Por Roberto Follari, Especial para Jornada
Ganó Trump: se veía disputado, aunque era el favorito. No fue tan disputado. Todavía el sueño de ser los amos unilaterales del mundo funciona en la sociedad estadounidense. Y de eso, con Biden se estuvo lejos. Se apuesta a que los excesos de Trump provoquen el milagro de echar el calendario atrás y volver a los gloriosos años sesenta, o al menos a los de la caída del Muro. Y es que se acabó la unilateralidad: China desafía la hegemonía económica estadounidense. El fentanilo golpea -es droga imparable- a un sector nada menor de la sociedad, las muertes por asesinatos superan largamente a las de varios países latinoamericanos. La miseria campea sobre 20 millones de habitantes, la industria ya no se levanta y hay más de una ruinosa Detroit.
Un golpe de dados, un pase de magia en los deschaves de Trump, que quizás cambie la suerte: esa parece ser la apuesta del electorado del país del Norte. Para Latinoamérica, malas noticias: habrá fuertes aranceles, proteccionismo y desprecio explícito, lindante con el racismo. Y una política migratoria de persecución. Trump llamó a los más cercanos en el mapa: Scheimbaum y Bukele. En el Sur, Lula perdió un aliado al irse los demócratas. Y Estados Unidos puede confiar en Milei, más como un seguidor que como un socio: pero la incapacidad diplomática del presidente argentino, así como el que por ahora esté rodeado de adversarios ideológicos (Chile, Bolivia, Brasil, y Colombia más Venezuela hacia la parte septentrional de Sudamérica) hace que lo que se pueda ofrecer desde Buenos Aires no sea tan promisorio.
Hubo gran alegría en el gobierno de Milei, y más aún por la invitación a concurrir al encuentro con empresarios que hará en una de sus mansiones antes de la asunción del cargo. Podemos esperar un trato amable, que algunas consecuencias puede tener en el futuro hacia el FMI y la obtención de créditos. En comercio internacional, nuestros limones y nuestras carnes tendrán más problemas para entrar al mercado de la gran potencia. Y la suba del dólar que se augura puede tener fuertes repercusiones sobre el plan económico local, ya un tanto cuestionado por la masiva salida de turistas a gastar dólares al extranjero, ante el encarecimiento argentino.
Trump promete proteccionismo, sobre todo ante China, a la cual quiere poner 60% de suba de aranceles. El desastre que de allí surgiría no sería menor, incluso para un EE.UU. que tiene fuerte endeudamiento con China, y que no siempre tiene cómo reemplazar esos bienes de importación. Un Trump que ganó también el Senado y tiene Corte Suprema designada por él mismo, estará muy cerca de la suma del poder público: y ha prometido una especie de “dictadura” para sus primeros días, que seguro incluirá cuestiones de género como intentar la prohibición del aborto en todo el territorio.
En política exterior, se viene el plan de paz para Ucrania. Trump desprecia a Zelenski (al que, no sin justicia, considera “un pedigüeño serial”), y quiere cortarle la ayuda económica del Norte. Es cierto que la industria armamentista se ha beneficiado con la guerra, así como la energética. Pero a nivel estatal, EE.UU. ha otorgado 4 veces más ayuda que Alemania, que está golpeada por la falta de fuentes de energía. Y mientras los germanos rompen su coalición de gobierno -este quedará muy débil o deberá llamar a elecciones-, Trump quiere echarle a Europa todo el peso de la guerra: si quieren continuarla, que ellos la financien.
Desafío para una Europa semiperdida y sin liderazgos, que se metió en guerra ajena y que, abandonada por su Gran Padre estadounidense, andará sin saber cómo seguir. Mientras, Trump quiere aislar a China y -para ello- pretende acercarse a Rusia. Depende de sus proyectos sobre Ucrania, si esa cercanía puede lograrse.
Sobre Israel, más que simpatía por ese país, Trump muestra desprecio y rechazo por los palestinos. Es probable que el apoyo al belicismo de Netanyahu permanezca o se agudice. Sin embargo, alguna reserva hay en el gobierno israelí de extrema derecha: los designios del nuevo presidente son a veces inescrutables, y eso siembra incertidumbre.
Israel: hartazgo de la guerra
La población israelí estalló en las calles, tras la salida del gobierno de su moderado -en términos relativos- ministro de Defensa. Hay cansancio de la guerra interminable, del involucramiento del país en muchos frentes bélicos, del abandono gubernamental hacia los rehenes de Hamas.
La represión policial viene siendo inusualmente violenta: y la protesta se ha radicalizado. Es que la guerra no hace más que crecer y crecer. Se da en tres frentes a la vez: Gaza, Líbano, e Irán en directo. Es más de lo tolerable, mientras hasta desde Yemen se les lanzan misiles y ataques.
Por cierto que con el apoyo de Estados Unidos y con las grandes potencias árabes haciendo la plancha, Israel tiene las de ganar en esos enfrentamientos. Pero no sin costos: y estos han sido mayoritariamente militares, pero no exclusivamente. Hezbollá demuestra más fuerza de la esperada: tras el asesinato de sus jefes continúa organizada y con poder de fuego. Varios civiles han muerto con sus disparos de explosivos, que no parece vayan a interrumpirse.
Hay sospecha de que el gobierno israelí dejó hacer a Hamas cuando el ataque que la milicia palestina hizo hace 14 meses: se sabe que Egipto había avisado de la posible incursión. Se pudo dejar hacer, para justificar esta interminable “respuesta” de aniquilamiento lanzada luego por Israel: sin dudas que para los parientes de los secuestrados, es una duda lacerante.
Es que cuesta creer que la inteligencia israelí y su gran poder militar, hayan sido objeto de tal agresión por Hamas sin preverla ni repelerla. Pero de no haber sido por una decisión, entonces estaríamos ante una ineficacia extrema del gobierno y la Defensa, que no supieron estar a la altura de las circunstancias. Sea una cosa o la otra, en las dos opciones el gobierno sale muy mal parado.
La guerra interminable que pone en vilo permanente a la población, se agrava con su consecuencia: el no retorno de los secuestrados, al no negociarse con Hamas. Los bombardeos inacabables a Gaza, en el límite del genocidio -43.000 muertos- muestran una voluntad no de perseguir a los enemigos militares de Israel, sino a los palestinos todos. Y exhiben la pretensión de anexarse el territorio de la Franja, sin más.
La protesta en la calle, fuerte y sostenida, muestra que la legitimidad de Netanyahu se tambalea. La renuncia del ministro deja claro que pueden empezar a correr vientos menos extremos en la política israelí.
Decretar la Corte Suprema
El gobierno vive un veranito de euforia. Al triunfo de Trump se suman una inflación que podría ser menor al 3%, la baja del riesgo país y un mínimo repunte en algunos rubros del consumo. Por supuesto, no se tiene en cuenta el endeudamiento de la población, la caída mayoritaria del salario, la abundancia de gente en situación de calle, los conflictos sociales y demás señales que muestran que no estamos para descorchar champagne.
Lo del riesgo país, puede ser -junto a la llegada del trumpismo- la antesala de nuevos endeudamientos: práctica que entusiasma a Caputo (y a otros que se han enriquecido con las comisiones del caso), pero que es ruinosa para el país. Por cierto, se conocieron lo que declaran de patrimonio los funcionarios: “mínimos” 80 mil millones de pesos el nuevo canciller, “apenas” 15 mil millones de pesos el ministro Caputo, “sólo” 12 mil millones de pesos Cúneo Libarona. Modestas cifras, se ve. Dineros obtenidos en lo privado, pero en más de un caso también en lo estatal o en lo asociado con él. Luego hablan de “casta” (un término robado a la agrupación de izquierda española Podemos, dicho sea de paso).
El escandalete con Mondino se saldó rápido, no así la idea de una auditoría (purga ideológica) que se pretende para el servicio exterior, y que está lejos de lo que constitucionalmente resulte admisible. Karina acabó con una funcionaria que le era antipática, pero habrá que saber si se puede sacar funcionarios de carrera como si fueran miembros del propio gobierno.
Mientras, el sonriente Francos -amable anunciador de noticias catastróficas- lanzó que podría designarse por decreto miembros de la Corte Suprema. La irregularidad del procedimiento -ya lanzado por Macri, entonces sin éxito- salta a la vista en un asunto crucial. Es cierto: nunca se ha ganado la calle por cuestiones judiciales; pero se puede producir severo enfrentamiento con la elite mediática e intelectual que apoya al gobierno. Pagni, que ha gastado horas y horas en un interminable sermón para que Lijo no llegue a la Corte, no se quedaría tranquilo frente a tamaña transgresión. Y como él, muchos de los que toleran diversas faltas a las reglas democráticas pero no aceptarían este extremo.
Lo cierto es que el desborde de entusiasmo gubernamental llevó a una insólita “declaración de final de la recesión”, como si ésta se cerrara también por decreto. Una leve mejora de las ventas es cierta pero sólo desde un tercio de la población, el de empleo en blanco. Los otros dos tercios siguen en caída, y no hay declaración antirrecesional que los salve.
También se vendió IMPSA, otrora gran empresa mendocina de alcance mundial: en silencio, y sin pena ni gloria dentro de la provincia. El alcance estratégico de IMPSA -salvada por el gobierno nacional anterior y en menor medida también por el provincial-, como empresa de tecnología de punta, es altamente destacable. Perdimos esa metalmecánica que fue a dar a manos privadas de los Estados Unidos, con acuerdo ahora de las administraciones nacional y local. Una enorme sustracción, propia de un gobierno donde palabras como “producción” o “desarrollo” están totalmente abolidas.
Luchas sociales con libertades en peligro
El gobierno le teme a diciembre. Lemoine salió a proclamarlo: puede haber desórdenes en ese mes fetiche. No sólo el 2001: a menudo las fiestas desenfiestadas por gobiernos neoliberales, han llevado a confrontaciones y protestas. Y el gobierno sólo tiene la represión para afrontarlas, dado que desconoce el camino del diálogo.
La lucha de los empleados de Intercargo cometió el error de dejar varados a los pasajeros dentro de los aviones durante un par de horas. Esto permitió al gobierno lanzar un relato de caos y que hablara hasta de “secuestros”: con ello pudo policializar las acciones de carga y descarga de bártulos, a la vez que echar algunos trabajadores e iniciar acciones judiciales contra los sindicalistas. Está por verse si lo judicial tiene algún fundamento, pero predispone a la opinión pública y asusta a los trabajadores. En el mismo sentido, el discurso devastador contra los sindicatos -contra estos y contra casi todos- alcanzó ribetes apocalíptcos en intensos y prolongados tratamientos de La Nación+.
La protesta gremial fue fuerte, y se sintió en Aeroparque y demás aeropuertos nacionales. La prensa lo endilgó torpemente a Aerolíneas Argentinas, que nada tenía que ver en el conflicto. Los aviones que sufrieron el paro eran de Flybondi. Igual, el gobierno aprovecha para insistir en la privatización de Aerolíneas. Y como esta no alcanza consenso, piensa en cerrarla. Lo cual, claro, no sería nada fácil ni sin consecuencias.
La lucha universitaria continuó -hubo encuentro regional de universidades en la Univ. Nacional de Cuyo el miércoles-, y seguirá hasta fin del 2024 y también el año que viene, salvo que se le asignen los fondos. La estratagema infantil del gobierno por la cual se le daría a las universidades fondos quitados a las provincias, no tuvo éxito ni aceptación. Las auditorías se harán, aunque -si las hace la SIGEN- son anticonstitucionales: hasta Sabsay lo dijo esta semana. Y con lo de cancillería se desnudó que, para el gobierno argentino, auditoría es explícito sinónimo de ataque ideológico.
Mientras, hechos preocupantes habitan el escenario político. Un troll adicto al gobierno, que se hace llamar “Pistarini”, se puso a twitear en un avión, maldiciendo de tener que compartir el mismo con el cantante Dillom. Este tuvo la paciencia de detectar los mensajes, y de determinar dónde estaba sentado el agresor escritural. Lo fue a increpar: la cobardía del personaje twitero dio vergüenza ajena. Está filmado, ha sido viral.
Igual, los trolls pro-gobierno trabajan con denuedo. Y ahora han iniciado acción judicial contra un periodista de Clarín (Alfie) porque éste había denunciado sus manejos que son atribuidos a Santiago Caputo, el poderoso tercero de la mesa del gobierno. Es preocupante que aquellos que se ponen a veces en el borde de la legalidad en cuanto a libertades públicas, desde el poder gubernamental además apelen a medidas judiciales cuando hay quien los recuse.
En esa misma tesitura renunció García Solá, uno de los miembros del directorio de Conicet, denunciando haber recibido presiones y haber advertido persecución ideológica de parte del gobierno nacional. Cabe señalar que este hombre no es precisamente uno de los “zurdos de mierda” a que refiere el atildado verbo presidencial: fue designado por la Sociedad Rural, y fue ministro de Educación durante el gobierno de Carlos Menem. Su renuncia/denuncia fue fuerte y clara, y enciende una luz roja sobre procedimientos que se quiere imponer como “normales”.
No es casualidad que dentro de la misma tónica se haya denunciado a Vera, cercano al Papa Francisco, dentro de la causa Loan. Es él quien ha dado nombres y pistas más precisas, y acusó en su momento al gobierno correntino (de la UCR y aliado a Milei). La judicialización permanente, recurso del que usó y abusó Macri, ha comenzado a ejercerse ahora por el mileísmo.
Las condiciones institucionales no van por buen carril: lo de la Corte es elocuente, y es concurrente con todos estos síntomas. O la democracia se para, se yergue y resiste el embate con fuerza, o los derechos y garantías irán retrocediendo sin remedio.-
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