¿Quieres recibir notificaciones de noticias?

Madres abuelas, parteras de la memoria, saben que la paciencia no es resignación

¿Quieres recibir notificaciones de noticias?

Publicidad

20° Mendoza

Jueves, noviembre 21, 2024

RADIO

ONLINE

19° Mendoza

Jueves, noviembre 21, 2024

RADIO

ONLINE

PUBLICIDAD

Madres abuelas, parteras de la memoria, saben que la paciencia no es resignación

Por más que sepamos que el mentado Día de la Madre es una ocurrencia aprovechada por el consumismo comercial, una vez más hacemos vista gorda y nos dejamos ganar por el inmenso amor de los amores, hacia ellas.

19/10/2024 23:11
PUBLICIDAD

Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires

 

   Está a la vista: días como este de las madres, son un invento impuesto por el consumismo comercial. Pese a tener consciencia de esa trampa camuflada por el amor, pronto nos deslizamos hacia el afecto de la madre que nos trajo a respirar por estas intemperies.

    Una vez más intentaré desagraviar a nuestras parteras de la memoria, hoy tan insultadas. Pero antes le dedicaré algunos párrafos a la autora de mi sangre, a mi madre, Juana Zarategui, hija de vascos que no completó su tercer grado de la primaria, que no leyó jamás libro alguno; ni una solapa, ni una contratapa de libro leyó. Pero esta mujer hablaba el castellano como si fueran tres o cuatro idiomas. Me adivinaba el pensamiento y la intención, y la gambeta me adivinaba. Ella apenas si escribía para redondear su firma; eso es lo único que hacía con lentitud. Siempre andaba corriendo.

    Les cuento un episodio sucedido en un Jueves Santo, yo andaba por mis siete u ocho años. Ese día jueves llegó a mi casa un ex socio de mi padre; venía a forzarlo a firmar algo. A un par de metros de distancia le apuntó con un revolver. Mi vieja, que andaba cerca, sin pensarlo dos veces se metió en el medio y, petisa como era, sacando pechos empezó a empujar al revólver que seguía apuntando peligrosamente; el tipo fue retrocediendo hasta la vereda y se fue muy bien insultado.

   Cuento otra: cierto día mi padre trajo a la casa un lavarropas; basta de la lavar sobre una tabla en la inclemente batea. Mi vieja salió al vecindario gritando la novedad: “¡El Andrés me regaló un jabón de lujo!”. Debía decir un “Eslabón de lujo”. Acertó con su frecuente error: ¿qué otra cosa es un lavarropas, que un “jabón de lujo”? ¿qué otra cosa es para una mujer que durante toda su vida se la pasó lavando a mano?

    Ya no está aquí, hace años que mi madre respira de otra manera. Dejo de hablar de ella y paso a hablar de otras madres esenciales: las locas, hoy abuelas o bisabuelas, las parteras de la memoria. Por empezar, no caigamos en la trampa de creer que cuando hacemos memoria, retrocedemos. La memoria, cuando es sostenida y sin feriados, no es retroceso, es una semilla que crece para gestarnos un futuro diferente.

   Hay madres como yunques. Y hay madres como martillos. Y hay madres como harinas. Y hay madres como acero. Y seguro que las hay con dientes en los dedos y uñas en la mirada del corazón. Las hay capaces de dormir despiertas, las hay asumiendo el insomnio no como un padecimiento sino como un deber. Nos queda un puñado de madres ancianitas, preñadas de memoria. Y que no se nos olvide:  madres hay capaces de abrirse el pecho para arrancarse el corazón de cuajo y arrojarlo sobre los rostros indiferentes. Arrojarlo al corazón ¿por qué? Arrojarlo para ver si salimos de esa sorda indiferencia activa que amparó los crímenes de los violadores de la vida y de la muerte, de los ladrones de criaturas desde la misma placenta.

    Sigamos: Ay, en esta patria, vadeando obscenidades, madres capaces de no bajarle la mirada al mismísimo sol. Son las linternas, son las parteras que rescatan a esos que por décadas permanecieron con la identidad secuestrada. Porque ellas todo lo pudieron y todo lo pueden, con el corazón de par en par. Siempre sin recurrir a una sola pedrada; siempre sin disparar una sola bala. Así es que fueron recuperando 133 nietos. Uno por uno.

   No está, como dicen algunos, afuera del mundo. Nuestra Argentina es famosa hoy en el planeta entero, porque aquí crecieron, Gardel y Fangio y Borges y Leloir y Maradona y Messi… Famosa por el tango que abraZSa los cuerpos. Pero desde hace más de cuatro décadas la Argentina también es admirada por sus tenaces Madres Abuelas de Plaza de Mayo. Y de todas las plazas.   

   Sin caer en la nostalgia empalagosa, ahora recordemos: eran un puñadito y giraban bajo lluvias de diluvio o bajo soles rajantes. Giraban solitas y desguarnecidas, “inútilmente” giraban. No sabíamos, tardamos en darnos cuenta que esas tercas eran las panaderas de la memoria.

    Quedan varias que ya rumbean para atravesar los 100 años de edad; ancianitas, siguen saliendo, siguen buscando, siguen pariendo. Ya no van solas, las acompañan seres de todas las edades, entre ellos los jóvenes que no habían nacido cuando ellas empezaron a girar, allá en la eterna oscuridad de 1976.

    La preciosa novedad es que los miles que están con las Madres Abuelas en esta infatigable faena de darle vuelta los bolsillos a la muerte, aparte de la vehemencia de los estribillos, alzan alegría. Porque no sólo estamos para el luto, también estamos para la alegría. 

   A propósito del coraje ilimitado de las madres, hay interrogantes a considerar. Por ejemplo: en una sociedad tan fogoneada por los elefantes medios de (des)comunicación para el miedo histérico y para la paranoia convertida en ideología, en un conato de república así sembrado, los actos arrojados de estas madres cruciales, ¿no vendrían a ser una suerte de compensación a tanta crueldad consumada?

   Ellas fueron la última cornisa de nuestra dignidad. El coraje de ellas sigue siendo no un coraje en cómodas cuotas mensuales, es un coraje sin red, de cuajo.

    Estas mujeres, ¿son realmente heroínas o sólo responden a esa sagrada expresión del egoísmo que es la protección materna?

   Animémonos al interrogante: lo de ellas, ¿es puro coraje o es ciego amor convertido en inconsciencia irreparable?

   En todo caso, la inconsciencia de estas Madres ante situaciones extremas, muestra que saben pensar con el instinto; son expertas en el arte de convertir al instinto en pensamiento.

   Pero no hay caso, algunos mal nacidos prefieren decir que el coraje de estas Madres no es otra cosa que ciega desesperación.

   Ante los minimizadores de las Madres Abuelas, tan insultadas ellas en el año 2024, reduciéndolas a mera expresión de inconsciencia, propongo meditar una gran paradoja: es notable cómo la mentada “inconsciencia” de estas mujeres vino a servirnos para desactivar el descompromiso. Tal la paradoja: la supuesta “inconsciencia” de ellas sacudió las “conciencias” de una sociedad sumida en el cómodo limbo de la digestión.

    Pero, sea coraje o inconsciencia, es evidente que los sacudones de conciencia provocados por las Madres algo despertaron en una sociedad anestesiada por la costumbre del miedo. Ellas incomodaron sin feriados. Por ellas aprendimos a diferenciar abstinencia y prudencia, desmemoria y reconciliación. Y sobre todo aprendimos que la paciencia es lo contrario de la resignación.

    ¿Qué sería de esta patria idolatrada sin las arrojadas acciones de estas madres? ¿Estaríamos de pie? ¿Estaríamos en cuatro patas? ¿Estaríamos?     

    Escribió Susana Sontag: “Se nos ha enseñado a olvidar perfectamente. Y ésa es la base de nuestro optimismo”. Pero este concepto, tan dolorosamente cierto, se desactiva por completo a propósito de nuestras Madres del pañuelo. Ellas pueden ser optimistas porque no olvidan, y no nos dejan olvidar. Ellas nos enseñan que no hay alegría bien habida sin memoria. Y más: que la memoria es la forma más ardua y necesaria del optimismo. Lo que se dice: el optimismo de la memoria.

    Hoy estamos cruzados por el negacionismo. Hay medio país que oscila entre la injuria y la celebración de la barbarie. Desde el diciembre del año pasado la Universidad de las Madres ha sido un blanco tentador. Pero no renuncian a su condición de parteras de la memoria. Siguen buscando, y encontrando, ellas. No se toman feriados, quedan más de 300 nietos que ni saben cómo se llaman. No se trata de números, se trata de seres humanos que aún están por nacer.

 

* zbraceli@gmail.com    ///    www.rodolfobraceli.com.ar

 

 

__________________________________________________________________________________________________________________________________________
Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD