Por Roberto Follari, Especial para Jornada
Ucrania dinamitó el puente de Crimea. Luego lanza drones con explosivos contra Moscú, y Borrell, desde la Unión Europea, los autoriza: “Si ha sido atacada, Ucrania tiene derecho a atacar territorio ruso”. Esto suena como declaración menor, pero es casi un permiso a Rusia para atacar a cualquier país europeo, en tanto estos proveen todo tipo de apoyo a Ucrania.
Los bombardeos rusos han arreciado: hay ataques fuertes fuera del Dombas, incluso en Odessa. El batallón Wagner se ha ubicado en Bielorrusia, cerca de la frontera con Polonia; quizás ese movimiento era la finalidad de la controvertida “marcha sobre Moscú”. Putin tiene un frente interno de ultranacionalistas que le exigen golpear más a Ucrania; notoriamente está acelerando la marcha, con el uso de misiles que por ahora los ucranianos no han podido interceptar.
La quita del acuerdo por el grano muestra la monumental hipocresía de Occidente: han lanzado 11 paquetes de sanciones económicas contra Rusia (20 naciones contra una), y cuando esta última les aplica una única sanción, se lamentan y apelan a un súbito humanitarismo. Qué malos son los rusos, lanzan. Lo cierto es que EE.UU. pretende pasar los granos por tierra, pero Rumania y otros países se oponen: es grano sin suficiente cuidado sanitario, que además compite con el de sus propios países, donde el campesinado bramaría por la inesperada competencia.
Mientras, África lanza un plan de paz que la OTAN mira con el desdén colonialista habitual. Putin se ha reunido con los africanos, y goza de simpatía con muchos de ellos: a algunos los proveerá de los granos perdidos por la quita del acuerdo sobre el Mar Negro.
Occidente sigue levantando la intensidad de la guerra, pues con las dinámicas que ha habido, Ucrania tiende a perder. El futuro es incierto. O hay una negociación de paz que baje los decibeles -lo cual Occidente no aceptará en lo inmediato-, o se juega al todo o nada entre agosto y setiembre, pues luego se viene la campaña presidencial en los Estados Unidos. Esta última parece ser la opción, que ojalá no escale al punto del enfrentamiento directo entre Rusia y los países europeos.
Mientras, en la Argentina se vienen las PASO. En el kirchnerismo hay una sorda discusión interna con poca importancia efectiva: si tiene o no sentido apoyar a Grabois en las internas. Discusión inútil: el joven dirigente tiene casi nula opción de ganar, de modo que lo de “Massa sí, Massa no” se vuelve un debate estéril. El dúctil ministro cerró su acuerdo con el FMI -menos malo de lo esperable, pero malo como es cualquier acuerdo con el FMI-. Permite zurcir y remendar hasta diciembre, pero luego habrá que hacer otro convenio, de alcance más estratégico.
La pregunta, es qué rol tendrá Cristina Fernández en un eventual gobierno presidido por Massa. Y la respuesta no es difícil de encontrar: ella tendrá el peso del apoyo de un importante sector del electorado y una parte de la dirigencia, pero el presidente sería Massa, y esto le daría a él cierta preeminencia.
Mientras, en Juntos no están tan juntos. La pelea interna alcanza ribetes apocalípticos. Santilli parece muy por encima de Grindetti en la provincia de Bs.Aires, pero la candidatura presidencial entre Larreta y Bullrich sigue ampliamente disputada.
Menos mal para Rguez. Larreta, que Bullrich ha tenido que comenzar a explicitar sus planes. Larreta dice que no pedirá dinero prestado, pero ello significa -obviamente- que está dispuesto a hacer un monumental ajuste, que liquidaría los bolsillos de los argentinos. Sin dudas lo de Bullrich es peor, y da para una antología: ella quiere…¡volver al 2001! ¡Quiere un “blindaje” como el de De la Rúa! Superando la capacidad de asombro de los empresarios que la escuchaban abrumados, balbuceó que va a ir a pedir más dinero al Fondo Monetario.
Increíble. Nadie sabe cómo pagar la deuda que Macri inauguró con el FMI y tiene acogotada nuestra economía, pero Bullrich no piensa en pagar…¡¡sino en endeudarse mucho más!! En la historia del disparate nacional, esta “propuesta” de la candidata que promete atropellar con todo, supera los más extremos umbrales y dispara sus votos hacia Larreta o Milei, quienes los reciben con disimulado entusiasmo.
Las publicidades de Larreta y la Bulrrich tienen su ingenio, las de Grabois también. Menos afortunadas resultan las de Massa. Se ve que el “gurú” de origen hispánico allí contratado no da para mayores aciertos, cuando ya falta poco para la recta final.
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