Por Luis Abrego
El terremoto ocasionado en Juntos por el Cambio y en su versión local, el Frente Cambia Mendoza, después de confirmados los datos de las elecciones nacionales, ha sido de una intensidad todavía desconocida; pero, sin embargo, se le puede asignar la característica de daño severo. Más que por sus inciertas consecuencias, por la disyuntiva de hierro que impone: Sergio Massa o Javier Milei. Pollo o pasta. Y no hay nada más.
Peor aún la interpretación que del cimbronazo tuvieron algunos de sus protagonistas, como es el caso de Patricia Bullrich y el expresidente Mauricio Macri, quienes, en la estampida, se escaparon solos y no dudaron en refugiarse en los brazos de Milei ante el espanto que les genera la continuidad del kirchnerismo.
Sin embargo, esta decisión de acuerdo con el libertario, apresurada e inconsulta (incluso con la dirigencia del Pro), ha generado suficiente impacto en los propios, como esas réplicas capaces de hacernos extrañar el primer sacudón que nos había agarrado desprevenidos.
Un temblor de magnitud que puso al borde de la ruptura a JxC, o al menos una futura reconfiguración cuya nueva apariencia todavía no alcanza a vislumbrarse, aunque los llamados a la unidad se multipliquen como quien aboga por la paz mundial. Meras expresiones de deseo cuando los objetivos y las intenciones parecen ir en un rumbo distinto al declamado.
Fue desde Mendoza donde empezó a delinearse una hoja de ruta que parece ser hoy la respuesta a la "polarización de la polarización" que expresa el pacto Milei-Bullrich. Tanto Alfredo Cornejo como Ernesto Sanz -cada uno por su lado- argumentaron en favor de una posición neutral que más tarde terminó adoptando la UCR nacional, la liga de los 10 gobernadores de JxC y hasta el mismo Horacio Rodríguez Larreta.
Una equidistancia que no supone total imparcialidad, mucho menos conformismo con la situación. Surge, por el contrario, del rechazo a una falsa opción de quienes legítimamente, no se ven comprendidos en ninguna de ambas caras que propone el balotaje. Una rebeldía táctica que apunta a ganar tiempo mientras la situación se define, pero que también quiere resguardar a quienes en los próximos cuatro años tendrán la responsabilidad de gobernar distritos (provincias, como Mendoza, o municipios), tarea que deberán hacer con uno u otro presidenciable.
Pero básicamente, la neutralidad pretende ser fiel al lugar que las urnas le dieron a JxC: el rol de oposición, habilitando al Congreso como el ámbito de negociación y acuerdos de leyes o iniciativas. Eso, sin necesidad de adoptar la motosierra salvaje ni la debacle económica que pregonan uno y otro. Pollo o pasta.
Claro, en un país de múltiples grietas, la insatisfacción política, o la falta de identificación con las propuestas que impide tomar partido por alguno de los candidatos, aparece como tibieza o incapacidad de involucrarse. Peor aún, se la asocia con la cobardía, la falta de compromiso o la coartada ideal para lavarse las manos en la coyuntura. ¿Acaso ser valiente es claudicar ante Milei o ante Massa? De ninguna manera. Y no está exenta de caprichosas interpretaciones sobre la funcionalidad que esa opción implica para favorecerlos o perjudicarlos. Todo según sea la idea del interlocutor de turno.
Al contrario, hay cierta dirigencia que entiende que expresando un apoyo explícito o adelantando públicamente un voto se puede incidir en un electorado que ha demostrado suficiente autonomía como para ser influenciado en esta instancia ahora sí decisiva y definitiva. Nada parece modificar la voluntad popular y sus razones con las que podremos enojarnos, pero no desconocerlas.
Ante el balotaje, sobrevuela una especie de temor a la neutralidad como si acaso fuera imprescindible aceptar un menú que no es del todo agradable para muchos comensales. Nada peor que obligar a alguien a comer aquello que no le gusta o que directamente rechaza. Algo así como tener que necesariamente optar por el "pollo o pasta" que suele ser el estricto corset gastronómico de los largos viajes aéreos o terrestres.
A veces, es saludable esperar que la carta incluya nuevos platos, antes que tener que degustar menús repetidos o poco atractivos para paladares tan hastiados. Aunque eso recién pueda suceder en el próximo viaje.
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