Por Roberto Follari, Especial para Jornada
La paciencia social no es infinita. Fuertes desórdenes en una ciudad tucumana por la llegada de las boletas con nuevas tarifas. Disturbios en Santa Fe, donde Pullaro abandonó las buenas formas que traía para imponer a las corridas -y con obvia consecuencia judicial- una reforma previsional catastrófica: más años de trabajo, más depósitos de los propios sueldos para financiar la caja. Son las consecuencias del Honorable Déficit Cero, ese Dios al cual se sacrifica la alimentación, la salud, la educación y la vivienda de la gran mayoría de la sociedad. La protesta social se siente: paro aeronáutico, paro universitario, movilizaciones frente al Congreso por las jubilaciones y por el financiamiento de la educación superior.
Hugo Haime, que no es para nada un rival del actual gobierno sin serle adicto, mostró que el 56% de los argentinos rechaza el rumbo político de Milei, y sólo un 42% lo aprueba. El porcentaje en contra empieza a ser importante. Nadie puede esperar hasta la eternidad por la bonanza que jamás empieza.
Dentro de esta situación, el oficialismo continúa con su escasa presencia en el Congreso. No tiene cómo arreglarlo. Por suerte cuenta con la posición subordinada y torpe del PRO, que sueña con diferenciarse pero vota minuciosamente todas las posiciones de derecha que lanza el gobierno. Así y todo tampoco alcanza, con un bloque de Pichetto que dejó de obedecer a la Rosada. Por eso, de hacer discursos de espaldas al Congreso e insultar a las “ratas”, “ladrones”, “delincuentes” y parecidas bellezas que el presidente adscribía a todos los legisladores, ahora los insultos son sólo para quienes voten diferente.
Ya no le alcanza a Milei con enviar a Santiago Caputo, menos aún a un decadente Francos. Ahora tuvo él mismo que tomar las riendas de la política y convocar a diputados de otras bancadas, entre ellos cinco memorables de la UCR. Seguro que el intercambio de mutuos favores fue caudaloso pues los diputados hasta se prestaron a una foto en que posan sonrientes junto al presidente, en muestra elocuente de lo que allí sucedió.
El papelón de los cinco UCR es de proporciones bíblicas. Claro que también ayudaron bloques provinciales, y los inefables tucumanos del camaleónico Jaldo. Pero resulta que Campero, Tournier, Picat, Cervi y Arjol no sólo votaron contra una pequeña mejora imprescindible para millones de jubilados: también dieron vuelta su voto respecto de apenas dos meses antes. Ello, sin que nada importante haya cambiado y previa foto con Milei en la Rosada, toda una confesión de parte.
Pero no es por estas más que suficientes razones que el daño de estos diputados a la política y a la UCR es enorme. Es que, además, en una situación digna de Ripley, el proyecto contra el que votaron…¡¡es de ellos mismos!! ¡¡Es de los diputados de la UCR!!
Habrá que ir a las bibliotecas para ver si hay antecedentes de una situación tan grotesca. Campero, que en la sesión primera había defendido encendidamente el proyecto hablando varias veces de “honrar” a los jubilados, prefirió honrar en este caso a los adversarios de los jubilados y de la UCR. Picado por las constantes referencias en el debate a la singular regla moral de los diputados “confundidos”, salió a gritar y hasta pretendió parecer sobrador y jocoso: dio más pena que rabia. El lamentable espectáculo de su defensa (en que no faltaron groserías mediáticas como la de las meneadas “14 toneladas de piedras” que, seguramente, él nunca pesó) sirvió a una mayor degradación de la palabra pública y de las funciones del Congreso.
Renglón aparte para el entrerriano Galimberti, otro “héroe” que dejó su diputación de la UCR para entregarla al PRO, a cambio de un cargo en la presa Salto Grande que se paga en dólares. Fue muy oportuno y eficaz.
La tragedia de Feinmann, Bullrich y el video trucho
Gasean a una niña a un metro de distancia: a eso hemos llegado en términos de represión. Ya no se habla de las manifestaciones populares, sino de los interminables cordones de policías, aeroportuarios, gendarmes y prefectos, dedicados ninguno a sus funciones específicas, sino todos a la represión social y política de la protesta. Igual, mucha gente se manifiesta y los confronta.
Lo grotesco es que la exhibición de violencia policial innecesaria (cascos, bastones, viseras, escudos, camiones hidrantes, motocicletas, perros, aerosoles tóxicos, camiones celulares y demás), se cierra, cada vez que la acción represiva se ejerce, diciendo que “no ha habido ninguna violencia policial”. Tiran la piedra y esconden la mano. Muestran que pueden pegar, pegan efectivamente, y dicen insólitamente que no pegan.
Echar la culpa de la violencia a los jubilados, es tragicómico. Los Robocops policiales están muy bien protegidos, y saben golpear, como demuestran permanentemente. Está muy claro de qué lado está la posibilidad mayor de uso de la fuerza.
Gasearon a la nena, y esto se viralizó. ¿Qué se les ocurrió en el Ministerio? Mandar un video trucho a la tv (a Feinmann y a Viale, singularmente), donde, con bajísima definición, se veía a una figura vestida de anaranjado que tiraba un polvo o un gas. Es tan malo el video que pudo filmarse aquí o en Tailandia o Kuala Lampur, y ser de ahora o de hace diez años. Feinmann -contra toda conjetura plausible- se creyó la maniobra, de modo que publicó y comentó cómo los manifestantes gasean manifestantes, mientras angelicalmente los policías asisten a tan detestable situación. Mientras, la viceministra de Seguridad defendía esa versión en ese y en otro canal, para que la represión fuese percibida como impalpable y bondadosa.
Resulta que apareció el video: claro, nítido, preciso, incontestable. Como era obvio desde el principio, los gaseadores fueron de la policía. No hay duda alguna.
Feinmann montó en sincera cólera: el Ministerio se aprovechó de su buena fe (y de su ideología favorable a la represión, claro). Enojadísimo, pidió al aire la renuncia de Bullrich el día siguiente, y llamó “mentirosos” a los que enviaron el video trucho, y a quienes lo habían defendido. Fue valiente Feinmann, y honesto en su postura: Bullrich lo interrumpió por teléfono ante las cámaras, y pronunció una serie irreproducible de inconsistencias. Que está prohibido llevar niños a las manifestaciones (eso es falso); que el video trucho mostraba que habían sido los “anaranjados”; que, si finalmente los gaseadores fueron policías, sucede que estos “no ven” y “no oyen” -se les gritó que había una nena- por sus cascos. Cada argumento era contradictorio con los otros, y ninguno sostenible: es un disparate decir que la policía no ve por dónde está. Y si no ve, será mejor que cambien las condiciones de sus uniformes.
El modo en que Bullrich defiende a la policía remeda el de un pacto maffioso: no puede entenderse que el viernes, ya despejadas las dudas, no pudiera decir “el policía que gaseó a la niña será sancionado”, sino balbucear “si las cosas fueran como parece que fueron, habría que ver…”, etc., en un soliloquio vacuo e impreciso.
Feinmann mostró sinceridad y convicciones, pero cierta cortedad en su formación no le permite comprender que no sólo lo engañaron desde el Ministerio: él se dejó engañar, a partir de su propia ideología. ¿Quién puede creerse que los que reprimen en un operativo policial excesivo y monumental, no son los policías?
El flautista de Hammelin, convierte ratas en héroes
El domingo el presidente hará una especie de “show” en el Congreso, a la hora de presentar el presupuesto del año 2025. Poca chance tiene de que le acepten presupuestos que recortan hasta los medicamentos del Pami: hay que montar, entonces, un espectáculo.
Resulta que no se sabe bien qué es eso, pues no es Asamblea Legislativa, ni sesión del Congreso, ni de comisiones. Quien daba la espalda al Congreso en desafiante actitud de desprecio, invita ahora a los que votaron a su favor…¡¡a comer un asado!! Verdadero ejemplo de autonomía de los poderes y de cuidado institucional.
Milei tratará de retomar la iniciativa tras las derrotas sufridas en el Senado esta semana: la segunda fue por “apenas” 57 votos a 10. Y claro que los inversores hacen cuentas…¿qué estabilidad puede garantizar esto?
Ya vetó la ley de jubilaciones, ahora lo hizo con la ley universitaria. Su apuesta es a que ello no le afecte en nada. Como fracasó en su foto con Senadores -hizo una análoga a la de diputados, pero fue en vano-, siguió adelante con otro veto. Algo así como un nuevo nombre presidencial: El Beto Milei. Lo cierto es que no es evidente que esas decisiones legales pero conflictivas, no dejen cicatrices a corto y mediano plazo. Y que no vayan a promover desgastes: los universitarios vuelven pronto a las calles.
Lo cierto es que Milei, en sus desmesuras -que llevaron hasta a un incalificable gesto masturbatorio cuando su charla en Mendoza- decía que los legisladores eran “ratas”, “ladrones”…ahora una parte de ellos, los que lo votaron favorablemente (87 contra 153, fueron pocos pero bastaron para el tercio necesario) se han convertido en súbitos e improbables “héroes”. Incluyendo, claro, el heroico comportamiento de los 5 fugados de la UCR, de los 3 “peronistas” de Jaldo, y de los provinciales que miraron para otro lado. Seguro que nunca fueron ratas: evidente que están lejos de ser héroes.
Cristina: reentre necesaria, obsesión bimonetaria
Ha reaparecido Cristina, en alocuciones varias. Viene bien a una oposición que tuvo destacados resultados en el Congreso: es la figura más fuerte del peronismo, dos veces presidenta, y es una oradora fluida y brillante. Imprescindible para una oposición ausente en lo político -sí presente en la calle y el Congreso-, de modo de empezar a poner nuevos actores en la contienda por el sentido del presente.
Cristina ha mejorado su imagen, en la medida en que ha empeorado la de Milei. Si bien la demolición por lawfare que se ha hecho de su figura hace que tenga fuerte rechazo de un sector importante de la población, nadie como ella puede lograr cerca del 35% de adhesiones sobre el conjunto de la población.
Ya había avanzado con algunas definiciones muy interesantes en el documento que publicó 10 días atrás. Allí se incluía el tema seguridad -algo que históricamente no tuvo suficiente peso para el kirchnerismo-, se decía que el déficit fiscal no es algo de lo que haya que estar enamorados…se desandaban, de manera interesante, algunas de las fallas que el peronismo -y no sólo el del período de Alberto- sostuvo, y que contribuyeron a su derrota en 2023.
Cierto que el modo en que estaban expresadas estas ideas, hacía parecer que Cristina siempre ha pensado como ahora lo dice, en vez de asumir una cierta autocrítica respecto del pasado. Y esa autocrítica del peronismo parece políticamente necesaria.
Lo curioso es que Cristina insista en mantener la discusión en el plano de la macroeconomía. Dentro de ello, continúa con su insistencia en la economía bimonetaria como base de la inflación, tema teórico discutible, que a la población muy poco importa. Hay que bajar a la economía familiar, y en todo caso articularla con lo económico estructural.
Es que, aunque a veces parece que ella lo creyera, Cristina no es una académica ni una economista: es una política. Y es en esa clave que se espera sus declaraciones, y es allí donde muchos no encuentran la instrucción mínima para confrontar el presente.
Lo cierto es que al lado de otra figura que es central a la oposición (Kicilof), la ex presidenta se ha lanzado al ruedo. Se verá si logra sintetizar, desde sus posiciones, a la amplia gama de matices que hoy se revelan en el peronismo y sus aliados.
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