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Los niños del Barcelona pasean por el Bernabeu

Ni Kylian Mbappé, para muchos, el mejor jugador del mundo de la actualidad, ni Vinicius Junior, quien este lunes sería galardonado en París con el Balón de Oro que simboliza haber sido el mejor jugador del planeta en la última temporada.

26/10/2024 23:04
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Por Sergio Levinsky, desde Madrid

Fue el Barcelona, con siete chicos surgidos en sus divisiones inferiores de “La Masía”, como en otro tiempo fueron Andrés Iniesta, Xavi Hernández, Gerard Piqué, Carles Puyol y Lionel Messi, el que se paseó por el estadio Santiago Bernabeu con una paliza histórica y un 0-4 elocuente, que marca tendencia para lo que resta del calendario 2024/25.

El Barcelona venía marcando de a tres o cuatro goles durante toda la temporada desde que ésta se inició hace dos meses, pero le restaban los dos exámenes más importantes para saber dónde estaba parado, si realmente este nuevo proyecto con el entrenador alemán Hans-Dieter Flick, el mismo que dirigiendo al Bayern Munich le metió ocho goles en la Champions League de 2019/20, podía seguir un camino glorioso.

Y esos dos compromisos, el Barcelona los tenía en la misma semana, ante el mismísimo Bayern -su sombra negra- en el estadio Olímpico de Montjuic por la tercera fecha de las ocho que compondrán la fase de grupos del nuevo formato de la Champions League, y ante el Real Madrid campeón de Europa, que venía de remontar en el Santiago Bernabeu, el pasado martes, un 0-2 ante el Borussia Dortmund para imponerse 5-2 en el segundo tiempo, y en el remodelado estadio de los blancos.

Y no es que el Barcelona cumplió en ambos casos, sino que marcó cuatro goles en cada uno de los partidos. 4-1 ante el Bayern, liquidando una situación de muchos años, y 0-4 ante el Real Madrid, con un segundo tiempo que se pareció a todo el partido con los alemanes.

¿Cuál es la característica de este nuevo Barcelona que parece que no tendrá rivales en la temporada? Un sistema netamente ofensivo que hace recordar a la tan amada -por los azulgrana- filosofía cruyffista: meter más goles que el adversario. En los años en los que el fallecido neerlandés era entrenador del equipo, tuvo un interesantísimo diálogo con el entonces presidente del club, Josep Luis Núñez, quien le comentó en el césped, antes de una práctica del equipo, que sólo le había pedido volantes y delanteros para contratar, pero no defensores. “Johan -le espetó el presidente- si no nos defendemos bien, nos harán muchos goles”. “Pero presidente-respondió Cruyff- si ellos nos hacen cuatro goles y nosotros marcamos cinco, ganamos todos los partidos igual”.

De alguna manera, el sistema que utiliza Flick es parecido al pensamiento de Cruyff y ya lo hacía con aquel Bayern que ganó todo cuando él ocupó el banco de entrenador, atacando con cuatro jugadores: hay que ir al ataque, y en lo posible, jugar muy volcado al campo contrario, sin importar -eso sí- demasiado si tener mucho la pelota o no. Pero ir. Lo imperdonable es no intentarlo y de ninguna manera, morir en el intento.

Si eso significa arriesgar demasiado con la última línea para quedar casi mano a mano con los atacantes rivales, vale la pena igual porque se confía en los jugadores propios que siempre marcarán más goles o llegarán al arco adversario más que el oponente. E incluso, se achica tanto los espacios que el rival tendrá que acomodarse muy bien para no quedar siempre en fuera de juego, como les pasó al Bayern el miércoles y al Real Madrid este mismo sábado (ocho veces).

Jugadores como Mbappe o Vinicius, con su experiencia, quedaron varias veces imposibilitados de definir, arrastrados por la corriente del achique, eso que tantas veces intentó César Luis Menotti sin tanta suerte, y que ahora venos en un resultado muy superior en este Barcelona de casi coste cero, porque al no tener recursos por su muy mala situación económica sólo incorporó a Dani Olmo, surgido de su cantera y luego emigrado al fútbol alemán para regresar como estrella que primero se lució en la selección española.

Acaso la prueba más contundente es el cambio que Flick realizó a los 19 minutos del segundo tiempo, cuando el Barcelona ya se imponía por 0.-2, con siete chicos de su casa, lo que para la gran mayoría de entrenadores sería más que suficiente ante el campeón de Europa, pero no para el alemán, que decidió ingresar precisamente a Dani Olmo, un jugador con vocación de ataque, por Marc Casadó, un volante de equilibrio en el medio, que ayudaba a Pedri -luego liberado hacia posiciones más ofensivas cuando ingresó Frenkie De Jong, tras el descanso, por otro pibe, Fermín-.

De esta forma, el mensaje de Flick en el 0-2 fue “podemos golear, vayamos por más, ellos están muertos” y no fue “metámonos más atrás, retrocedamos unos cuantos metros y cedámosles la pelota” como, por ejemplo, haría el noventa y cinco por ciento de los directores técnicos argentinos -sino el cien-. No, Flick vio que se podía ir por más y fue por más, y ganó por más, con un rotundo 0-4 que no fue 0-6 porque Lewandowski, autor de dos goles y de 17 en la temporada de dos meses, se perdió uno insólito al lado del arco, dejado solo por Raphinha, y otro un poco peor posicionado. Podría haber sido, tranquilamente, un 0-6.

Es claro que el trabajo de Flick no pasa sólo por resultados. Hoy el Barcelona es un equipo infinitamente superior al de la temporada pasada. El entrenador logró mejorar a todos sus jugadores, aunque se nota especialmente en tres: Jules Koundé, de notable rendimiento, incluso, como lateral, cuando ese puesto nunca fue su fuete, Pedri, que ya no se lesiona tan fácilmente, toma mucho contacto con la pelota, la pide y la distribuye bien, y Raphinha, que en un esquema de 4-2-3-1 volvió al puesto en el que brilló y aumentó su cotización en el Leeds de Marcelo Bielsa: como “ocho”, como volante por derecha con proyección al ataque y no como extremo estacionado allí arriba. Hoy es uno de los jugadores más apreciados por los hinchas y por la prensa.

Por el otro lado, es extraño este momento del Real Madrid: parecía que seguía siendo el mismo cuando le remontó el martes al Borussia Dortmund, pero hay un dejo de caída de su rendimiento acaso por extrañar a su eje, ya retirado, el alemán Toni Kroos, y porque el inglés Jules Bellingham no es ni un veinte por ciento de lo que fue su brillante inicio de la pasada temporada.

Un extraño Real Madrid, con apenas un jugador español entre los once (Lucas Vázquez) y apenas tres blancos (el mismo lateral derecho, Federico Valverde y el arquero Lunin) y con varios problemas estructurales, como la superposición de Mbappe y Vinicius, la falta de un jugador que maneje los hilos (¿no sería el momento del regreso de Luka Modric por Bellingham, si el entrenador Carlo Ancelotti se animara?), una gran desconexión entre el medio y los de arriba, y la falta de un líder concreto.

Real Madrid fue desbordado por el Barcelona y si no se despierta pronto, si Mbappe no comienza a hacer la diferencia en las redes contrarias, corre el riesgo de quedarse sin la liga demasiado pronto, tornándola muy aburrida, y deberá mejorar mucho su juego si quiere avanzar mucho en su torneo fetiche, la Champions.

El Barcelona parece estar ante una circunstancia histórica. Los chicos van reemplazando a las estrellas que no pudo fichar y ellos mismos, especialmente el marcador central Pau Cubarsí -que en una misma semana pudo con Harry Kane y con Vinicius Junior-, el lateral Alejandro Balde, y, con resaltador, Lamine Yamal, están llamados a quedar en la memoria azulgrana y su techo no tiene límites.

La incógnita, ahora, pasa por saber hasta dónde podrá mejorar o llegar este Barcelona tan joven y tan arriesgado, pero esta temporada tiene muy buena pinta.

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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