Habría que rastrear imágenes desde agosto de 2021 en adelante para confirmar cuántas veces y en qué ocasiones Lionel Messi fue feliz plenamente en PSG.
Por más profesionalismo o fortuna económica que lo haya acompañado en este poco más de un año y medio, solamente podrá encontrarse a un Messi pleno y exultante durante el bimestre noviembre/diciembre de 2022.
Sí, claramente lo fue cuando transcurrió Qatar y llegó ese momento tan anhelado de alzar la Copa del Mundo, lo cual - además de lo estrictamente deportivo - le representó un desahogo personal tras un karma que lo había acompañado por años.
Llegó allí su máximo punto de estabilidad emocional y esto repercutió en un nivel parejo de excelencia a lo largo de cada una de las performances en plena Copa del Mundo.
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Leo, hoy, pareciera no encajar como pieza clave en este rompecabezas que es el proyecto qatarí de conquistar la "Champions", como si esto se solucionara mágicamente por portación de apellido o influencias.
París Saint Germain es, hoy, un equipo híbrido, insulso y de competitividad escasa en el plano de la alta competencia.
Le falta la resiliencia que parece sobrarle a Real Madrid y a Bayern Múnich como referenciales del máximo campeonato de clubes a escala planetaria.
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La conquista previsible de la Ligue 1 tiene connotaciones de premio consuelo y no le alcanza a ninguna de las partes involucradas: futbolistas/cuerpo técnico, dirigentes y simpatizantes.
Tiene gusto a poco, en una palabra.
El próximo 30 de junio se vencerá el contrato de Lionel. Que ni lo dude: un cambio de aire asoma como imprescindible. Lo sabe.