Por Luis Abrego
Superada la pelea provincial, el año electoral parece deparar sólo un atractivo: la definición presidencial; sin embargo, no es necesario dar vuelta la página con tanta velocidad ya que este proceso local ha dejado algunas cuantas lecciones que merecen comentarse.
En primer lugar, es destacable mencionar que la sola voluntad política es un motor necesario, pero no alcanza. No le alcanzó a Alfredo Cornejo, quien pese a ganar debió ceder en el camino; pero mucho menos le alcanzó a Omar De Marchi, quien creyó que su figura y una narrativa mendocinista era suficiente para imponerse.
Cornejo fue capaz de advertir que su candidatura tenía algún límite, no sólo por el quiebre que sufrió Cambia Mendoza bajo un arsenal de argumentos en contra, sino también en la interna que le dio con sorprendente buen resultado Luis Petri.
Una seguidilla de señales que lo obligaron a cambiar la estrategia discursiva, sumar a Petri y hasta inclinarse por Hebe Casado, del Pro, como compañera de fórmula en detrimento de un o una dirigente radical. El ahora gobernador electo supo leer el escenario y hacerse fuerte desde su debilidad.
De Marchi, por su parte, creyó que su impronta y la sucesión de adhesiones de diversas extracciones políticas implicaba volumen electoral, que fue importante, pero tampoco suficiente. Tal vez mayor cohesión ideológica hubiera redituado mejor al construir un mensaje más compacto y menos enfrascado en dar explicaciones por "el rejunte", como finalmente sucedió. El ahora perdedor no pudo ver que también en política, menos puede ser más.
Otra certeza que trascendió esta elección es que los liderazgos (por más fuertes que estos sean) han de fructificar en equipo. Aquellos, tanto en el oficialismo como en la oposición, que privilegiaron su posicionamiento individual antes que el fortalecimiento de la construcción de su espacio, quedaron expuestos. Y lo que es peor, resultaron perdedores: en la Provincia y en los municipios. La metáfora de la cabeza de ratón o la cola de león deberá ser repasada por quienes aspiren, más allá de sus egos, a suceder a la actual dirigencia.
Algo similar parece regir como corolario con los que directamente defeccionaron. Quienes traicionaron a los que los llevaron hasta ahí, o se olvidaron de los que los acompañaron y posicionaron. Casi todos, pagaron la osadía con derrota, el egoísmo con desprecio.
Una enseñanza no menor en tiempos de lealtades lábiles o agachadas fáciles. Así fue en el peronismo, pero también en otras fuerzas.
En esa línea, tal vez el caso de Daniel Orozco sea el más emblemático. Perdió en la Provincia y en su comuna, cedió el poder y ahora parece enfrascado solamente a dar tibias explicaciones por su descuido de la gestión y las irregularidades que la Justicia investiga, con promesa de nuevas complicaciones a futuro.
Finalmente, tal vez la enseñanza más afecta a las exigencias ciudadanas: la gestión no sólo sirve para la consolidación política, sino que también rinde electoralmente. El recuerdo de la anterior gestión de Cornejo y los intendentes que se impusieron pueden dar fe de ello; aunque tal vez esta razón la puedan alegar aquellos opositores que lograron ganar departamentos por las falencias de quienes los administraron en los últimos años. Rivadavia y Malargüe son buenos ejemplos de los errores que habilitan cambios, pero también Las Heras.
Como contrapartida de las cosas bien valoradas, antes habían sido Maipú o San Rafael los premiados en este rubro, como ahora también lo fueron Capital, Godoy Cruz, Guaymallén y Luján, entre otros. Buenos gestores no sólo solidifican buenos gobiernos sino triunfos previsibles. Recomendación para futuros dirigentes: apuesten a gestiones eficientes que beneficien a sus vecinos y que les ayuden a construir éxitos en las urnas.
Digeridas estas claves por unos y otros será tiempo de apostar al diálogo. El equilibrio que La Unión Mendocina (en tanto se mantenga sin fugas) le aportará a la Legislatura y algunos Concejos Deliberantes, el emparejamiento del reparto de los municipios (8 radicales, 7 peronistas, 2 demarchistas y 1 vecinal) y el fortalecimiento del Partido Verde, obligará a la búsqueda de acuerdos donde la mejor política deberá ocupar el centro de la escena tras una campaña plagada de agravios. Será momento de desempolvar los consensos y archivar mezquindades con las que tampoco se ganan elecciones.
Si los protagonistas de esta contienda han aprendido alguna de estas lecciones, los ciudadanos podremos darnos por satisfechos sobre el sentido del voto, pero en especial, sobre el valor de nuestra vapuleada democracia.
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