Por Sergio Levinsky. Especial para Jornada
La llegada de Messi, a quien no por nada se lo llama “GOAT” (Greatest of All Time -el mejor de todos los tiempos-), puede terminar de producir esa revolución a la que los estadounidenses no tuvieron acceso en 1994, cuando desperdiciaron una importantísima chance pese a haber tenido la posibilidad de organizar un Mundial. En aquel tiempo, el presidente del Comité Organizador, Alan Rothemberg, reconoció la oportunidad desperdiciada, pero todo indica que los norteamericanos aprendieron de aquella experiencia y ahora la Major League Soccer (MLS) puede volver con otros bríos, aunque deberá tomar debida nota de algunos detalles.
El Inter de Miami, último en la tabla de la Conferencia Este y fundado hace apenas cinco años (28 de enero de 2018), no sólo hizo un trabajo de largo plazo de convencimiento a Messi para que una vez terminada su etapa europea fuera a jugar allí, sino que contrató también a sus ex compañeros del Barcelona Sergio Busquets y Jordi Alba, que llegaron como agentes libres, a Gerardo “Tata” Martino como entrenador, que ya tuvo a los tres en el equipo azulgrana y al argentino, en la selección nacional, y acaba de cerrar la transferencia de Facundo Farías, delantero de Colón de Santa Fe que estaba en la mira de Boca y River.
En Europa, y especialmente en el Barcelona, hubo un particular alivio, más allá de que el club catalán insistió hasta último momento por su regreso pese a haberlo maltratado dos años antes abriéndole la puerta de salida al jugador más importante de su rica historia, porque aun dándole Messi una respuesta negativa, en esa misma entrevista en la que anunció su pase al Inter de Miami dejó en claro que no tenía muchas alternativas al señalar que en el Viejo Continente sólo se podía vestir de azulgrana, así que o era la liga árabe (tenía una suculenta oferta del Al Hilal al que hasta hace meses dirigió con suceso Ramón Díaz), o la MLS, por la que finalmente optó.
Es decir que pese a que los tiempos y la situación económica del Barcelona no daban para el regreso, al menos Messi mostró su lealtad yéndose de la alta competencia y resignando roce cotidiano en la élite para no tener que vivir una experiencia como la de las dos temporadas en el Paris Saint Germain (PSG), claramente negativa cuando en lo particular no le fue mal y en lo colectivo no pudo ganar la Liga de Campeones de Europa, que tampoco obtuvo ninguno de los planteles anteriores a los que él integró.
Aquella experiencia marcó a fuego no sólo a Messi sino a su familia. Por una parte, porque apareció en París con urgencia por la conflictiva salida del Barcelona, lo que obligó a los suyos a vivir en un hotel (es verdad que de lujo, pero no dejó de ser, para ellos, una jaula de oro) por muchos meses, luego vino una difícil adaptación a un fútbol más físico. Posteriormente la cercanía del Mundial de Qatar concentró casi toda su atención y dada la final y lo ocurrido en ella, regresar a la tierra de los vencidos no fue nada fácil y debió soportar el constante ataque de medios muy poderosos, que consiguieron que una parte de la “curva” del estadio Parque de los Príncipes le fuera hostil.
Pasada aquella dura etapa y con la libertad de acción, Messi se decantó por la tranquilidad, por una liga en crecimiento pero sin la presión de lo vivido hasta ahora, y rodeado de amigos en el plantel, aunque en recientes entrevistas aseguró que tratará de seguir siendo competitivo (algo que está en su naturaleza).
La gran pregunta es si un torneo como la MLS puede aportarle a Messi la competitividad necesaria como para que, a sus 36 años, pueda estar en condiciones de afrontar desafíos como la próxima Copa América de 2024 y, especialmente, su máximo objetivo, el Mundial 2026, ahora sí, el último de su carrera.
Si en la máxima competición europea, eludir a un jugador puede implicar que otro llegue a una nueva marca en la carrera, acaso en la MLS eso no ocurra con la misma sincronicidad ni técnica, y que si los Courtois, De Gea, Onana, Ter Stegen llegaban con el dedo estirado a sacar una pelita de un ángulo, muy posiblemente en la MLS, los arqueros no alcancen a desviar esos remates. Es en la suma de cada uno de los detalles donde pueda aparecer esa pequeña diferencia de nivel con una de las ligas top del mundo.
Acaso una forma de que este pase por la MLS le rinda frutos a Messi desde el roce y la competitividad pueda estar dada por el acceso a competencias fuertes como alguna que, todo indica, están maquinando juntos la Conmebol y la Concacaf (la Confederación del Norte, Centro y el Caribe), que según parece, anunciará el paraguayo Alejandro Domínguez, presidente de la entidad sudamericana, restregándose las manos.
Si Messi tiene la posibilidad de competir en torneos continentales de fuste, eso podría servir de mucho para sus próximos pasos en la selección argentina, en la que el entrenador Lionel Scaloni deberá pensar más que nunca cómo rodearlo para que el resto haga el trabajo más pesado, y la gran estrella tenga el camino más despejado.
Por lo demás, la llegada de Messi a la MLS se trata de un gran negocio para todos. Para el Inter de Miami, que se cansará de vender camisetas, para los sponsors, y seguramente para el propio Messi, quien además de todas las ganancias, tiene arreglos que van directamente asociados a porcentajes de las ventas de abonos, aunque habrá que ver si es buena la idea de que haya que pagar mensualmente a Apple como única fuente para observar los partidos, perdiendo otras importantes fuentes de difusión.
Desde el punto de vista de la vida cotidiana, la elección de Messi suena impecable. En los pocos días que lleva desde su llegada de las vacaciones familiares en Bahamas, se ha encontrado con un entorno de felicidad y tranquilidad, como aquella foto que se viralizó haciendo las compras en el supermercado, o yendo a comer a restaurantes latinos y amigables.
Acercándose ya a los veinte años como profesional y habiéndolo ganado todo, Messi apura el comienzo de una de sus últimas etapas, con el desafío de contribuir a que un país tan ligado a tradiciones deportivas como el fútbol americano, el beisbol o el basquetbol, adopte (especialmente en varones porque en mujeres ya está impuesto) el soccer de manera definitiva, cuando los Estados Unidos serán la sede de la Copa América 2024, el primer Mundial de Clubes de 32 equipos en 2025 y del Mundial 2026.
Por el momento, en Miami tendrán el privilegio de verlo jugar a Messi de manera cotidiana. Deberían aprovecharlo. Difícilmente Estados Unidos volverá a tener una oportunidad como ésta.
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