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No te merecen, Leo

Tal como si fuera el enemigo público número uno, quienes conducen al PSG incomodan a Messi con sanciones y provocando que se corte la relación. Ellos se lo pierden

 

03/05/2023 08:56
¿Tiene sentido prolongar esta agonía?
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Ese equilibrio emocional que es una marca identitaria en Lionel Messi evita que el futbolista insignia en estas poco más de dos décadas del siglo XXI haya estallado frente a tamaña demostración de menosprecio cual efecto dominó.

De ninguna manera sería ocioso citar que esta persecución mediática que se ha descargado en modo secuencial sobre Leo sea fruto de un capricho o un desplante, sino todo lo contrario: es sistemática y no presenta ningún margen de error.

La prensa francesa, al menos en medios de comunicación especializados en deportes, suele asumir posiciones taxativas, las cuales – muy probablemente – hagan eco en su legión de seguidores y nada hay que objetar sobre ello.

Sí, algo llama la atención y es que se haya elegido a Messi como punto de discordia al punto de que se lo ubique en el centro de la escena como responsable de fracasos que no empezaron cuando él llegó y que se siguen prolongando sin que pueda culpabilizárselo como si fuera el máximo responsable.

En este deporte colectivo, las causas se multiplican por once y, desde ya, también decantan en quienes encabezan el cuerpo técnico conforme a la responsabilidad que le cabe a Christophe Galtier como entrenador y a sus colaboradores. ¿Habrán estado a la altura de las circunstancias? ¿Era lo máximo que podían ofrecer? ¿Tomaron decisiones propias o acaso fueron voceros de las órdenes ajenas?

El modo, hasta grosero, en el cual se está personificando en Messi al responsable mayor de sendas debacles en las últimas dos participaciones del PSG en la Champions League es, por lo menos, llamativo con respecto a su sostenimiento en el tiempo.

París Saint Germain es una expresión futbolística apática y que no contagia ni siquiera identificación con su propio público. Un híbrido indefinido. Una formación abúlica y encima falta de resiliencia.  Ciclotímica y endeble, tanto como detectable en sus puntos flojos. Su lugar en la historia parece destinado al pozo de los grandes fracasos.

¿Será que al destinatario principal de la desazón no se le perdona la consagración en Qatar? Si es así, búsquense un psicólogo. O dos. O mil.

Se entendería, quizás, que por una cuestión del orgullo de tinte nacionalista se ubique a Kylian Mbappé en el escalón más alto del podio. No se discute el rango de extraordinario atacante que representa el reciente goleador de la pasada Copa del Mundo. ¿Pero tampoco él tiene aunque sea una cuota parte de responsabilidad en la orfandad de títulos de alta gama que le faltan a las vitrinas parisinas?

No te merecen, Leo.

Esta sanción por dos semanas es un sinónimo de resentimiento y ensoberbecimiento a la vez.

Nadie puede creer que el viaje familiar rumbo a Arabia Saudita fue programado con intención de generar un disturbio ni, por el contrario, considerarlo una manifestación del ya internalizado argentinismo del “a ver quién la tiene más larga”.

Mucho más sospechoso es saber que fue programada una práctica del plantel apenas un día después de la derrota inesperada ante el Lorient, encima en el estadio “Parque de los Príncipes”.

El vínculo contractual vence el próximo 30 de junio y las alternativas más cercanas parecen ser las del retorno al Barcelona, la de experimentar en el Inter de Miami o, quizás, concretar la fantasía de infinidad de fans que sueñan volverlo a ver con Pep Guardiola, imaginándolo en el Manchester City.

Lo cierto es que solamente él será quien tome la decisión. Sin presiones ni urgencias, como se debe.

A lo Messi.

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