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La clave del éxito pasa por la inteligencia

De Carlos Bianchi se decía que tenía “el celular de Dios”, por la cantidad de éxitos que cosechó como director técnico de Vélez Sársfield y Boca Juniors entre 1993 y 2004, pero cuando cada vez que le consultaron acerca de los secretos de sus triunfos, la respuesta fue ligada a los jugadores que tuvo y su necesidad de que fueran inteligentes, como característica principal.

01/03/2025 23:54

Por Sergio Levinsky, desde Madrid

 

En estos días, el fútbol argentino asistió a dos ejemplos opuestos acerca de este tema: el notable triunfo de Racing Club ante el Botafogo, para llevarse la Recopa sudamericana con un rotundo 4-0 en el total de la serie de los dos partidos, el de Avellaneda primero y el de Río de Janeiro después, y la inesperada derrota de Boca Juniors en una Bombonera repleta, y por penales, ante Alianza Lima de Perú, que no le permitió siquiera avanzar a la ronda siguiente de la fase Pre-Libertadores, en la mayor derrota de su historia en competencias continentales.

Si comparáramos los dos planteles, acaso Boca tenga uno superior a Racing, si se enfocara en los valores de mercado y en la inversión que viene haciendo el club xeneize en jugadores en los últimos años debido a su buena situación financiera. El gasto de Boca en el último mercado de pases supera por mucho al de Racing: sólo Alan Velasco, que provino de la Major League Soccer (MLS) estadounidense, costó diez millones de dólares, una cifra imposible de abordar por otro club argentino que no sea River Plate.

A Velasco se le sumaron una de las estrellas actuales del fútbol chileno, Carlos Palacios, el vasco Ander Herrera, veterano volante que pasó por el Zaragoza, el Athletic de Bilbao, el Paris Saint Germain y el Manchester United, además de la selección española, el volante chileno Williams Alarcón, figura en la muy buena campaña de Huracán en la temporada pasada, el polifuncional Rodrigo Battaglia, de larga trayectoria en Europa y Brasil, el defensor Ayrton Costa, proveniente del fútbol belga, y el veterano arquero Agustín Marchesín, proveniente del Greemio de Porto Alegre, que varias veces estuvo cerca de jugar mundiales y Copas América con la selección argentina.

La ilusión de los hinchas, ante tanto movimiento y refuerzo de un plantel que ya había recibido otra andanada de jugadores en el mercado anterior, fue mucha y con razón, pero en la parafernalia de lo que Boca vende -el periodista Héctor Ricardo García, ideador de medios que tuvieron gran importancia en el país, sostenía que nada vendía más en la Argentina que un título que tuviera las palabras “Boca” y “campeón”- hubo varios olvidos: uno de ellos, es que un equipo necesita tiempo para armarse, y al tener que comenzar la temporada muy temprano por no haberse clasificado directo a la fase de grupos de la Copa Libertadores, llegó a disputar su acceso sin amalgamar el sistema colectivo y sin que su cuestionado entrenador, Fernando Gago, tuviera claro quiénes son los titulares.

 

 

Otro de los olvidos es que el valor de mercado no siempre está relacionado con el rendimiento de los jugadores en el campo porque hay una adaptación, existe el miedo al fracaso (y no es algo negativo sino natural en el ser humano, y por lo tanto, tratable) y luego, encajar en un sistema táctico.

Y finalmente, si esos jugadores son los adecuados para un club que suele tener equipos con determinadas características tradicionales, o si sus puestos en el campo son los que, efectivamente, el club necesita, o si no termina contratando a otros más para el mismo lugar y en otras posiciones tiene escasez. Todo ese trabajo de pensar el armado de un plantel depende de la dirigencia y el cuerpo técnico, y en Boca no parece que la elección haya sido acertada, además de haberse desprendido de varios jugadores formados en el club y que conocen bien sus características, como Medina, “Equi” y “Pol” Fernández, Valentini o los jóvenes delanteros Luca Langoni y Morales.

Tras no responder en los primeros partidos del torneo local, Boca se jugaba buena parte de 2025, al tener como objetivo un título internacional (“La Copa Libertadores es mi obsesión”, canta cada año su hinchada), el pase a la fase siguiente ante un Alianza Lima bien reforzado, aunque con muchos veteranos (Zambrano, Trauco, Paolo Guerrero, Barcos) y con un entrenador pícaro como el argentino Néstor Gorosito, buen conocedor de cada detalle.

La derrota por 1-0 en el partido de ida en Perú dejó malas sensaciones, pero también la ilusión de que todo se revertiría en la Bombonera, algo que pareció claro cuando a los cinco minutos, Boca ya ganaba con un gol en contra e igualaba la serie, por lo que le quedaban ochenta y cinco minutos para darle la vuelta. Y allí llegó el punto clave de la falta de inteligencia: los peruanos empataron en una de las pocas llegadas, a través del juego aéreo y al equipo argentino le costó varios minutos volverse a concentrar para marcar el 2-1. Y cuando por fin lo consiguió y estaba para el tercero, desde el banco de los visitantes `pararon las acciones con una trifulca inflada más para enfriar la situación que para pelearse, y los jugadores locales cayeron en la trampa y al regresar el juego, ya todo era confusión.

 

 

Los penales posteriores dejaron entrever un nuevo esperpento: un arquero de la experiencia de Marchesín levantando los dos brazos para que lo cambiaran por el suplente Brey, de buena performance anterior en los doce pasos, sin que hubiera ya tiempo para materializarlo (Marchesín optó por el recurso de tirarse al suelo para interrumpir el juego) y ante la evidente sorpresa del cuerpo técnico, que tampoco pareció tener autoridad para decidir los pateadores y sorprendió que alguien nuevo como Velasco fuera al último y decisivo, que terminó fallando, con Gago mirando siempre para abajo, sentado en su banco con una postura nerviosa, casi resignada, y para decir, una vez eliminado, que en el fútbol “son más veces las que se pierde que las que se gana”, un discurso que no parece corresponder a la historia del club que representa.

Apenas dos días más tarde, Racing volvió a festejar un título continental, la Recopa, ante un Botafogo bastante disminuido respecto del que hace tres meses obtuviera la Copa Libertadores y el muy difícil Brasileirao al mismo tiempo, ante la falta del argentino Thiago Almada y del delantero Luiz Henrique, ahora en el fútbol europeo, y hasta la de su exitoso entrenador Artur Jorge, ahora en Arabia Saudita, aunque el club de Avellaneda no tiene culpa de lo que le sucede a su rival.

De hecho, en tiempos en los que los clubes brasileños vencieron abrumadoramente en la Copa Libertadores desde 2019, Racing consiguió, en un año, vencer a Bragantino, Atlético Paranaense, Corinthians, Cruzeiro (al que venció en la final de la Copa Sudamericana en noviembre) y ahora, al Botafogo.

Racing no tiene un plantel tan grande como Boca, y por supuesto, mucho menos ruido mediático, y hasta cambió su dirigencia porque el presidente Víctor Blanco perdió las últimas elecciones con su agrupación y fue reemplazado por el exfutbolista Diego Milito, pero el manejo del fútbol viene siendo inteligente, y en la última década, “La Academia” fue recuperando terreno luego de muchos años en el ostracismo.

Una gran medida fue contratar como director técnico a Gustavo Costas, quien no trabajaba en el país por una de esas cuestiones inentendibles que suena más a no formar parte de un núcleo cerrado y con códigos ligados a un ecosistema por el que pareciera que siempre son los mismos los que se sientan en los bancos y que cambian de colores las veces que sean necesarias con el beneplácito de la AFA y los medios.

Costas es hincha de Racing. Fue la mascota del “Equipo de José”, primer campeón mundial argentino en 1967, fue campeón de la Supercopa como jugador en 1988, y en este tiempo ya ganó la Copa Sudamericana y ahora la Recopa y pasa a ser, también, candidato a vencer en la Copa Libertadores 2025 en base a conocer la idiosincrasia del club y a haber traído, sin gastar fortunas, a jugadores pensantes, dotados técnicamente, y que saben leer los partidos, como los delanteros Maximiliano Salas, y especialmente, Adrián “Maravilla” Martínez, quien tiene como una de sus principales características -además de ser un notable goleador- la de no caer casi nunca en el fuera de juego.

 

 

Racing tiene una defensa joven, acaso le faltarían un par de refuerzos allí, y perdió a sus tres colombianos, Johan Carbonero, Roger Martínez, y en especial a Juanfer Quintero, pero pudo recuperar a tres exjugadores que conocen bien el club y que ya vistieron su camiseta, como Bruno Zuculini, Matías Zaracho y Luciano Vietto.

Si Racing tiene una virtud es que sabe leer los partidos, ataca mucho y bien, es ordenado, y aprovecha las situaciones y los momentos. La inteligencia de sus jugadores y de su entrenador le viene ayudando para conseguir sus logros. Y sus éxitos van conformando una mentalidad ganadora que termina afectando positivamente, desde lo psicológico, a sus componentes.

Bianchi tenía razón, y esta semana, Boca y Racing fueron la cara opuesta del fútbol. Y en mucho tuvo que ver la inteligencia.

 

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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