Por Sergio Levinsky, desde Barcelona
En ocasión del sorteo del Mundial de los Estados Unidos 1994, se llevaba a cabo el sorteo del torneo en Los Ángeles en diciembre de 1993, y el evento se completó con la promocionada “revancha” de aquella final del Mundial de Italia 1990 entre las selecciones de Alemania y Argentina, aunque en Miami.
Brehme, autor de un gol que le dio el título mundial a su selección, participó en México 1986 (cuando llegó a la final pero fue derrotado por el mismo equipo argentino de Carlos Bilardo y Diego Maradona), en Italia 1990 y en Estados Unidos 1994, además de haber sido notable figura del hoy difuminado Kaiserlautern, que brilló en los setenta y los ochenta del siglo pasado y con el que ganó una Bundesliga, del Bayern Munich, con el que ganó otra, y de un magnífico Inter, con Giovani Trappatoni como entrenador, con el que levantó varias copas y tuvo como compañeros a Lottar Matthäus, Jürgen Klinsmann y Ramón Díaz, entre otros.
El gran lateral izquierdo alemán, políglota -hablaba español por su paso por el Zaragoza- y dueño de una pegada excepcional, falleció el pasado 20 de febrero en Munich a los 63 años, cuando no lo estaba pasando bien en lo económico, algo que ya viene ocurriendo con muchas figuras del fútbol internacional, como años atrás fue el caso del gran goleador germano Gerd Müller, uno de los mayores anotadores de la historia de las Copas del Mundo.
No parece ninguna casualidad que el “Kaiser” Franz Beckenbauer, lamentablemente también fallecido días atrás, y quien fuera entrenador de Brehme en los mundiales de 1986 y 1990, y llegara con él a las dos finales consecutivas, haya organizado todo tipo de colectas en el ambiente del fútbol y varios eventos para ayudar tanto a Brehme como a Müller.
Incluso Trappatoni se había llevado a Brehme como ayudante de campo en alguna de sus experiencias, pero el exjugador duró apenas cuatro años en ese puesto, mientras que Müller llegó a desempeñar algún cargo en el Bayern, y sin embargo, ninguno de los dos pudo superar sus problemas que aparecieron una vez que colgaron los botines.
En el caso de Brehme, el recuerdo se extiende a aquella final perdida por la selección argentina en Roma ante el equipo alemán, que había sido el mejor durante todo el Mundial, y que en el partido decisivo enfrentó a un equipo albiceleste con muchas bajas por las suspensiones de varios de sus titulares (Sergio Batista, Ricardo Giusti, Claudio Caniggia y Julio Olarticoechea), y que salió al campo del estadio Olímpico con Diego Maradona lesionado, y al finalizar la primera etapa, Oscar Ruggeri debió salir por otra dolencia, reemplazado por Pedro Monzón, luego expulsado, igual que el único delantero que colocó Bilardo, Gustavo Dezotti.
Alemania, al cabo, aún habiendo tenido mucha mejor producción que Argentina en ese torneo, apenas terminó imponiéndose 1-0 con un polémico penal que cobró el árbitro mexicano Edgardo Codesal por una supuesta falta de Roberto Sensini sobre el delantero Rudi Vöeller a sólo cinco minutos del final del tiempo reglamentario, y que definió justamente Brehme, quien remató con la pierna derecha, cruzado, hacia el costado derecho de Sergio Goycochea, quien se arrojó correctamente hacia la dirección de la pelota pero esta vez, a diferencia de otras definiciones, no pudo detener la pelota.
“No fue penal”, reconoció años más tarde Brehme, en distintas entrevistas, al reconocer que Sensini no le cometió falta a Vöeller, aunque sí fue “temeraria” la manera con la que se arrojó, y también cree que poco antes hubo una falta dentro del área a su compañero y defensor Klaus Augenthaler, que quien esto escribe no lo recuerda y en cambio sí otro a Gabriel Calderón, que, pese a las escasísimas llegadas argentinas, fue el que estuvo más cerca de haberlo sido.
Que Brehme haya reconocido que no fue penal una jugada que dio lugar a la definición propia para que su equipo ganara un Mundial, nada menos, es toda una expresión de honestidad que hay que destacar para preguntarse si en un caso al revés, algún exjugador argentino lo hubiera reconocido ante la prensa internacional. Pero no lo es todo.
Brehme también reconoció que si decidió rematar ese penal decisivo con la pierna derecha siendo zurdo y a cinco minutos del final del partido, fue justamente para sorprender a Goycochea, sabiendo la confianza que el arquero albiceleste portaba luego de haber sido clave en las definiciones ante Yugoslavia en cuartos de final en Florencia, y, todavía más fuerte, ante Italia en la semifinal en Nápoles.
Ese penal, admite Brehme, debía ejecutarlo su compañero y capitán Matthäus, y por eso, cuando le pidió que lo ejecutara él, pensó por varios segundos el modo de ejecutarlo.
¿Por qué Matthaus no pateó aquel penal tan decisivo? Lo comentó recientemente. En el primer tiempo tuvo un problema en uno de sus botines, que se rompió, y entonces decidió cambiárselos para el segundo tiempo, pero no se sentía seguro con ellos y prefirió, ante la duda, dejarle el lugar a su compañero.
Matthäus, gran amigo de Maradona, donó meses atrás, en Madrid, a “Legends”, una de las casas más importantes de colección de indumentaria futbolística del mundo, la camiseta que intercambió con el fallecido crack argentino tras la final de México 1986.
Años antes, Goycochea le comentó a este periodista, sobre ese mismo penal, que pudo haberlo atajado también, prologando la impresionante racha de ese torneo, pero que, posiblemente, los flashes de las cámaras de fotos en el estadio lo hayan aturdido durante unos pocos segundos, los suficientes para tardar esos segundos en los que la pelota se fue de su alcance pese a arrojarse bien al costado, intuyendo correctamente la dirección del remate.
Goycochea iba a ingresar en la lista mundialista como tercer arquero de la delegación argentina, pero Luis Islas, designado segundo originalmente, no estaba de acuerdo con el entrenador, Bilardo, sobre que en ese momento Nery Pumpido debía ser el titular y se negó a viajar. En el segundo partido de la fase de grupos, ante la Unión Soviética en Nápoli, Pumpido chocó con Olarticoechea y se quebró, por lo que el arquero oriundo de la localidad de Lima, en la provincia de Buenos Aires, terminó atajando en ese Mundial, en el que pasó a ser ícono gracias a su gran intervención en los penales. Es caprichoso el azar.
No pudo contener el más definitorio, el de la final y ante Brehme, quien prefirió no llevarse a la tumba lo que pensaba y aceptó que aquel remate que dio la gloria a su equipo y a si mismo, fue producto de una injusticia, que de alguna manera reivindica aquellas airadas protestas de los jugadores argentinos a Codesal y a las duras palabras de Maradona hacia el árbitro y la organización de allí en adelante.
Aunque haya sido tarde y con los hechos consumados, Brehme, fallecido en medio de muchas dificultades en su vida, al punto de poner a subasta en 2023 aquella camiseta utilizada en la final de 1990, prefirió no eludir una respuesta complicada y no llevarse el tema a la tumba, algo que lo enaltece.