Por Roberto Follari, Especial para Jornada
Tanto, que a menudo “les enseñan” a los hombres de la política lo que tienen que hacer: Pichetto, con una paciencia que no le solemos advertir, soportaba así cómo Rossi quería obligarlo a decir que era mejor unirse a Milei que ir cada sector por separado. Cierto que Milei es otra cosa que Pichetto (ni qué decir la distancia con muchos en la UCR), pero a la tv poco le importa: insisten en aquello de “vas a decir lo que quiero que digas”, que tan bien expuso Capusotto en un sketch extraordinario.
En ese mar de enconos, la oposición nacional se alegró con la salida de cuatro senadores nacionales del bloque del Frente de Todos. Este no perdió la mayoría propia, pero quedó en el borde. A los cuatro se les sumó, nada menos que la esposa de Schiaretti (viejo aliado de Macri). Claro que no los une nada entre sí: Snopek se declaró contra Alberto -para alegría de algunos en la interna-, pero Catalfamo cargó contra Cristina, con lo cual quedó claro que no son un grupo con más identidad que la de salirse del FdT, pero además -eso dijeron- no querer formar parte de la oposición.
De inmediato surgió la idea de que hubiera parecida sangría en Diputados. Ocurrió exactamente lo contrario: el oficialismo consiguió por fin quorum -con apoyo de bloques de la izquierda, socialistas y provinciales- para reunir la Cámara, y así imponer la moratoria para decenas de miles de jubilados que la estaban esperando. Un triunfo de importancia que cortó la falta de actividad de la Cámara -excepto por el juicio político a la Corte-, y que concretó un importante anhelo del peronismo. El cual no se sabe si ha aprendido lo evidente: cuando su política es no sectarizarse sino lanzar una propuesta con valor universalista, puede abrirse a alianzas con terceros que le den el número necesario. Claro que a la vez necesita seguir el adagio -poco aplicado en los últimos años- del “todos unidos triunfaremos”.
Al día siguiente el presidente habló de modo pausado en su informe anual ante el Congreso, incluyendo la novedad de personas invitadas como ejemplo de recepción de políticas públicas: uno de los pocos hallazgos del presente gobierno en su comunicación. Señaló logros importantes (tres años seguidos de crecimiento, 90.000 viviendas entregadas con unas 60.000 más a entregar en su período), no dio cuenta lo suficiente del por qué de la inflación, en gran medida surgida del gasto estatal para cubrir a más de 200.000 empresas con medio sueldo de sus empleados durante la pandemia. Al final criticó ácidamente a la Corte (con Rosatti y Rosenkrantz allí presentes), la del 2 x 1 a los genocidas, la de los que quisieron entrar por decreto, la que tomó (y paralizó) el Consejo de la Magistratura, la que sostiene al “interino” Casal desde hace años, la que no sancionó a un fiscal procesado como Stornelli, la que favorece a la CABA contra todo federalismo. La oposición enfureció: Lousteau se levantó y se fue, Iglesias -fiel a su estilo- insultaba al presidente a viva voz (éste le respondió que tal cosa “lo honraba”), todos los diputados/as de JxC gritaban y abucheaban. Dijeron a gritos que el presidente había faltado a la verdad, con un claro sentimiento de rechazo y pérdida de las formas legislativas.
Por la tarde, un oportuno y sorpresivo apagón les devolvió el ánimo: la sociedad, en buena parte del territorio nacional, se quedaba sin electricidad, por períodos que fueron -mayoritariamente- de dos a cuatro horas de duración. Se descubrió que un incendio bajo el cableado fue la base de lo sucedido: ello abona una importante probabilidad de que haya sido un boicot intencional. Desde la tv mayoritaria volvió la sonrisa. Alguno les recordó -pero ellos supieron ocultarlo- que en 2019, con Macri presidente, un apagón mayor en alcance y duración ocurrió en el país entero, y llegó también a Uruguay y Paraguay, durante 13 horas. Muchos fingieron haber perdido esa memoria, y el corte actual resultó un punto en contra para el gobierno nacional.
La completó un confuso episodio donde supuestos maffiosos en Rosario, balearon un negocio del suegro de Messi. No cuesta recordar que la derecha ideológica jugaba a que se perdiera el Mundial, para evitar una alegría popular con el actual gobierno. Ahora, sin embargo, se hicieron súbitos admiradores de un Messi que -según ellos- sería atacado desde el gobierno “porque se sacó una foto con Macri”. Macri es funcionario de la FIFA, y la foto -por sí misma- poco significa en lo político. Pero además es ridículo suponer que el gobierno va a crear atentados, cuando es gobierno y con ellos se perjudica. De modo que el incidente parece una patraña para llamar la atención. Y se logró: salió en la prensa de todo el mundo, y hubo que tomar medidas sobre los narcos en Rosario. Lo cual, por cierto, era necesario. Torpe la declaración de Aníbal Fdez. sobre que “ellos han ganado”, y también torpe el rintintín derechista de Bullrich, de que todo se arregla con el Ejército. Ni el Ejército está para eso, ni la solución es sólo de fuerza (aunque en parte lo sea). Hubo recuerdos de que, en su supuesta “lucha contra el narco”, el gobierno de JxC tuvo a un personaje como Dalessio ligado informalmente al Ministerio -está preso hace tres años-, y luego el intendente de Paraná, Varisco, fue condenado por lavado, comercio de estupefacientes y narcotráfico, junto a otros 25 miembros de JxC: no podría decirse que lo de ellos fue “luchar contra los narcos”.
En ese punto están las confrontaciones actuales: no vaya a perderse Ud. las que vendrán la semana que viene.-
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