Sería un error suponer que el camino a construir en el Mundial estará tan libre de obstáculos como lo representó este amistoso frente a Emiratos Árabes Unidos, pero también es válido tener en cuenta que La Selección mantiene ese modo de desarrollar su juego con basamento en lo armónico de sus líneas en conjunto y la diferencia que marcan los destellos individuales en un plantel rico en calidad y apto para la alta competencia.
Este 5-0 retempla desde lo anímico a un grupo que sufrió la pérdida de un integrante avalado por todos como lo es Giovani Lo Celso, tanto dentro como fuera del campo de juego. Sin Gio, más allá de sus aportes para la convivencia sana grupal, la ocasión fue propicia para probar variantes colectivas a lo largo del sector izquierdo y tanto desde zona defensiva como de transición hacia el ataque.
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De hecho, Marcos Acuña dio una prueba de suficiencia para recorrer la banda y llegar a situaciones de lanzamiento para un centro paralelo o hacia atrás. La rotación de Julián Álvarez ensanchó las posibilidades de crear un espacio táctico en el cual se lo puede aprovechar triangulando para luego atacar libre de marcas y por el lado ciego, tal como sucedió en el primer gol. El ingreso de Enzo Fernández también obró de ensayo para el primer pase, la descarga a un toque y la ocupación del espacio para capturar el posible rebote.
Rodrigo De Paul, dinámico y comprometido, potenció su performance con un alto grado de eficacia a partir de los cambios de frente o del pase entre líneas. En zona cercana, Leandro Paredes buscó ser salida pero también cruzó el círculo central en función de apoyo y seguimiento de la acción colectiva.
Descollante y certero, Ángel Di María ratificó que en este equipo toma un rol de conductor natural del avance colectivo y de su posicionamiento en zona libre. Sus dos goles, estéticamente valorados como propios de su sello de calidad, relanzan la confianza que en él se guarda y que lo muestra en un estado internalizado de equilibrio emocional, sin temor a las consecuencias de un error eventual.
Lionel Messi, aún sin necesidad de brillar, sigue siendo un as bajo la manga que aparecerá en algún momento y que genera la tensión permanente en el rival. La asistencia para el gol de Julián Álvarez y su propio gol fueron obras concebidas y ejecutadas con su pie derecho – todo un símbolo de que la seguridad en sí mismo está más afirmada que nunca-.
Atrás, la ausencia de “Cuti” Romero fue suplida con eficacia por Germán Pezzella – cómo arqueó su cuerpo para ampliar el volumen defensivo ante el tiro de Canedo fue un ejemplo de recursos técnicos -. El complemento con Nicolás Otamendi representó otro modo de ensayar intercambiando posiciones conforme variara el recorrido de la pelota impulsada por el avance rival.
Argentina está en el punto justo de cocción. No adelanta ni atrasa. Se viene el tiempo de confirmar que este estado de gracia puede expresarse a lo largo de siete partidos. Se puede. Sí, y hay con qué demostrarlo.