Por Luis Abrego
La carrera electoral en Mendoza está lanzada y en el peronismo todavía no saben de qué manera la enfrentarán. Durante este tiempo preliminar, el PJ se frotó las manos con las peleas en Cambia Mendoza, y aún se ilusionan con que finalmente Omar De Marchi rompa y debilite las chances del oficialismo. Pero tanto entusiasmo por lo ajeno parece haberlos distraído de lo que a ellos les atañe: consolidar un candidato propio, que refleje la heterogeneidad de sus partes y, especialmente, que sea competitivo.
En cuenta regresiva, hasta el momento es el presidente del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) y productor rural, Martín Hinojosa el único que explícitamente parece dispuesto a asumir esa responsabilidad; aun así, su figura no parece despertar pasiones ni mucho menos, unanimidad. Con motivación similar, pero sin confirmación, aparecen otros sectores menos visibles del extenso arco peronista-kirchnerista que también han dejado traslucir sus intenciones: Guillermo Carmona y Alfredo Guevara. Se sabe, sus perfiles tampoco son del agrado mayoritario de los espacios que hoy parecen disputarse el control partidario: La Cámpora y el difusamente denominado grupo de “los intendentes” no kirchneristas.
Por estos días la conducción de la intendenta de Santa Rosa, Flor Destéfanis busca dar todas las señales posibles para que desde esos dos agrupamientos aparezcan postulantes. Pero lejos de alzar la cabeza, renuncian públicamente a sus nominaciones. Así fue el caso en pocos días del sanrafaelino Emir Félix y del maipucino Adolfo Bermejo. Similar consideración podría caberle al tunuyanino Martín Aveiro que inscribió su nombre como primer candidato a concejal en su departamento para la elección local anticipada. ¿Se habrá resignado? Tal vez. Si así no fuera, sería muy desprolijo postularse para concejal y en pocos días para un cargo provincial, pero nada es imposible.
El peronismo juega al truco interno sin advertir que todas las opciones posibles son difíciles: unidad y repetir la actuación de las últimas elecciones; una interna que debilite al ganador de cara a los comicios generales; o la formulación de un nuevo frente electoral al que no todos adhieran, porque rompería el partido, aunque tal vez ofrezca la chance de ampliar la base de los votantes que en Mendoza rehúye de sus planteos populistas
Así las cosas, los días corren, la lista se achica y las definiciones no abundan. En ese pelotón reducido que aún está en pie, aparecen dos nombres con espaldas para el desafío: el lavallino Roberto Righi y otro maipucino, Alejandro Bermejo.
Pese a que ambos no confirman intenciones, sí se muestran abiertos a ser tenidos en cuenta, a rediscutir el rol del peronismo en este tiempo y hasta a animarse a ese frente “a la mendocina” que imagina De Marchi y que tanto irrita al kirchnerismo. ¿Habrá también ruptura en el PJ o primará la lógica de la unidad partidaria?
Suceda lo que suceda, el kirchnerismo de paladar negro se mantiene expectante y puede jugar sus cartas si las circunstancias así lo ameritan con la reincidencia de Anabel Fernández Sagasti o con el salto de Lucas Ilardo. Si no hay acuerdo, ¿irán a una interna a todo o nada? Esa parece ser la lección del cierre en dos comunas emblemáticas para el PJ: San Rafael y Lavalle donde una lista K enfrentará la posibilidad de Omar Félix de suceder a su hermano y de Gerardo Vaquer a Righi.
En ese mar de incertidumbre y desconfianzas mutuas, el peronismo juega al truco interno sin advertir que todas las opciones posibles son difíciles: unidad y repetir la actuación de las últimas elecciones; una interna que debilite al ganador de cara a los comicios generales; o la formulación de un nuevo frente electoral al que no todos adhieran, porque rompería el partido, aunque tal vez ofrezca la chance de ampliar la base de los votantes que en Mendoza rehúye de sus planteos populistas.
Para enfrentar a Alfredo Cornejo, la duda peronista existencial es redoblar la apuesta tal como lo ha venido haciendo, ablandar el perfil del candidato (por lo pronto, cambió el nombre del Frente de Todos al menos K, Frente Elegí) o directamente forzar un acuerdo que expanda sus límites pero que deje sin juego al kirchnerismo. Un intríngulis que tal vez defina la parsimonia de la dirigencia, la confusión identitaria o sólo dibuje la tensa calma que preanuncia la gran tormenta.
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