Por Luis Abrego
A partir de este fin de semana quedará habilitada oficialmente la campaña electoral en Mendoza. Se abre así la cuenta regresiva de la primera estación del cronograma provincial que establece el 11 de junio como la fecha para la realización de las PASO.
Lo cierto es que los aprontes para este período de exposición de propuestas e ideas han dejado señales escasas que sólo revelan ambiciones personales, desentendimiento de la realidad y una esquiva vocación para afrontar los delicados asuntos que afectan a diario a los mendocinos.
En la previa del inicio formal de la campaña hemos asistido a dirigentes que dejan su espacio o su partido detrás de una incierta postulación y difusos argumentos que la justifiquen. Tal como ocurrió con el propio Omar De Marchi o con el radical lasherino Daniel Orozco cuando abandonaron el Frente Cambia Mendoza (FCM).
Pero no son los únicos. No se entiende en el nuevo frente demarchista, La Unión Mendocina (LUM), la presencia de dirigentes de indubitable pertenencia peronista como Jorge Omar Giménez, Diego Martínez Palau o Andrea Blandini. Mucho menos el coqueteo con referentes territoriales de peso del PJ, a tiro del mote de "traidores". Tampoco sus explicaciones para ser parte de un acuerdo que se dice "antigrieta" pero que a su vez, presume de ser capaz de confrontar con ese kirchnerismo que ya sometió al albertismo y se apresta a hacerlo con el massismo.
Para más confusión, la etiqueta kirchnerista es una caracterización negativa que, radicales y no, también achacan a las decisiones o al estilo de Alfredo Cornejo. ¿Será que todos son K hasta que se demuestre lo contrario? ¿O es que, como si se tratara de un virus, nadie es kirchnerista pero todos pueden serlo? Pero hay más.
Precisamente, el kirchnerismo lleva en las PASO de precandidato, por un lado, a un encumbrado exdirigente del Partido Demócrata (PD), Omar Parisi, desde hace años deslumbrado con Néstor y Cristina. Y por el otro, a un kirchnerista explícito como Guillermo Carmona que dice que lo hace para enfrentar a La Cámpora (¡!). Perdón, pero mucho no se entiende.
Peor aún, el grave cruce que en el marco de la Fiesta de la Ganadería de General Alvear sostuvieron hace una semana el mismo De Marchi con el referente del Partido Verde (PV), Mario Vadillo. En público, ante testigos y teléfonos que filmaban, se acusaron mutuamente de corruptos, con una liviandad que asombra.
Pero más pavor genera todavía que al día siguiente ambos se dedicaran a bajar decibeles y a tratar que el lamentable episodio quede en el olvido. La opinión pública merece algo más que peleas o calenturas momentáneas con acusaciones tan duras que se diluyan en la nada como generalmente sucede cuando un partido de fútbol termina.
Aunque aturdidos, muchos mendocinos seguramente van a votar por Cornejo, Parisi, Carmona, pero también por De Marchi y Vadillo, entre otros. Tal vez muchos no lo harían si estos últimos ocasionales contendientes denuncian lo que parecen saber y nosotros no. Y es por eso que están en deuda con la opinión pública, pero especialmente con los mendocinos a los que aspiran a representar. ¿O habrá que pensar que estos enredos y destratos fueron sólo un artificio de posicionamiento preelectoral?
Queda claro que las polémicas no estarán ausentes en el próximo mes de campaña, pero también que si el debate va a pasar por lo hasta aquí expresado por la dirigencia, es probable que los temas del crecimiento, el desarrollo, el empleo, la generación de riqueza y las oportunidades quedarán para otra ocasión. El dilema es que Mendoza lo necesita ahora.
Cuando no se advierte el tenor del problema, ni mucho menos la profundidad de la crisis, se corre el riesgo de discutir el color o el sabor del agua sin advertir que ya nos llegó al cuello.
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