Por Roberto Follari, Especial para Jornada
El fenómeno de perplejidad es menos visible en Mendoza, donde el voto a Milei fue muy mayoritario, y donde las reacciones sociales son más parsimoniosas y menos abruptas. Pero la tv nacional no deja dudas: aún los medios más oficialistas, típicas fuentes del antiperonismo y antikirchnerismo, dedican horas enteras a visitar carnicerías y colas de personas esperando el micro, para preguntarles por su opinión sobre la situación, y respecto a qué piensan hacer con los nuevos precios y tarifas.
Las respuestas a menudo son desconcertadas: “ya veremos”, “no sé”, “no podré ir más al trabajo”, son algunas declaraciones frecuentes. No cuesta advertir que muchos de los que responden han votado a quien es hoy presidente, de modo que están un tanto descolocados. Votaron contra la inflación: tienen más inflación, con aumentos de la carne, los alimentos en general, los combustibles…y con devaluación que aún no termina de adosarse a los precios. Faltan artículos en las góndolas, pues a menudo “no tenemos precios” es aquello que aducen los comerciantes: o, directamente, estos han rechazado las entregas desde las empresas productoras porque los números han resultado prohibitivos, y creen que los clientes no podrán asumirlos.
Mientras, el gobierno prepara la ley ómnibus: Si como trascendió pretenden imponer tamañas reformas por decreto, la denuncia de posible inconstitucionalidad será inmediata. Si se apela al Congreso, lo ocurrido con las comisiones del Senado -donde los partidos provinciales y la UCR se aliaron a la discutida vicepresidenta-, quizá podrían imponerse, por vía de la presión sobre los gobernadores. Aunque el triunfo de Lousteau en el radicalismo el día viernes, quizá signifique una UCR menos pegada a las posiciones del nuevo oficialismo.
El reciente gobierno descarga su furia reformadora sobre la clase media, que lo votó mayoritariamente. Es que, al igual que Macri lo hizo en su gobierno, en LLA se ha dicho que nada hay peor que los planes sociales, pero a la hora de la verdad estos funcionan como paragolpes del descontento popular. La voluntad represiva expresada claramente por Bullrich, muestra que el problema no son los piquetes, ni el tránsito por las calles: lo que quiere desalentarse es la protesta social -inalienable derecho constitucional-, en plena conciencia de que el ajuste planteado no podrá evitar diversos modos de respuesta por parte de organizaciones sociales y políticas, e incluso quizá de sectores de la población dispersos y no coordinados. La “fórmula social” de LLA es clara: aumentar las AUH por una parte, preparar la actuación de las fuerzas de seguridad por la otra.
Quizá una clara exponente del antikirchnerismo más acendrado, sea quien muestre con más claridad la angustia de un sector que se jugó por Milei. Viviana Canosa, la de los suspiros a cámara, mohines, gritos y toda clase de apelaciones corporales, expuso el viernes su desencanto en su programa de uno de los canales de tv más representativos del conservatismo. Ella, que empezó siendo amiga del actual presidente, luego alejada, a posteriori de nuevo re-esperanzada: pero que siempre se entusiasmó con Macri y con el PRO (fuertemente presente en el gobierno con Bullrich y Caputo). Con un tono inusualmente bajo -costaba a veces entenderla- habló de que “no hay plata, pero tampoco hay empatía”. Se refería al gobierno: no hay empatía con la población. Dedicó tiempo a la hermana del presidente, también al cargo del hijo de la ministra Mondino en su ministerio -dudando de su proclamado “ad honorem”-. “Apartamos al kirchnerismo para que no ocurrieran estas cosas”, dijo, volviendo a sus slogans habituales.
Es que pareció honestamente golpeada: ha esperado años al nuevo gobierno, para que éste no fuera como lo supuso. No advierte que la cantata televisiva se inventa sus propias afirmaciones, y termina por creerlas como dogma. Por años han perorado que los problemas de la Argentina han sido producidos por el peronismo (si bien los números podrían decir otra cosa, sobre todo entre 2003 y 2011). Ahora resulta que no era así: la inflación no era sólo del gobierno anterior, la supuesta insensibilidad no era sólo de antes, las respuestas absurdas no son sólo las que daba la anterior vocera presidencial.
Porque Canosa dijo no poder creer lo que escuchó de Adorni, el nuevo vocero del presidente: cuando se le preguntó qué haría el gobierno ante el deterioro del poder adquisitivo que implican sus medidas económicas, declaró que no entendía a qué se refería el periodista con lo de pérdida del poder adquisitivo. Ciertamente una respuesta más digna de una distraída charla de café, que propia de un informe oficial. Y clara muestra de que hemos entrado en un tiempo en que las cosas están lejos de las utopías optimistas que la derecha ideológica supo proponer antes de las elecciones.-
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