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Más que prematura eliminación, falta de proyecto

Pasada la mitad del segundo tiempo de la final de la FA Cup en el legendario estadio de Wembley, se produjo el ingreso, desde el banco de suplentes del Manchester United -que perdió 2-1 ante el Manchester City-, del promisorio delantero argentino Alejandro Garnacho, quien trajo enormes problemas por el costado izquierdo defensivo rival.

03/06/2023 23:55
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Por Sergio Levinsky, desde Barcelona

 

Su entrenador, el neerlandés Erik ten Hag, le había negado el jugador a Javier Mascherano, el entrenador argentino de la selección sub-20 que fue eliminada por Nigeria en los octavos de final.

Mascherano estuvo de gira por Europa para tratar de conseguir los refuerzos top con los que cuenta la Argentina en el mundo para su compromiso del Mundial sub-20 que jugaría tan solo por el hecho de ser local, después de que el presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, pegara un volantazo para conseguir la sede matando dos pájaros de un tiro: por un lado, mostrando la fortaleza de su federación y la de su país para organizar un torneo con miras a la candidatura al Mundial 2030 (junto con Uruguay, Paraguay y Chile), y por otro lado, lograr que su equipo nacional participara de un campeonato del que fue eliminado en el Sudamericano de la categoría.

Pero en su gira europea, el ex “Jefecito” apenas consiguió que su ex equipo, el Barcelona, le cediera al lateral Román Vega, que ni siquiera es habitual titular en el Barcelona B (equipo que juega en la Tercera categoría de España, en la Segunda B), porque en el resto de los casos, los cedidos de ese continente no disputaban nada fundamental o no son titulares. Por ejemplo, el Real Madrid B (también llamado Real Madrid Castilla) le negó al extremo derecho Nico Paz, llamado a ser una gran figura en poco tiempo más. Tanto es así que días pasados se entrenó con el primer equipo de los blancos y al finalizar, Luka Modric y Toni Kroos, de sus figuras más exitosas, le sugirieron al entrenador italiano Carlo Ancelotti que el argentino ya no regrese con los juveniles y se quedara con ellos de manera definitiva.-

Que la selección argentina haya quedado eliminada en octavos de final de un Mundial sub-20 es algo que podría haber ocurrido, si tomamos en cuenta que desde que ganó su último Mundial de los seis que conquistó en su historia, en Canadá 2007, apenas una vez llegó hasta los cuartos de final, dos veces ni siquiera se clasificó al torneo y otras dos ni siquiera pasó de la fase de grupos. Es más: en el Mundial anterior, también fue eliminada en octavos de final y ante Mali, otro equipo africano, tal como ahora ocurriera ante Nigeria (0-2).

El fútbol argentino, no sólo en juveniles sino también en mayores, tiene la característica de haber planificado muy pocas veces su futuro. Todo se hace con improvisación y apostando al talento, la inventiva y lo que vaya a surgir en cada momento. Para el Mundial de Suecia de 1958, se prescindió del terceto atacante que tras brillar en el Sudamericano de Lima en 1957, los conocidos “Carasucias”, partió para los principales clubes europeos (Humberto Maschio, Antonio Angelillo y Enrique Sívori), tampoco fueron convocados Héctor Rial, Alfredo Di Stéfano ni Rogelio Domínguez, del Real Madrid que ganaba cinco Copas de Europa seguidas entre 1956 y 1960. ¿Para qué, si nos alcanzaba con Ángel Labruna, de casi 40 años, que además postergó a José Sanfilippo, máximo anotador de varios campeonatos argentinos consecutivos?

Esto se repitió en la Copa de las Naciones de 1964, cuando a último momento, el entrenador José María Minella llevó a un equipo improvisado, que había sido invitado por la Confederación Brasileña, que organizó un cuadrangular por el 50 aniversario de su fundación, y también convocó a las selecciones de Inglaterra (campeona del mundo dos años más tarde) y Portugal (tercera en 1966 y con la base del Benfica de la perla de Mozambique, el goleador Eusebio). El equipo nacional fue con la idea de no hacer papelones, salir en un digno cuarto puesto y acabó campeón y con el arco invicto.

Las cosas fueron casi siempre así hasta que la dictadura cívico-eclesiástico-militar que azotó la Argentina entre 1976 y 1983 determinó tras el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 que el Mundial 1978 era algo demasiado importante para dejarlo en manos de los directivos de los clubes y apostó, por estar entre la espada y la pared, por el proyecto a largo plazo que le presentó un joven César Luis Menotti, con los resultados conocidos.

La historia del fútbol argentino indica que las poquísimas veces que hubo proyecto, sus selecciones fueron campeonas del mundo. Ocurrió en 1978 y nuevamente, en 1995, cuando por fin, Julio Grondona decidió llamar a concurso de entrenadores para manejar los juveniles, harto de que los DT de la mayor pusieran allí a sus amigos o conocidos y que ambos equipos fueran compartimentos estancos. El ganador fue José Pekerman y desde ese año hasta 2007 se ganaron cinco Mundiales (Qatar 1995, Malasia 1997, Argentina 2001, Holanda 2005 y Canadá 2007). Se fueron Pekerman y Hugo Tocalli de la AFA y ocurrió lo que sabemos, desde 2007 hasta hoy.

Hace mucho que en la AFA no hay un proyecto de selecciones en serio. Ni siquiera lo hubo -para qué engañarnos- con el reciente título mundial de Qatar, gracias a una notable gestión de Lionel Scaloni y su cuerpo técnico, algo que valoramos casi todos con el diario del lunes porque era imposible saberlo antes de iniciarse el ciclo por el sencillo hecho de que el posteriormente exitoso DT, nunca había estado a cargo de un equipo. Fue un experimento (como lo fue el de Minella en la Copa de las Naciones de 1964) y salió muy bien.

Tampoco, entonces, hay un proyecto de juveniles a largo plazo. De hecho, el mismo Mascherano que en el último ciclo de jugador se colocaba en el equipo titular a veces de “cinco” y a veces de “dos”, de acuerdo a lo que le viniera en gana gracias al poder que fue adquiriendo especialmente desde que Tapia asumiera en la AFA en marzo de 2017 - por la estrecha amistad que hicieron durante los durísimos días de la Copa América Extra de los Estados Unidos, cuando en Buenos Aires estaban interviniendo a la entidad madre del fútbol argentino y no había un centavo para el equipo nacional-

al poco tiempo de que se retiró de la actividad, ya pisaba el predio de Ezeiza para presentar un “proyecto” de desarrollo de juveniles en todo el país que fue comprado rápidamente por su amigo presidente.

Este plan pretendía que todos los jóvenes y los equipos imitaran en el juego al del Barcelona, como si más allá del enorme respeto que se le puede tener a un estilo tan agradable y ofensivo que fue admirado por el mundo a principios de este siglo, el fútbol argentino -tricampeón mundial, seis veces campeón mundial sub-20, quince veces campeón de la Copa América y dos veces campeón olímpico- no tuviera un estilo propio, histórico, y admirado y hasta tantas veces temido. Pero nadie osó comentarle nada al ex “Jefecito”, que volvió a imponer su criterio desde la amistad con el poder.

Sin embargo, otra vez, al poco rato, el “Proyecto” quedó en la nada cuando vino la Federación Venezolana y se llevó a José Pekerman y éste a Fernando “Bocha” Batista, que estaba haciendo un gran trabajo con las categorías juveniles argentinas. Mascherano, entonces, aparcó aquella idea del “ADN Barça” para ir en busca del cargo vacante, para encarar en nuevo trabajo en la estructura, y aunque desde otras áreas se lo mirara de reojo, y cuando el candidato era otro: Lucas Bernardi.

Mascherano, tal como para el Mundial de Rusia 2018 (que años más tarde reconoció que no debió jugarlo, ya muy tarde) como ahora, avanzó sin miramientos. Se hizo cargo del equipo, alcanzó a ganar el tradicional torneo de L'Alcudia, para luego no conseguir una plaza de las cuatro que se pusieron en juego para ir al Mundial de Indonesia 2023 sobre diez en total del continente sudamericano, y sólo accedió a jugar el torneo cuando, para su suerte, el país organizador no aceptó a Israel entre los seleccionados que tendrían que participar en ese país y entonces fue allí cuando la FIFA le dio la chance de ser sede a la Argentina.

El entrenador tuvo una impensada segunda oportunidad y no sólo eso, porque con el combo del cambio de sede, también le vino de regalo el grupo inicial tan accesible que siempre, por una extraña casualidad, le toca a los locales de todo orden cuando la FIFA organiza un certamen.  En el debut ante Uzbekistán, fue claramente favorecido, y ya no pudo con Nigeria en octavos, pese a contar con jugadores de un enorme talento como el goleador Alejo Véliz, un experimentado volante como Luka Romero, otro de muy parecido físico y futbolístico a su padre Fernando, Federico Redondo, y un gambeteador nato y puro talento como Brian Aguirre.

Pero Mascherano no se va. Amagó con su renuncia al quedar eliminado de Indonesia...pero no se fue porque su amigo Tapia se lo pidió. Ahora sostiene que el presidente de la AFA “tiene mi renuncia permanente en su escritorio”, por lo que deja todo en sus manos y no en las propias, al considerar que esta vez, la eliminación fue injusta (sin explicar los por qué). Mascherano sigue hasta que las velas ardan, sin entender su descrédito general que no es de hoy ni de ayer, sino desde que cambió el “Mascherano y diez más” de Sudáfrica 2010 y Brasil 2014, por el “Jefecito del Poder”.

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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