Por Roberto Follari, Especial para Jornada
Los expertos en lógicas borrosas se harían trizas frente a esta curiosa paradoja. Votarlo para que no haga lo que dice, o porque no podrá hacerlo. ¿Puede entenderse de alguna manera este galimatías?
La primera vez que lo escuché me reí: era algún desorientado que dijo inconsistencias. Luego me fui dando cuenta de que el extraño razonamiento debía circular en las redes sociales o en las conversaciones cotidianas, porque empezó a repetirse. Es más, es el “argumento” -algún nombre hay que darle- que más he escuchado de quienes votaron a Milei: “sabemos lo que dice, pero no podrá hacerlo”.
Convengamos que este razonamiento guarda una dosis de cinismo importante. Porque podría usarse para no dar ninguna razón para haber votado a quien fue ganador. “Como no puedo dar razones en favor de su plan de gobierno, puedo aducir que ese plan no ha de cumplirse”; así no tengo que explicar nada. Voto a alguien que no hará esas cosas un tanto desaconsejables que plantea, ya sea privatizar salud y educación, o eliminar el Banco Central.
Es un modo abreviado de hacer la prestidigitación discursiva practicada por Mondino, quien entre sonrisas seductoras pretende hacernos creer que “algunos inventaron” que se rompería con China y Brasil, cuando Milei lo dijo hace apenas tres semanas ante millones de espectadores dentro del debate presidencial. Pero vea Ud. que por gracia de la triunfante elección, lo dicho (y filmado, además) nunca pasó. Nunca se dijo que iba a romper con China, nunca se dijo improperios sobre Lula. Ni sobre el Papa, reconocido bruscamente como jefe de Estado y de la religión mayoritaria de los argentinos.
Quizás fue eso: “Lo apoyo y me ahorro argumentos”. Digo que no podrá hacerlo, y acabada la discusión.
Pero en muchos casos no fue para hacer esa clase de pretexto. Muchos han creído genuinamente en este insólito razonamiento. “Lo apoyo -seguramente porque coincido en su direccionalidad ideológica o programática- pero no tan lejos como él quiere ir”. Porque no podrá ir tan lejos. Lo apoyo para que no haga lo que quiere, sino una parte menor de lo que quiere, y en todo caso desplace a quienes hoy detentan el poder político.
Qué problema. Darle poder a alguien para que no pueda hacer lo que busca hacer. ¿Quién puede controlar que así sea? Es obvio que nadie. El resultado de este singular razonamiento de paradoja, es que se ha entronizado en la presidencia a quien -en todo su derecho- tratará de hacer lo que a él le parece bien. Si muchos votantes creyeron que venía para no hacer lo que dijo, él tratará de hacerlo.
Que tenga que apelar a la casta, que los nombres que se barajan estén llenos de menemistas y macristas, cuando no de partidarios de la extrema derecha como Villarruel y Rodolfo Barra, no significa que no vaya a marchar hacia donde quiere. Milei irá en la dirección que algunos de sus votantes dijeron que no podría ir. Cuánto obtenga, no lo sabemos: pero había sonado para educación -parece que finalmente desplazada- una conspicua partidaria del régimen de Pinochet.
La estanflación reinará durante meses, y se verá cuántos de los votantes del nuevo presidente tendrán la paciencia de seguir apoyándolo. Pero hacia allí va, hacia donde dijo: ajuste total y liquidación del Estado. Los votantes “frágiles” no podrán aducir que no se les avisó. Son ellos los responsables, si es que en algún momento una parte de ellos se sintiera decepcionada.
Es que el “argumento” antilógico, sostenía también -casi siempre sin decirlo- que las medidas eran demasiado extremas, y que -por lo tanto- iban a salir algunos a confrontarlas. Ya se lo ve, desde sindicatos y organizaciones sociales: aquellos contra los cuales votaron los del “no a va poder hacerlo”. Porque el cinismo de la apuesta tiene una claúsula secreta: los que saldrán a resistir estas medidas son la izquierda y el peronismo, son las organizaciones de base. Serán ellas quienes buscarán lograr que “no haga lo que pretende”.
Es decir: un sector que votó a Milei manda a los que sufrirán sus peores consecuencias, a que resistan y limiten sus posturas más extremas. Animémonos, y vayan. Hay, realmente, quienes pueden ser muy singulares a la hora de votar…
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