El fútbol suele producir estados de ánimo que se internalizan a partir de una sumatoria de hechos referenciales. Conforme conmueva positiva o negativamente, cada simpatizante incorporará las vivencias que sumó en un momento determinado y convivirá con estas el tiempo que juzgue necesario. Y así, la relación entre estas pulsiones inclinará la balanza hacia un lado u otro, en ambos casos dejando huellas imborrables. Una de éstas, por cierto novedosa, es la que se está construyendo alrededor de Julián Álvarez, paradójicamente uno de quienes aseguró su lugar en la lista definitiva de 26 futbolistas a pocas semanas del cierre de presentación determinado por la FIFA.
La Selección obra como un vector emocional que nos está acompañando día tras día y a toda hora. Su alcance está fuera de control: hoy impacta en la población entera y a escala planetaria, sobre todo en aquellas poblaciones cuyos seleccionados nacionales se preparan para definir quién será el ganador de la Copa del Mundo 2022. Allí, en ese espacio en el cual predomina el factor emocional, es donde el "Araña" ha afirmado su lugar de manera incuestionable.
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El sitial privilegiado que se ganó -con creces- el seleccionado argentino en este Mundial de Qatar, indica que la armonía de conjunto grupal logró sobrellevar con entereza el duro golpe inicial producido en la derrota frente a Arabia Saudita, en el debut. Las cinco victorias consecutivas posteriores, frente a México, Polonia, Australia, Países Bajos y Croacia le dieron una base de sustentación sólida a un grupo humano que supo cómo reinventarse a sí mismo luego del mazazo recibido contra los saudíes.
Y ahora, se cuentan las horas, minutos y segundos que faltan con vistas a la gran definición que se vendrá el 18 de diciembre – la misma que permite soñar en que una utopía puede transformarse en una realidad -.
Vaya paradoja: un triunfo ante los árabes hubiera sostenido, quizás, al ataque albiceleste sin ninguna variación. Además de la indiscutida presencia de Lionel Messi en cualquier posición del sector ofensivo, Lautaro Martínez muy probablemente sostendría su lugar como atacante de punta, mientras el resto de los delanteros designados por Lionel Scaloni alternaría minutos de juego en diferentes ocasiones y a la búsqueda del aprovechamiento de la oportunidad.
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Pero, porque siempre en el fútbol hay “un pero”, o a veces más de uno, la lógica se trastocó a partir de la decisión de Scaloni de incluir a Julián Álvarez en la formación titular a partir del encuentro contra Polonia, donde encima marcó el primero de sus cuatro tantos en suelo qatarí.
Si bien Lautaro recuperó terreno tras haber anotado el penal decisivo ante los neerlandeses, lo cierto es que el actual atacante del Manchester City parece haber llegado para quedarse y no de relleno, precisamente.
La definición que dio Leo – “Julián es un fenómeno” – días atrás, remarca la importancia que el futbolista surgido en River Plate se fue ganando en el plantel albiceleste en apenas tres semanas.
No se trata solamente de un jugador que está en racha ganadora o de recambio, sino de quien se está consolidando como el delantero centro de La Selección desde esta Copa del Mundo hasta las tres siguientes: 2026, 2030 y 2034. Con 21 años de edad y una carrera meteórica, pasó por las manos de Marcelo Gallardo a las de Pep Guardiola y ahora a las de Lionel Scaloni. Su crecimiento y desarrollo lo ubican como un jugador de elite apto para las grandes ligas internacionales. Y ni qué hablar en cuanto a vestir la celeste y blanca a rayas verticales durante este y las próximas tres citas mundialistas – a 2034 llegaría con 33 años de edad -.
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El ”Araña”, además del gol a Polonia, le marcó otro a Australia y frente a los croatas se anotó con dos.
A propósito del duelo en semifinales, la corrida memorable de Julián ante la defensa croata fue semejante a aquellos ataques de un todoterreno como lo era Mario Kempes en su época dorada entre los 70s y los 80s. La lectura del juego con decisiones tomadas en milésimas de segundo – sus compañeros podían quedar en offside en caso de una habilitación – provocó que quedase mano a mano con el arquero y definiese con un toque sutil elevando el balón en el momento justo e indicado.
Minutos antes, Dominik Livakovic le había cometido la infracción que derivó en el penal de Messi y la consecuente apertura del marcador. En el complemento, Julián se creó un espacio libre para recibir la asistencia tras la genial maniobra de Leo en modo maradoneano que dio comienzo a la concreción del tercer gol.
Julián, en definitiva, ya es un premio en sí para el fútbol argentino y aún antes de la finalísima del próximo domingo. Un diamante en bruto al que permanentemente se le van descubriendo cualidades positivas. Y es polifuncional, además: delantero centro, extremo por ambos perfiles en diagonal hacia el centro y atacante distractor de defensas llegando al área por el lado ciego.
Cuatro goles marcados en Qatar, su primer Mundial, también…y ojalá que la tendencia siga firme con vistas al objetivo inmediato: el primer escalón del podio.
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