Por Sergio Levinsky. Especial para Jornada
Más allá de la lesión del arquero Ignacio Rulli, todo indica que Scaloni se encontrará con una amplia posibilidad de convocar jugadores, porque no sólo siguen en carrera los campeones del mundo, sino que otros que se han quedado al borde de disputar el pasado Mundial continuaron a gran nivel en sus equipos y al mismo tiempo, fueron apareciendo muy interesantes valores juveniles, en franco ascenso, y que parecen predispuestos a pelear palmo a palmo cada puesto en la lista final para el próximo Mundial.
En febrero pasado, en ocasión de la gala del Balón de Oro en París, tuvimos la ocasión de dialogar extensamente, y mano a mano, con el seleccionador argentino, quien nos aseguró que tengan 35 o 17 años, los jugadores tendrán chance de vestir la camiseta albiceleste sin tienen un rendimiento acorde, y que no le temblará el pulso para reemplazar a algún campeón del mundo, si así lo considera, de acuerdo con el rendimiento que cada uno tenga.
Estas declaraciones de Scaloni resultan fundamentales para terminar con una tradición que no benefició nunca a la selección argentina luego de haber conquistado el máximo título. Tanto César Luis Menotti para el Mundial de España 1982, como Carlos Salvador Bilardo para el de Italia 1990, cometieron el mismo error, que fue casarse con aquellos planteles que les habían dado la gloria cuatro años antes, en Argentina 1978 o en México 1986.
Por supuesto que suele haber una base, una cantidad de jugadores que son esenciales para cualquier equipo y nadie dice que hay que reemplazarlos a todos, pero es evidente que, para una élite futbolística, el paso de los años es inexorable y que el físico y el roce internacional al más alto nivel genera un desgaste.
A poco de salir campeón intercontinental con Boca Juniors en Japón, y nada menos que ante el Real Madrid de los “Galácticos” en 2000, cuando le consultaban al director técnico Carlos Bianchi sobre aquello, solía repetir que ya no era “campeón de nada”, que en todo caso “había sido” porque ya pasó el tiempo y aquello había quedado en un pasado glorioso, pero pasado al final, en una muy buena manera de re-motivarse.
Scaloni tiene entonces una gran oportunidad para demostrar si aquellas declaraciones hechas en París en febrero y que luego repitió algunas otras veces en distintas entrevistas, son reales o simplemente quedaron en una buena intención sepultada por amistades o compromisos, aunque en principio, y tomando en cuenta la trayectoria del ciclo anterior, podría pensarse como posible. Pero para que eso ocurra, el entrenador deberá despojarse de aquellos preconceptos de sus dos antecesores en los títulos mundiales, que prefirieron optar por aquellos que en su momento los ayudaron a conseguir los títulos más importantes de su carrera.
Yendo a ejemplos concretos, todo indica que esta selección argentina cuenta con pocos jugadores muy veteranos. Uno de ellos, claro está, es Lionel Messi, absoluto emblema del equipo, del fútbol argentino, y hasta mundial (pocas veces ocurrió que desde todos los países se quería que Argentina ganara el Mundial 2022 más que nada por él mismo). Aún con el deseo de que el genio rosarino esté presente en 2026 en su sexto Mundial (algo que nadie consiguió en toda la historia del fútbol), hay que entender que ni siquiera él mismo sabe si lo podrá conseguir, porque como bien dijo más de una vez, llegaría con 39 años y no puede garantizar que en este ciclo y con esta edad. Un día se despierte sin ganas de entrenase o simplemente con una irreparable fatiga muscular.
Otro caso parecido es el de Ángel Di María, quien ya confesó que originalmente iba a dejar la selección argentina cuando finalizara el Mundial 2022 y debido a la forma como se consiguió el título, tuvo el ímpetu de continuar en el equipo albiceleste y se propone jugar la próxima Copa América, pero luego ya no hay garantías de continuidad y hasta se plantea terminar su carrera en Rosario Central, el equipo de sus amores, lo cual le quitaría roce internacional. Una situación parecida ocurre con Nicolás Otamendi, de alto rendimiento en el Benfica, pero que evalúa regresar al fútbol argentino para terminar su carrera en River Plate.
En el resto de los casos, salvo Franco Armani, arquero criticado en este tiempo por los hinchas de River pero que a grandes rasgos mantiene su nivel aunque llegará al Mundial con edad avanzada, y el intríngulis por la relación grupal con Alejandro “Papu” Gómez en medio de rumores sobre complicaciones en este sentido relacionadas con cuestiones personales, en el resto de los casos, se trata de jugadores de una edad que les permite apostar a otro Mundial sin dificultades.
Sin embargo, a los que pudieron levantar la Copa del Mundo en Qatar se les pueden agregar otros que formaron parte del ciclo anterior y que por distintas razones se quedaron fuera de la lista definitiva, pero que en una muestra de carácter competitivo, están rindiendo a alto nivel, como son los casos de Giovani Lo Celso (en el Tottenham, pero buscado en estas horas por el Betis y por el Barcelona), Nicolás González (de excelente presente en la Fiorentina), Lucas Ocampos (de gran recuperación en el Sevilla) o Giovanni Simeone (que busca titularidad en el Nápoli).
Por si fuera poco, van surgiendo cada vez con más fuerza otros jugadores que formaron parte de la selección mayor o de los juveniles, como Facundo Medina (Lens), Fausto Vera (Corinthians), Matías Zaracho (Atlético Mineiro), Marcos Senesi (Bournemouth) o Lucas Beltrán (Fiorentina), Alejo Vélez (Tottenham), Máximo Perrone (Manchester City), Alejandro Garnacho (Manchester United), Nico Paz (Real Madrid), Franco y Valentín Carboni (Inter) o Federico Redondo (Argentinos Juniors), por citar a algunos de los más conocidos, aunque hay muchos más y siempre pueden aparecer otros.
Por esta razón, resulta fundamental que Scaloni pueda tomar nota del pasado para no repetir errores de sus colegas, por más exitosos que hayan sido. Aquellos “casamientos” con los campeones no terminaron sirviendo en el Mundial siguiente. No hay una ley escrita sobre esto, pero es mirando al pasado como se aprende para el futuro sin tener que tropezar con la misma piedra.
Ojalá que Scaloni cumpla con aquello que expresó. No sólo será cambiar una historia torcida, sino que probablemente sea lo más justo.
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