  A propósito de fecha de vencimiento: esto pese al escándalo argentino y mundial por la cripto estafa.

    Pero cuidado, no permitamos que los misiles y esas mierdas sofisticadas nos maldigan esta celebración. Beber o no beber vino: ésa es nuestra cuestión. Beber y comer los panes de cada día y de cada noche. Hamlet hubiese planteado la disyuntiva así, su calavera habría sido un rostro con semblante diciendo ¡salud!

   De fiesta estamos porque de fiesta somos. El vino es con nosotros porque se reunieron tierra y agua y sol y paciencia. Que no se nos olvide: el vino es con nosotros por obra, sudor y gracia de los nobles desconocidos de siempre. He aquí a lo hacedores de milagro que nunca pasa por milagro. De un milagro conseguido a pulso No nos cae del cielo; brota el milagro de las entrañas de esta ardua tierra que no cesa de parirnos. Brota del sudor genuino de los obreros del surco.

     Tiene devotos y detractores el luminoso oscuro vino. Prestemos atención: los abstemios suelen ser adictos a gaseosas traficadas con la impostación de aguas degeneradas. ¿Vamos a defender la existencia del vino? No hace falta defenderlo, se defiende solo. Es por algo que los obispos se mueren cada muerte de obispo: y no tenemos noticia de obispos abstemios.

   Consideremos el siguiente detalle: ¿qué edad tiene el vino? Tiene la misma edad que  los seres humanos. Así fue la cosa en el mismo origen del origen: 1. En el principio creó el Supremo los cielos y la tierra. 2. Y entonces dijo sea el Sol para que sea la luz; y fue. 3. Y vio el Supremo que la luz se embadurnaba con tinieblas y, sin más, llamó día a la luz y noche a las tinieblas. 4. Y llamó a lo seco Tierra y a las aguas Mar. 5. Después el Supremo dijo: “Produzca la tierra, abierta como dos piernas hembras y surcada por el agua, racimos cargados de presentimientos”. (Ya estábamos de vendimia, como nosotros ahora).

   Pregunta: ¿Por qué el Supremo mandó que la tierra se abriera de piernas para ser penetrada por la sed del agua impeetuosa? ¿No está en esto, acaso, el vaticinio del nacimiento de algo que por los siglos se llamaría vino? 

    Sigamos memoriando, avancemos. Hay noticia bíblica de que Adán, el primer hombre con DNI, vivió 930 años. Después lo descendieron Set, Enós, Cainán, Mahalaleel, Jared, Enoc (este murió jovencito, a los 365 años), Matusalén, Lamec y Noé. Que conste: desde Adán, pasando por Matusalén, hasta Noé, ninguno de los nombrados fue abstemio. Ninguno adhirió a la cacacola, ni a brebaje semejante.

   Ya que estamos detengámonos en el Colón bíblico, y más atrás en el marinero Noé. Sabido es que Noé, nieto de Matusalén, cuando tenía 500 años de edad engrendró a Sem, a Cam y Jafet (qué lo parió). Aquí fue cuando el Supremo miró para abajo y advirtió en el mundo una corrupción de aquellas. Y díjole a Noé: “He decidido el fin de todo ser porque la tierra está llena de frivolidad y mafiosos y asesinos preventivos, llena de neoliberalismo. Os arrasaré con todas las aguas. El mundo es inmundo, un puro cambalache. Lo inmundo será lavado de una vez. Hazte pronto, Noé, un Arca de madera con brea.” Y, sin más, desató el diluvio.

     Antes le recomendó: “Entrarás en el Arca con tu familia. Y de todo lo que respira llevarás dos de cada especie (macho y hembra serán)”. Pero ojo: Noé, precavido,  además subió al Arca varios barrilitos de vino oscuro. (¡Grande Noé!) Para tener en cuenta: los días de Noé sumaron 950 años y murió diciendo “¡Joder, cómo se pasa de rápido la vida!” Manso murió, al compás de un hondo vaso de vino.

   Y después ¿qué sucedió? Descuidaron el riego, las viñas se marchitaron, a los muchachos hijos de Noé, se les dio por la cacacola. Qué tarambanas, los güevones no advirtieron que la globalización es un flor de diluvio que prescinde del agua.

    La de la humanidad y la del vino son historias paralelas. El vino fue una condición del sol para alumbrarnos cada día. Está en la Biblia, y en el segundo viaje de Colón; mucho antes los vikingos lo veneraban. Por una terrible distracción el vino faltó en el equipaje de Napoleón, cuando Waterloo. (Así le fue al petiso).

   En una charla, en el año 1977 Borges me confesó: “Entre mis imperfecciones, aparte de mi reconocida cobardía, está la de no saber beber vino. Espero que aquellos que me juzguen por tamaña ignorancia, sean indulgentes: sirva de atenuante mi fervor por las uvas”.

    Woody Allen descubrió el vino más vale tarde que nunca. “Hay razones por las que ya no soy un infeliz. Aprendí que es una suerte que el hombre no sea inmortal, porque… ¡lo que sería la cuenta de teléfono! La otra razón es que, aunque tarde,  aprendí a beber vino. Por ignorarlo me pasé 40 años intoxicado de pensamientos, siendo un infeliz que le entregaba sus dineros y su felicidad a mis psiquiatras”.

    Así fue la cosa: Nacieron imperios y desaparecieron. Pero el vino permanece. Hubo abstemios desgraciadamente famosos: Hitler, Stalin, Mussolini, el hijo de Bush en sus años de guerras preventivas. Nadie podría concretar el Mal absoluto si cada noche redime su organismo y las úlceras de su alma enviándose un buen vinacho al corazón. El vino desanuda odios, armoniza a las gentes, transforma en sinfonía las diferencias naturales. Quien bebe vino permite que su cuerpo deje de ser una cárcel de sí mismo, y se convierte en campana.   

   Vino y vida nacen con la misma sílaba. No es casualidad; es prodigiosa causalidad.

Descorchemos de una vez la callada botella. Y brindemos porque estamos vivos y por la honda noche de hoy que está preñada del día de mañana.

   Y no seamos desagradecidos: que el primer brindis sea por los desconocidos de siempre, por los que con la paciencia del sudor hicieron y nos hacen este vino que nos trae consuelo o nos trae alegría. De vino somos. ¡Salud!

Posdata, entre brindi  y brindi

    No se nos olvide que el vino es una patria sin puertas con las puertas abiertas; con la intemperie entera por techo.

   Una patria para los que tienen las manos limpias porque no se lavan las manos.

   El vino es la patria de los que no besan de la boca para afuera, de los que se arrojan de cabeza en cada beso.

    El vino es la más intensa casa, la que cobija el entusiasmo de la cebolla, la emoción de la albahaca, la ternura del orégano, la sinceridad del ajo.

   El vino, más luminoso cuanto más oscuro, como lo hondísima mujer.

   El vino, el abecedario de todas las letras habidas y por haber.

   En tiempos de confundidos y de distraídos tengamos muy presente que el entrañable vino es la única patria que tiene mástiles para todas las banderas. Para todas.

 

 *  zbraceligmail.com       /////      www.rodolfobraceli.com.ar     

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

 

 

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