Por Fabián Galdi, enviado especial
La derrota del actual campeón de África frente a Países Bajos fue el reflejo fiel de un equipo desangelado y con errores garrafales en defensa que le provocaron una caída sin atenuantes contra los neerlandeses. Más allá del resultado, Senegal fue una formación insípida y agrietada entre zona defensiva y el mediocampo, con Nampalys Mendy multiplicándose para hacer jugar a sus laderos por detrás de la línea del balón.
Desde el medio hacia delante, a los conducidos por Aliou Cissé no se les cayó una idea, más allá de tres disparos bien resueltos por Andries Noppert con desvíos hacia los costados. Una vez que su adversario sacó ventaja, el partido quedó concluido de antemano.
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La diferencia de dos goles fue demasiado amplia, conforme lo observado en el desarrollo del encuentro, pero las asimetrías fueron evidentes y reflejaron que los senegaleses aún necesitan una mayor consistencia tanto desde el punto de vista colectivo como en la potenciación de sus individualidades.
La ausencia de Mané es indisimulable, por más juego táctico que imponga su entrenador. Sin el manejo de los tiempos que demuestra el atacante, la formación tricolor es inconsistente en todas sus líneas: carece de salida clara desde la defensa, la zona central es volátil y le falta peso para marcar el terreno, en tanto que el ataque apenas se hizo notar con disparos de media distancia,
Sin Mané, a este equipo le paso lo mismo que le sucedería a La Selección si Messi no pudiese jugar.
Más allá de la diferencia entre ambos ejemplos, son futbolistas que son tan irremplazables como imprescindibles. No hay discusión alguna al respecto
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