En el sistema de juego que aplica el seleccionado argentino se fue consolidando una superposición de espacios que le dificulta a cualquier rival saber cómo neutralizar, bloquear o fragmentar.
Es mérito del cuerpo técnico que comanda Lionel Scaloni, pero también hay un porcentaje amplio de protagonismo entre quienes también lo componen: Pablo Aimar, Walter Samuel y Roberto Ayala, sobre todo.
Tampoco es fruto de la casualidad o de un acierto esporádico, sino de la continuidad de un proceso que comenzó cuando los tres primeros citados compartieron como futbolistas el seleccionado sub 20 que en 1997 ganó el Sudamericano de Chile en forma invicta – siete triunfos en igual cantidad de partidos – y luego el Mundial de Malasia.
Todos se moldearon bajo la línea que les marcó José Pekerman, a la que luego se sumaría el “Ratón” aunque ya en la Mayor que disputó el Mundial 2006 en Alemania.
Hoy en día, con un rango etario que oscila entre los 44 y los 49 años de edad, estos asesores del DT exhiben la exacta combinación de experiencia con formación acorde a las tendencias de época, que es la que está replicando en el actual seleccionado nacional.
Saludablemente, claro.
El trabajo del mediocampo que aplica esta formación está en el justo punto medio de maduración, hasta el punto de que pueden variar los nombres pero no el método.
La idea base está naturalizada en los intérpretes, quienes se convierten en ejecutantes de tomas de decisiones que se saben respaldados por un corpus sistemático de auxilio cuando la situación en cancha así lo amerita.
La posición de volante central es un ejemplo que surge de inmediato: Leandro Paredes, Guido Rodríguez y Alexis Mac Allister fueron, sucesivamente, titulares en los tres últimos partidos: 3-0 a Venezuela por las eliminatorias, 3-0 a Italia en la Finalissima y 5-0 a Estonia en Pamplona.
Con diferentes características técnicas, también: buen pie y primer pase el de PSG, orden táctico y ubicación para el corte y cesión rápida el de Betis y polifuncionalidad para quebrar la línea y cambiar el ritmo apoyando en el caso del de Brighton & Hove.
Tres mosqueteros adaptables a Rodrigo De Paul y su despliegue rompiendo líneas o a Giovanni Lo Celso y a "Papu" Gómez construyendo circuitos para la triangulación en corto, permitiendo que Lionel Messi se sume ocasionalmente al circuito o busque otra posición como un virtual líbero de ataque.
Si a esto se le suma que, por los laterales, Nahuel Molina o Gonzalo Montiel en la derecha tanto como Marcos Acuña o Nicolás Tagliafico por la izquierda se proyectan en sentido ascendente con libertad para acompañar la jugada por su sector o mostrarse como salida visible por el lado ciego, entonces la amplitud de la línea media se amplía a todo lo ancho del terreno y en actitud dominante de juego.
De tres mosqueteros no se pasa a cuatro como en la novela de Alejandro Dumas, sino que son cinco en realidad porque se mueven en un bloque coordinado junto a los laterales.
Y, como si esto fuera poco, sea quien fuere – Paredes, Rodríguez o Mac Allister – aportan sus características de juego sabiendo que, sistemáticamente, ellos están preparados para apoyar tanto como sus laderos lo están recíprocamente para evitar que la zona central se descompense.
La resultante de este modo de conexiones en lo colectivo ya empieza a ser una marca registrada en La Selección.
Y es, en eso sí como la novela de Dumas, la aplicación de una filosofía de vida: todos para uno y uno para todos.