Por Roberto Follari, Especial para Jornada
Una semana pésima para el gobierno: faltó gas en los automóviles (sobre todo los taxis), continuó -y no ha finalizado- la protesta generalizada en Misiones, el gobierno maniobró contra la apertura de los galpones con comida hasta que tuvo que ceder, y se descubrió un monumental fraude al Estado -en acción de clara corrupción- dentro del super/ministerio que dirige Petovello. Mientras, Milei se entrevista con jeques de la economía en Estados Unidos, con dudosos resultados para nuestro país.
“Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está”, podría pensarse, ya que el presidente otra vez está ausente, más preocupado por ser tapa de Time -aunque fue criticado en la revista- que de gestionar algo en Argentina. Pero sería un error. Poco importa si está el lobo -o el león, como gusta magnificarse-: él no gestiona cuando está lejos, pero tampoco cuando está aquí. Su gusto por la política es cero, y por la gestión también: él se siente mejor como conferencista (si bien no tiene espacio ni reconocimiento en los ámbitos académicos) y como supuesto rockstar (allí tiene menos espacio aún): su interés es doctrinario, él quiere dar la “batalla cultural” y -como ha enfatizado- poco le importa al respecto si es presidente de la República.
Peor para la República, obviamente: no es bueno un presidente sin vocación de serlo. Si a eso le sumamos el contenido de la doctrina de Milei, lo penoso de la situación que vive el país se hace comprensible. Como dijo Malamud esta semana, nadie puede sorprenderse de lo que hace Milei. ¿Cómo puede esperarse una buena gestión de Estado de quien entiende que está allí para destruir el Estado?
En la derecha liberal/conservadora argentina se hacen los tontos -periodistas, políticos, legisladores, economistas-, y todos fingen creer que Milei es uno de ellos. Pero no lo es: no es un neoliberal cualquiera, sino un extremista que sostiene un casi desconocido anarco/capitalismo. Es decir: acabar con el Estado. No tener un Estado menor, ni un Estado que deje de ser empresario. Es muy otra cosa: se trata de liquidar el Estado. En todo caso, si alguna vez Milei se dijo “minarquista” -sostener Estado mínimo- fue para mantener los palos y bastones necesarios para reprimir descontentos. Nada más.
Por eso Milei no coincide con Broda, con Cachanovsky, con Melkonian, con López Murphy, con Prat Gay: con esa flor y nata de la derecha argentina. Porque ellos son una derecha “del sistema”: Milei encarna una extrema derecha, a su modo “revolucionaria”, que pretende poner patas arriba la sociedad, liquidando lisa y llanamente el Estado.
Todos disimulan, como si no hubieran escuchado de vender los propios órganos, vender las calles de las ciudades, vender los niños, vender el mar (esto último, del egregio Benegas Lynch). Hemos escuchado toda clase de excesos y extremos. Nada tiene de raro que quien detesta al Estado no gestione nada. Simplemente, “ocupe” el Estado con finalidad de achicarlo, de cerrar oficinas, privatizar empresas y echar personal. Y, por supuesto, hacer leyes para dejar todo en manos de particulares (casi siempre extranjeros, dado la diferencia de poder financiero en favor del Norte).
Gestión cero. No se hace nada. Hubo dengue, y nada. Hubo inundaciones en Entre Ríos, y nada. Hubo trenes que chocaron, y nada. Hubo levantamiento -incluso policial- en Misiones, y nada desde el gobierno central. Inmovilidad total, pasividad absoluta, el gobierno no existe salvo para anunciar despidos, privatizaciones, cierres y proyectos de ley que -como el infausto RIGI- dejan todo a manos del gran capital internacional. Pero gestionar, lo que se dice gestionar: no, eso no se practica.
Que nadie se sorprenda: es el efecto esperable de un gobernante doctrinario, aferrado a ideas desorbitadas. Más bien hay que sorprenderse de que la sociedad pretenda no darse cuenta, mire para otro lado, o crea esperanzada que en algún momento volverán los buenos tiempos del consumo. Tiempos en que, según el libertarianismo, ya no habría ni escuelas públicas, ni salud pública, ni servicio estatal alguno. Ni obra pública, como ya venimos viendo. Y quizás sin siquiera escuelas privadas, pues en el extremo se busca el “homeschooling”, la desaparición de las instituciones escolares para reemplazarlas por…¡¡la educación de los padres en cada casa!!
La (mala) costumbre del espionaje y el final de Posse
Pasada la pálida ceremonia del 25 de mayo en Córdoba (sin pacto ni gobernadores), no estuvo nada feliz el presidente ante el requerimiento de por qué no abrían los galpones con alimentos no utilizados, en una situación de hambre para muchos: contestó que “si no llegaran a fin de mes, ya estarían muertos”.
Tanta decisión por mostrar que el gobierno no da nada a nadie -según los teóricos de Milei, eso sería “ayudar a los inmorales”-, no cayó bien en la población. Menos aún la terquedad por no entregar alimentos que la Iglesia reclamó en varias ocasiones, y que se arruinan con el paso del tiempo. Los argumentos para no entregarlos cambiaban, lo que mostró que eran totalmente ocasionales: que estaban para emergencias (pero ya hubo emergencias y no se usaron), que todo era yerba (hay fideos, arroz, leche en polvo, además de yerba), que se compraron irregularmente, y ya no se sabía qué más inventar.
Una vez más, quedó claro que los ataques del gobierno a las organizaciones que han manejado planes sociales, tiene una función secreta pero obvia: no financiar los comedores populares, en tiempos en que el hambre arrecia. Por supuesto, tampoco se financia a Margarita Barrientos (reconocida partidaria del PRO), ni a los comedores de la Iglesia. No se financia a nadie, en tiempos de máxima necesidad para millones de argentinos.
Hasta que la presión social estalló. La denuncia de Lijalad, más la acción judicial iniciada por Grabois produjeron consecuencias: y hubo que liberar la comida, y acabar con los pretextos y los inventos delirantes de Adorni para justificar lo injustificable. Se acabó: el Ministerio anunció la entrega de la comida por el Ejército.
Lo que no se acabó son las responsabilidades legales por la demora en la entrega y -sobre todo- por los alimentos que se han vencido y ya no sirven. Habrá responsables por tamaña afrenta a la necesidad social en curso.
A su vez, la misma Petovello denunció ante la Oficina anticorrupción a su subsecretario De la Torre, por manejo trucho de boletas dentro de ese Ministerio. Se descubrió desvío de unos cien millones de pesos mensuales, que aparentemente se distribuían como sobresueldos para los funcionarios.
Es un fuerte hecho de corrupción en el gobierno de Milei, donde la acción de acusar por parte de Petovello no la exime de su responsabilidad por las mentiras previas para no entregar la comida y por los vencimientos de una parte de esta. Y habrá que ver en qué situación queda ella si hay investigación judicial de la corrupción y el uso doloso del dinero.
Pero cabe reflexionar: ¿qué esperábamos de un gobierno que considera héroes a los fugadores de divisa, que prefiere la maffia al Estado? Con la Gestión cero, los comedores se han ido cerrando. Y de algún modo, siguen igual: cuando se haya acabado la mercadería ahora a repartirse, o el gobierno compra más, o volveremos al punto de inicio. Y el gobierno no ha mostrado voluntad de comprar: tiende a lo contrario, se trata de des/financiar los comedores, así como de desfinanciarlo todo.
Mientras, la vieja costumbre macrista de espiar reapareció, esta vez en aquello de que por lo bajo -pero por tv y por todos los grandes medios- se señala: Posse espiaba con los agentes de la AFI. Si Macri espiaba hasta a su hermana o metió una espía como empleada doméstica en el domicilio de Santilli, ahora se dice que Posse espiaba a los hermanos Milei, entre otros miembros del gabinete. El mudo personaje fue eyectado, como tantos previos amigos de Milei: Marra, Maslatón, Kikuchi.
Milei, lejos de su país de las maravillas
Toda la semana continuó el conflicto en Misiones -sólo arreglaron los policías la noche del martes-; los trenes funcionaron a media velocidad el jueves, complicando a cientos de miles de personas en la CABA; este sábado hay nuevo aumento de los combustibles, y se posterga otra vez -pero no se sabe si del todo, y menos aún por cuánto tiempo- el largamente anunciado y fortísimo aumento en tarifas de gas y de electricidad. Un combo que complicará aún más a bares, almacenes y pequeñas empresas en general, que -con menos consumo y ventas, además de costos multiplicados- tienen que echar empleados, cuando no cerrar sin más.
El gobierno nacional sigue enfrascado con la ley bases. No es evidente que pueda imponerla, a pesar de la lamentable forma en que diputados/as como Tagliaferri y Kueider “cambiaron de opinión” con la visita de Francos. Se verá la discusión en particular, donde privatizaciones, impuesto a las ganancias, poderes especiales y el RIGI son sólo algunos de los espacios donde hay parciales o totales impugnaciones.
Mientras, el PRO sigue en su laberinto. Bullrich contraatacó a Macri por las renuncias que éste forzó en el Consejo partidario bonaerense, y separó a varios diputados/as del bloque manejado por el macrismo. Mientras, un ex PRO de extrema derecha (De la Torre, hermano del eyectado por Petovello), hizo solidaridad familiar, y anunció que deja el espacio de diputados bonaerenses de LLA para irse (¿al del PRO?), con lo cual -son dos diputados- neutralizarían un tanto la acción de la Bullrich. Como dijo el Gran Timonel, “hay un gran desorden bajo el cielo”.
Como se sabe, la Gestión Cero fue responsable de la falta de gas: como no se hizo los compresores con que se completaba el gasoducto Néstor Kirchner, la provisión fue escasa para el frío temprano de este otoño. ¿Qué hubo que hacer? Ir a pedir auxilio al Brasil, con costos enormes (de los 45 millones de los compresores, a 500 millones del buque y la carga). No gestionar sale caro. Pero el papelón de Mondino poniendo corazoncitos a la bandera brasileña, luego de que Milei declarara que Lula era “corrupto” y “comunista”, y que “jamás negociaría con él”, muestra los niveles de la actual diplomacia argentina. Ya se había ido a pedir dinero a China, tras provocarla con fotos junto a la representante de Taiwan, y declaraciones sobradoras e insensatas de Adorni, que atribuyó una ayuda de los chinos a “que nos mandan cosas de la pandemia”. Los chinos callan, pero no comen vidrio. Y no son todos iguales.
Este es el país de Milei aunque Milei no quiera recorrerlo, con ocho viajes internacionales y ninguno prolongado a las provincias. Ese donde se dice que “la población lo apoya”, pero que según Córdoba -no la provincia sino el encuestador- tiene a un 48% que lo sostiene (eso, antes de los escándalos en el Ministerio de Petovello). De esos 48, sólo 23 -ahora según Diego Reynoso, otro encuestador- son núcleo duro: los otros 25 están condicionados, esperan mejoras que si no llegan los harán desistir. Del 52% opositor, 38 puntos son decididamente opuestos a la gestión (o no-gestión) de Milei. Moraleja: si el brutal ajuste no termina, pronto los apoyos al gobierno se irán desgranando. Pero a la vez, el programa de Milei no funciona si el ajuste extremo no continúa.
Porque no se trata que “ya antes veníamos mal”. Desde diciembre todos los índices son mucho peores: salarios, jubilaciones, pobreza, indigencia, empleo. Y tampoco es cierto que este ajuste inaudito sea por la crisis económica: es por la política económica que se ha tomado. Había que hacer rectificaciones, pero no era éste el único camino. La liquidación del gasto estatal no viene del cielo ni de una versión neutra de la economía: es el fruto necesario de la doctrina liberal libertaria que profesa el presidente.
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