Por Sergio Levinsky, desde Madrid
El reparto de puntos les vino bien a los dos, porque al Real Madrid, con muchas bajas del medio para atrás por distintas lesiones, le permitirá mantener la punta de la tabla de la liga española pase lo que pase en Sevilla entre los locales y el Barcelona, a cinco puntos de distancia -que podrían llegar a ser dos- y al Atlético, seguir en carrera a un solo punto, cuando quedan quince fechas por jugarse y ya visitó a los dos rivales en la carrera por el título.
Las polémicas arbitrales alrededor del Real Madrid están a la orden del día, especialmente tras haber perdido, de manera inesperada, en su anterior visita al Espanyol, uno de los colistas, en un partido en el que el equipo -siempre diezmado por las ausencias- no rindió pero que después siguió discutiendo un extraño gol anulado a Vinicius Junior y que no haya sido expulsado el defensor rival Carlos Romero por un durísimo golpe a Kylian Mbappe. Para colmo, el jugador local siguió en la cancha y acabó siendo el autor del gol con el que se definió todo.
Claro que, con estos fallos, el Real Madrid no perdió tiempo y durante toda la semana machacó contra la dirigencia de los árbitros, con la que tiene un particular encono, al igual que con el titular de la Liga de Futbol profesional, Javier Tebas, enemigo declarado de Florentino Pérez, el muy poderoso presidente de los blancos. Para el Atlético, esto no fue otra cosa que victimizarse para condicionar al juez del derbi.
Hace tiempo ya que Pérez viene quejándose de los arbitrajes en la liga, acaso desde los tiempos del portugués José Mourinho como entrenador, en la década pasada, cuando el Real Madrid se fue convirtiendo en el malo y quejoso de la película, exagerando el papel de víctima cuando el Barcelona de Josep Guardiola, Lionel Messi, Xavi Hernández y Andrés Iniesta lo ganaba todo y generaba la simpatía mundial por su juego.
Fue aquel tiempo en el que el director de uno de los diarios deportivos más leídos de Madrid escribió en su columna previa a uno de los Clásicos que a Messi había que pararlo ese día “por lo civil o por lo criminal”, aunque Pérez, el presidente del Real Madrid, no manifestó su queja por aquella frase.
Sin embargo, el dirigente fue encontrando la fórmula para presionar todo lo posible al arbitraje español, sirviéndose de un hecho que lo ayudó demasiado: el caso Negreira, por el que se supo que un exárbitro, José María Enriquez Negreira, vicepresidente del Comité Arbitral, había facturado, al igual que su hijo, al Barcelona durante el mandado de los últimos cuatro presidentes del club y dejó de hacerlo cuando cesó en el cargo arbitral.
El tema fue a la Justicia como un gran escándalo, en el que el Barcelona se defendió diciendo que para no ser sorprendido por los favores arbitrales al Real Madrid, algo de lo que muchos clubes se quejaron por muchísimos años (los hinchas de los clubes rivales suelen cantar “así, así, así gana el Madrid”, con sorna, cuando le cobran un penal dudoso o no levantan la bandera en un offside claro), contrató a un exárbitro influyente para que informara los movimientos del Comité para las designaciones de los jueces en los partidos o para que no se favoreciera a los blancos.
Por el contrario, el Real Madrid., que se apersonó en la causa -generando una gran distancia con los azulgranas-, manifestó sentirse perjudicado por esta acción y desde entonces apretó el acelerador contra el sistema arbitral español y antes de cada partido, el canal de cable Real Madrid TV suele sacar durísimos informes acerca de los jueces que dirigirán al equipo en el próximo partido.
Pero tras la derrota inesperada ante el Espanyol, que acercó a la lucha por el título al Atlético Madrid, que de cuatro puntos de distancia quedó a uno, y al Barcelona, que de siete puntos abajo pasó a cuatro y ante el Sevilla podrían ser dos, ya el Real Madrid sacó una explosiva carta contra los árbitros exigiendo un cambio de sistema y sospechando profundamente de su accionar, aunque sin la firma de su presidente y apenas refiriéndose al Barcelona, al fin y al cabo, su socio en un proyecto que por ahora no tiene realización, de una Superliga europea por fuera de la UEFA, la entidad oficial..
Esta carta recibió una dura réplica en una reunión en la que participaron todos los clubes y el presidente de la Liga, menos el Real Madrid y desde entonces, sólo quedó la expectativa por saber qué ocurriría en un derbi contra el Atlético en el que había mucho en juego.
Y en un partido más que discreto, en el que los del “Cholo” Diego Simeone no aprovecharon la circunstancia de la debilidad defensiva blanca, sin Militao, ni David Alaba, ni Rüdiger ni Dani Carvajal por lesión, teniendo que improvisar con Tchouameni y con el joven Raúl Asencio como centrales, llegó el minuto 34 del primer tiempo y en una jugada que no llevó demasiado peligro para los visitantes, se vio que el lateral Samu Lino caía al suelo en el área del Real Madrid. El árbitro Soto Grado fue llamado por el VAR, fue a consultar con la tecnología en el medio de una estruendosa silbatina de los que ya creen que hay una campaña para perjudicarlos, y el juez comprobó que, efectivamente, Tchouameni dejó la pierna estirada más de lo aconsejable y pisó, aunque sin querer -seguramente- a Samu Lino.
Penal, en medio de las quejas y el griterío de gran parte del Santiago Bernabeu “Corrupción/en la Federación”, y gol de Julián Álvarez, con una ejecución fría y precisa, como suele ser su característica.
Pero el Atlético no jugó un gran partido, justo cuando se prestaba para lucirse. Mantuvo el típico orden “choliano”, pero ni Álvarez, ni Giuliano, el hijo del director técnico que venía en ascenso, ni Samu jugaron un buen partido. Apenas correcto, sin mucha ambición, sin llegadas, aunque un Real Madrid con más voluntad de acercarse al arco rival, pero bastante más errático que de costumbre.
Parecía que los blancos lo podrían dar vuelta cuando a los 4 minutos del segundo tiempo, y con un remate defectuoso, Mbappé estableció el empate, pero no pasó de eso. Cada uno se llevó un punto, a la espera de lo que haga el Barcelona en una liga para tres, aunque más que los puntos, se hablará de si fue o no fue penal el de Tchouameni y qué les pasa a los árbitros con el Real Madrid, hasta que se acerque el martes y el partido de ida de dieciseisavos de final de la Champions League ante el Manchester City tape un poco la cotidianeidad de la liga y sus polémicas.
El fútbol español sigue en estado deliberativo, con un ojo en el césped y otro en las oficinas y los tribunales, que por estas horas siguen siendo testigos del entramado machista y con tintes mafiosos en el caso del beso del ex presidente de la Federación, Luis Rubiales, a la campeona del mundo Jenni Hermoso en el podio tras la final del Mundial de Australia 2023, y de la extraña decisión por la que Rafael Louzán, el nuevo mandatario, puede seguir siéndolo pese a haber estado involucrado en un caso de corrupción ligado al fútbol como titular de la Federación Gallega.
Mientras todo esto ocurre, España se encamina a ser uno de los países sede del Mundial 2030, junto con Portugal y Marruecos (y en el que Argentina, Uruguay y Paraguay albergarán un partido cada una).
Pero el tema de los arbitrajes no terminó. Lejos está de que ocurra. Quedará agazapado hasta que pase el Manchester City. Luego, regresará el estado deliberativo porque como se dice por aquí, “Spain is different”.
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