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Fiesta total de la selección argentina ante Italia en Wembley

No podía haber salido mejor. Una noche redonda en Wembley, un estadio en el que la selección argentina nunca había ganado,  que fue  hasta escenario de algún sonado escándalo como el del ya lejano Mundial de 1966, y que ahora se transformó en el lugar perfecto para una fiesta absoluta albiceleste con un rotundo triunfo por 3-0 ante Italia, para quedarse con la Copa Euroamericana, el segundo título del ciclo de Lionel Scaloni como entrenador.

01/06/2022 22:12
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Por Sergio Levinsky desde Londres

 

Más allá de los notables ausentes en Italia, por diferentes lesiones, como las de Marco Verratti, Lorenzo Insigne, Ciro Immobile, Federico Chiessa o Domenico Berardi, no hay duda de que esta “Finalissima”, como se la dio a llamar era un partido especial por las dificultades para conseguir rivales europeos antes del Mundial y para saber exactamente dónde estaba parada la selección argentina con la pequeña duda que generaba el invicto de treinta y un partidos, pero sin cotejar casi nunca con equipos de otros continentes.

Y lo cierto es que se trató de uno de los dos o tres mejores partidos de la selección argentina en este ciclo de Scaloni  a nuestro entender (algo que valoró el director técnico en la conferencia de prensa donde se lo dijimos), junto con la injusta derrota ante Brasil en la semifinal de la Copa América de 2019 en el  Mineirao, cuando al equipo albiceleste no le concedieron dos penales, y dio lugar a una fuerte queja de la delegación hacia la Conmebol.

Anoche, en el legendario Wembley, quedó claro que hoy, entre esta Italia que termina un ciclo con altibajos profundos, como haber ganado la Eurocopa pero luego haber quedado por segunda vez consecutiva fuera del Mundial, y esta Argentina que viene en franco ascenso en un juego que se va asentando, hay un largo trecho.

El 3-0 final, aunque parezca raro, es un resultado corto porque la diferencia fue mucho más amplia y si no se reflejó en el marcador fue por la gran actuación del arquero Gianluigi Donnarumma, en un cierto empecinamiento de Lionel Messi (el mejor jugador del partido) por marcar un gol en Wembley (absolutamente comprensible cundo ya al terminar el primer tiempo, la ventaja era de dos goles y quién sabe si a los 35 años que está a punto de cumplir, volverá a jugar en esta cancha) y porque Scaloni siguió fiel a su lista de prioridades a la hora de los cambios y Julián Álvarez ingresó demasiado tarde cuando se trataba de un escenario ideal para su juego veloz y certero.

Si Italia ofreció digna resistencia en los primeros treinta minutos, dio la sensación de que el primer gol argentino a los 28, por intermedio de Lautaro Martínez (de excelente primer tiempo) la desarticuló y de allí en adelante, ya no hubo paridad y el gol sobre la hora de Ángel Di María antes del descanso, precipitó el desenlace.

La selección argentina se floreó en el segundo tiempo, por momentos con un juego lujoso que hace honor a la camiseta que los jugadores llevaban puesta, con una riquísima historia que ahora era reivindicada en la remodelada catedral del fútbol mundial y sacando una clara chapa de candidata a ser campeona del mundo aunque esto es algo que debe ratificarse cada día y no tomarlo al pie de la letra.

Es cada vez más evidente que Messi ya no es el mismo, porque obviamente no puede tener el pique y la aceleración de cuando era más joven, pero ahora levanta la cabeza y siempre hay alguien cerca, siempre hay alguien dispuesto a colaborar, y esa es una gran noticia: hay equipo, y además, un Messi veterano está incluido en él y no es como hasta hace pocos años, que todo dependía del genio rosarino.

La noche no podía terminar mejor, con la coronación argentina un año después de ganar la Copa América y ante cerca de ochenta mil argentinos que vinieron a alentar desde todo el mundo para volver a hacer sentirse local a la selección albiceleste y con la sensación final de que hay motivos para soñar, a poco más de cinco meses de la máxima cita.

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