Por Sergio Levinsky, desde Barcelona
El árbitro tunecino Ali Bennaceur pitó el final del partido y mientras los jugadores suplentes saltaban como locos hacia el campo de juego del estadio Azteca para felicitar a sus once compañeros que acababan de vencer a Inglaterra en un día histórico y se clasificaban para la semifinal del Mundial de México 1986, brotaron los aplausos en el cine Aribau, en el centro de Barcelona, donde muchos pudimos ver por primera vez, desde el recuerdo imborrable de haberlo presenciado in situ, pero ahora en pantalla gigante, aquella gesta con la participación estelar de Diego Armando Maradona, como parte de la tercera de las cuatro jornadas del gran festival “Táctica” de cine y fútbol.
Gracias a la gran idea de “Táctica”, con la elección de notables películas, no sólo pudimos disfrutar de muy buen cine, con películas y temáticas variadas, sino que pudimos aprender del legado que nos dejan algunos personajes que conocíamos en algunos aspectos, pero ahora que tenemos otra cara, sabemos mucho más de ellos y podemos reconocerlos por sus fortalezas y sus debilidades. Al fin y al cabo, se nos presentan más humanos y por ello, más cercanos.
Muchos de los lectores de esta columna sabrán, sin dudas, quién es John Benjamin Toshack, jugador del todopoderoso Liverpool de los años Setenta, cuando descollaba como entrenador una enorme leyenda de los “Reds”, nada menos que Bill Shankly, presente, incluso hoy, en tantas banderas de Anfield, como también aquel entrenador que sacó campeón al Real Madrid al inicio de los Noventa con récord de goles en la liga española, o más aún, aquel que le dio tanto protagonismo a la Real Sociedad.
Sin embargo, la película “Tosh, The Official Story”, de Peter Jones (2022) toma una pequeña historia, acaso para el mundo no tan relevante como las citadas por el mismo ex jugador y entrenador galés, pero se nos ocurre que mucho más trascendente. Y termina resultando como los exquisitos platos de esos restaurantes que no tienen un menú variado, sino que prefieren enfocarse en lo que saben, sin tanta amplitud innecesaria. Y entonces el director se centra en aquella gesta por la que, una vez que “Tosh” se lesionó jugando para el Liverpool con apenas 28 años, fue convencido por un equipo de su país natal, el Swansea, que navegaba en la cuarta división inglesa, para que hiciera las veces de jugador y director técnico.
“Tosh”, entonces, repitió ante el presidente lo mismo que ante su plantel desde el primer día de trabajo: “Miren que yo vengo del Liverpool de Shankly y para nosotros no hay obstáculos. En cuatro temporadas estamos en primera”. Se rieron muchos, pero al poco tiempo, se dieron cuenta de que el personaje con el que se acababan de topar -que tenía una especie de teléfono rojo reservado sólo para los diálogos y posiblemente consejos de su viejo DT- iba muy en serio. Tanto, que no sólo a los cuatro años el Swansea estaba en la First Division (el antecesor de lo que hoy es la Premier League) sino que terminó como puntero la primera rueda y finalizó sexto, la mejor colocación de su historia.
Pero la película nos muestra también el otro costado. Un Toshak que vive para el fútbol, que se bajonea cuando se entera de la muerte de su viejo amigo, que agradece a su familia por haberle dejado cargar el cajón con sus restos, que promete a sus jugadores un viaje a Mallorca si ganan determinados puntos en una racha, y la platea aplaude y se emociona cuando en las letras finales se explica que “Tosh”, hoy, ya retirado, vive en Mallorca.
Gabriel Clarke, por su parte, elige contarnos en “Invincible”, los distintos costados de un Arséne Wenger que no conocíamos y no sólo el revolucionario que dio vuelta la tortilla de la Premier League a mediados de los Noventa con un fútbol champagne que no era el habitual, y que se impuso ganar un torneo de manera invicta con jugadores de una clase excepcional como sus compatriotas franceses Thierry Henry, Patrick Vieira, Emmanuel Petit o Robert Pires, un inglés como Ian Wright o un neerlandés como el gran atacante Dennis Bergkamp, todos los cuales aparecen en el documental contando las distintas situaciones vividas.
Cuando el ingeniero y economista Wenger, de casi dos metros de estatura, camina por su pueblo natal, donde sólo cabía ir a la iglesia, a la escuela o jugar al fútbol, aprovecha para contar que nunca se había planteado vivir de la pelota y aunque todos lo ensalzan y en una pantalla puede recordar como todo Highbury -el legendario estadio de los “gunners” ahora reemplazado por el “Fly Emirates”- cantaba “Sólo hay un Arséne Wenger”, él destaca que su padre jamás le dijo que había hecho las cosas bien, sino siempre las podía hacer mejor.
Wenger, quien luego de dirigir en un breve lapso en Japón aprendió a utilizar conceptos del feng-shui para que sus jugadores se acomodaran en una especie de semicírculo en el vestuario, y cambió la alimentación de sus dirigidos, pese a todo lo que ganó, insiste en que se aprende más de las derrotas y trata de comprender el tiempo que vivió, gracias a haber estudiado dos años de medicina, uno de filosofía y otro de sociología. “Nací pocos años después de la Segunda Guerra Mundial y la generación de mis padres se dedicaba a esforzarse y trabajar. No había lugar para decir 'te quiero'”.
La película se da el lujo de tener la palabra de su entrenador archirrival de aquellos tiempos, nada menos que sir Alex Ferguson, del Manchester United, quien pese a las encarnizadas batallas con aquel Arsenal, admite que “ninguno de los dos parece que lo hizo mal, aunque hoy seamos dos dinosaurios”. El documental no se detiene sólo en loas, sino que muestra lo despiadado del ganapierde que nos rodea en este mundo. Pasadas dos décadas, los mismos hinchas y socios que lo vitoreaban, ahora organizan manifestaciones para pedir que se vaya, que no le renueven el contrato porque osó decir, en épocas de vacas flacas, que no está mal salir cuarto. “En el Arsenal no se sale cuarto” decían algunas pancartas. El francés, con pinta de “catedrático con sacos anchos y una torpeza al estilo del inspector Clouseau que caracterizó de manera genial el gran Peter Sellers, aceptará que se trata del final del ciclo y allí sí, días más tarde, en la despedida, volvería el reconocimiento parecido al momento del fin de la vida, cuando todo se perdona.
Habrá tiempo, también, para conocer mucho más a fondo a uno de los grandes goleadores de la actualidad, con la película “Robert Lewandowski, el desconocido”, donde gracias a un gran archivo de imágenes de su infancia, el director Maciel Kowalczuk nos permitirá ingresar por un rato en la intimidad de un fenómeno que primero fue un niño esmirriado que vivía con una familia muy ligada al deporte -sus padres se conocieron en ese ámbito y su hermana mayor, jugadora de voleibol-, que sufría cargadas de sus compañeros por su delgadez, y que debe madurar muy pronto cuando su padree muere prematuramente.
No será del todo en su paso por el fútbol polaco, sino que su explosión llegará recién en una segunda etapa en el Borussia Dortmund, cuando luego de ser resistido por el público por su falta de adaptación a un medio completamente distinto, aparecerá en su vida un entrenador que aceptó ser, fuera de la cancha, el padre que no tuvo: un tal Jürgen Klopp -el enorme director técnico del Liverpool- que cuenta que hasta aprendió algunas palabras en polaco para comunicarse mejor con el delantero, que perdió el miedo y se dedicó a maravillar al mundo con sus goles, incluidos los cuatro que le marcó al Real Madrid en la recordada semifinal de la Champions de 2013, cuando los alemanes perdieron la final ante sus compatriotas del Bayern Munich.
Lewandowski, junto con su esposa, nos contará la dificultad que supuso pasar del Borussia Dortmund al Bayern Munich, o el primer embarazo perdido por su mujer en plena Eurocopa jugando por su selección y cómo sacar fuerzas de flaqueza “porque la gente no sabe lo que nos pasa afuera de la cancha y espera todo lo mejor aunque a veces estemos muy bajoneados”, aunque también será elogiado por la plana mayor de los bávaros al rememorar cuando batió el récord de más de cuarenta años de Gerd Müller para marcar goles en una temporada en Alemania.
Habrá ocasión, incluso, para que un Xavi Hernández de estos meses, y hasta vestido con buzo del Barcelona, cuente cómo fue aquella vez que estaba en el parque con sus hijos y sonó su teléfono celular y del otro lado, un dirigente del club le dijo que abriera el zoom que tenían una importante comunicación, y entre la gente y los árboles y el griterío de los niños, vio con sorpresa que del otro lado estaba Lewandowski, dispuesto a vestir de azulgrana en la temporada siguiente, que fue la actual.
El entrenador resalta entonces sus cualidades de goleador y de jugador técnico, pero más aún la de líder fuera de la cancha, implicado con los compañeros jóvenes, lo cual, admite, “fue toda una sorpresa porque yo sí me esperaba esa máquina concentrada en hacer goles y funcionar, pero no este otro costado humano”.
También aparece la chance de ver el documental “Kickback, inside the FIFA Scandal”, de Maura Andersson y Clay Tweel, una magnífica reseña de lo que representa hoy la casa matriz del fútbol mundial, el por qué de una organización internacional que no parece tener límites en la corrupción que la rodea, y cómo pese a tantas investigaciones de algunos periodistas que se van animando, y aún con la caída de tantos dirigentes con aquella redada en el hotel Baur Au Lac de Zurich que significó el llamado FIFA-Gate en 2015, todo parece seguir igual con la presidencia del ítalo-suizo Gianni Infantino desde febrero de 2016 hasta ahora.
La película reivindica y hace justicia con uno de los más grandes investigadores sobre corrupción en el fútbol con el foco principal en la FIFA, Andrew Jennings, fallecido en 2022 luego de ser uno de los destapadores del FIFA Gate. El documental muestra lo que puede costarle a un periodista de investigación llegar a buen puerto y que se haga justicia: desplantes, empujones, insultos y hasta prohibiciones para ingresar en conferencias de prensa o torneos. “Hay que conseguir documentos. Eso es lo que vale”, repite Jennings, que no tiene empacho en correr para colocarse al lado del ex titular de la FIFA, Joseph Blatter y preguntarle si alguna vez cobró alguna comisión, o al presidente de la Concacaf, al triniteño Jack Warner -luego expulsado de por vida por corrupción-, para consultarle “cuánto ganó con la reventa de cinco mil entradas en el pasado Mundial”.
El festival de cine y fútbol trata de abarcar todo lo que puede, con una gran selección y entonces se puede elgir entre films que se enfocan en la desigualkdad en el trato entre futbolistas varones y mujeres en los Estados Unidos, la historia moderna del Manchester United contada por el gran Eric Cantoná, la historia de la gran Nadia Nadim, futbolista, embajadora de la UNESCO y pronto cirujana afgana, el legendario título de la Recopa de Europa del Rangers escocés en 1972, nada menos que en el Camp Nou ante el Dínamo Moscú, o la historia de Ronaldo Nazario, “O Fenómeno” de Brasil, antes un súper crack y hoy,empresario y dueño de los clubes Valladolid y Cruzeiro.
Pero mucho menos queda de lado el fútbol argentino, desde un documental dirigido por Federico Rotstein, “Érase una vez en Qatar”, sobre el primer título mundial sub-20 conseguido bajo la dirección de José Pekerman en 1995 (y el segundo de los seis conseguidos por la selección nacional en su historia), hasta “El Otro Fútbol”, de Federico Peretti, con un excelente recorrido por las canchas de tablones de madera y barro y piedras en vez de céseped en tantas ciudades del país.