Por Roberto Follari, Especial para Jornada
El film no incluye golpes bajos, no es una apología del alfonsinismo ni del luego célebre fiscal. El ciudadano medio puede representarse en él, sin distinción política que no sea el respeto a la democracia. “Nunca más!!”, y en todo el país las salas tiemblan. Como tembló la Argentina entonces.
Majul hace a su modo de Capusotto: “dirás lo que quiero que digas”. Y le lanza al ex presidente Macri que, si piensa hacer de modo abrupto las privatizaciones y ajustes que planifica, tendrá que “soportar muertos” (del otro bando, por supuesto). Le pregunta al jefe del PRO si tendrá la “audacia” para hacer lo que quiere, a pesar de los muertos que –es lo que le dice- vendrían de la represión inherente a esas medidas. Macri responde que sí, que hay que hacer lo que él juzga imprescindible. Algunos de los que vemos apenas podemos creer lo escuchado, presentado con impropia naturalidad.
Muchos jóvenes van a ver “Argentina/1985”. Se enteran del horror, de testimonios desgarradores que se muestran dentro de otras escenas de ternura o de humor. Es una pedagogía necesaria a las nuevas generaciones: la democracia se construyó de a poco. Y logró, luego de algunos años y como parte de su consolidación, establecer por ley que los militares se ocupan de sus funciones específicas (seguridad en relación a otros países, algunas tareas de apoyo social bajo control civil), y ya no pueden hacer actividades de represión y de seguridad internas.
Casi al unísono que otra de las altisonancias de Bullrich, lanzada en el mismo sentido, Macri completa la idea esbozada con Majul. Dice que él piensa cambiar la ley sobre funciones de las Fuerzas Armadas, para volver a involucrarlas en seguridad dentro del país (es decir, en represión). Su escasa sensibilidad para lo referido a violaciones a los derechos humanos –no le tocaron de cerca, ni a él ni a sus allegados- hace que, en medio de la remake de la exclamación inolvidable de Strassera, él esté planteando todo lo contrario.
Seguramente entre los actuales militares habrá diversos puntos de vista, pero no sería rato que predomine el de mantenerse en sus funciones específicas. Nada deslució tanto a las tres armas como su involucramiento en la toma ilegal del Poder Ejecutivo, acompañada de procesos de represión clandestina de una inaudita crueldad. Lo mejor para la recuperación de la credibilidad, es mantenerse lejos de ese pasado. Difícilmente los militares cedan a los delirios represivos de sectores civiles de la derecha argentina, la misma que en 1976 los empujó al gobierno y en 1985 los dejó solos, como únicos responsables –o al menos casi los únicos- del horror de los secuestros clandestinos y las prolongadas torturas.
La gente sale pensando de la sala, algunos se secan discretamente la humedad de las mejillas, otros comentan la calidad del guión y las actuaciones. Todos deploran aquel pasado de plomo. Hace dos años, también millares de argentinos le marcaron la cancha a la Corte Suprema, cuando quiso aplicar cambios en el cumplimiento de pena de los condenados por la represión ilegal. El pueblo argentino no quiere retornos del pasado, no quiere legalizar acciones de las FF.AA. que hoy son penadas por la ley. Y es que son muchos los argentinos que creen que “Nunca más” significa exactamente eso: Nunca más.
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