Por Fabián Galdi
La primera pregunta del millón es qué habría pasado si aquél 18 de diciembre de 2022 no se hubiesen enfrentado Argentina y Francia en el Lusail Stadium.
La segunda pregunta del millón es qué habría pasado si la pierna izquierda de "Dibu" Martínez hubiese estado unos tres o cuatro centímetros abajo en el instante exacto en que la pelota impactó tras el disparo de Randal Kolo Muani.
La tercera pregunta del millón es que habría pasado si en la definición por penales Gonzalo Montiel hubiese estado emocionalmente frágil al momento del paralizante "no look" que dejó a 45 millones de argentinos al borde de la taquicardia.
Tres interrogantes que, en el plano hipotético, siguen persiguiendo aún a casi seis meses de los hechos y que todavía prosiguen causando escozor.
De todos modos, lo que sí resulta evidente es que nadie esperaba que un hecho deportivo de estas características provocase tal estado de rechazo francés a la figura de Lionel Messi, a quien - obviamente - se lo asocia como el principal responsable de que el seleccionado argentino se bordara la tercera estrella y que la camiseta de "les bleus" se quedara con dos.
A Leo, al que nadie podría catalogar como un personaje rechazable ni provocador, tanto desde la prensa deportiva gala como de los propios simpatizantes de París Saint Germain, le han endilgado - en grado progresivo - un sinfín de hechos negativos tal como si él fuese el único responsable de la eliminación del equipo en los octavos de final de la actual edición de esta Champions League, a manos del Bayern Múnich.
En un deporte colectivo como lo es el fútbol, los porcentajes de responsabilidad están repartidos y jamás se podría centralizar en un solo componente del equipo, más allá de que este no haya producido tal como se lo esperaba.
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De todos modos, de aquella París que supo ser catalogada como la capital del humanismo en el mundo, la tradición se deshace como pompas de jabón cuando se comprueba de qué modo pareciera resultarles inaceptable a sus habitantes de hoy que el capitán del seleccionado argentino haya alzado la Copa del Mundo en Qatar.
Es más: inclusive los silbidos, abucheos, ninguneos, manifestaciones públicas de bastardeo y bajas calificaciones de los periodistas especializados marcaron que la tensión, aunque se quiera disimular, se mantiene vigente.
Que casi dos millones de seguidores en la cuenta de PSG en instagram se hayan retirado desde este domingo pasado no es un dato menor: ya sin Messi no había motivo para continuar en esta red social y, seguramente, la cantidad de bajas seguirá en aumento progresivamente.
Es complejo dimensionar lo que provoca Leo en simpatizantes que se distribuyen en los cinco continentes, inclusive entre quienes no son aficionados al fútbol pero empatizan con él y su imagen de anti héroe, sereno y familiero.
En casi dos décadas de protagonismo futbolístico, hasta sorprendió con su exabrupto ante la presencia del neerlandés Wout Weghorst en aquel episodio del "¿Qué mirá bobo? ¡Salí pa'allá!" tras el encarnizado duelo frente a Países Bajos por los cuartos de final del pasado Mundial.
A escasas tres semanas y media para que llegue su aniversario de nacimiento, Messi solo desea que su situación personal pueda cerrar su ciclo en París - a la que llegó en agosto de 2021 - con un contrato por dos temporadas con opción a una tercera, la cual ya quedó en el olvido.
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Si es que se concreta el regreso al Barcelona, al cabo su hogar futbolístico aún tras estos dos años en suelo parisino, quizás vuelva a resplandecer esa sonrisa medida y símbolo de lo que siempre deseó: tranquilidad, intimidad y privacidad.
No lo tienta la suculenta millonada del fútbol de Arabia Saudita, al cual le respondió ayer iba a tomarse un año para pensarlo, y todavía no se anima a dar el golpe de timón que le propuso su amigo David Beckham para desembarcar en el Inter de Miami tal como si fuera una pasantía con un plazo prefijado.
Leo no solamente quiere, sino que necesita la calma que lo saque de esta serie de torbellinos a los que tuvo que acostumbrarse a enfrentar.
El 24 de junio cumplirá 36 años y ya no le quedan objetivos por alcanzar, aunque hay uno que no le resulta menor: convertirse en el primer futbolista de la historia en jugar seis Copa del Mundo, logro al que accederá jugando el Mundial tripartito Estados Unidos-México-Canadá en 2026.
Sin presiones ni urgencias, su horizonte inmediato es desandar los días que le quedan hasta el festejo de su cumpleaños, en compañía de Antonela y sus tres hijos.
Ser feliz...de éso se trata su objetivo principal.
Ser feliz, otra vez.