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Real Madrid es otra vez campeón de Europa, aunque sufriendo

Carlo Ancelotti, el sabio entrenador italiano del Real Madrid volvió a tener razón, como casi siempre: muchas veces, no hay peor final que la que se sale a jugar con un altísimo porcentaje de chances de ganarla según la mayor parte de los observadores.

01/06/2024 23:06
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Por Sergio Levinsky desde Londres

Por eso es que habló de insuflarle miedo a sus jugadores, para que se pongan nerviosos antes del partido decisivo y salgan con los dientes apretados, sin confiarse.

Tanto fue así, que esta fue una rarísima definición de UEFA Champions League porque si bien el Real Madrid pudo repetir su impresionante leyenda para llevarse la decimoquinta de su historia, al ganarle 2-0 a un muy buen Borussia Dortmund, en pocas oportunidades, especialmente en los últimos tiempos, tuvo que sufrir tanto.

El planteo de Edin Terzic, el excelente entrenador del Dortund, que en nada hace extrañar a uno de sus antecesores -presente en la cancha y ovacionado cuando fue tomado por la cámara para la pantalla grande-, Jürgen Klopp, fue perfecto. Los alemanes controlaron como nunca a los blancos, los encerraron, le quitaron la pelota, la jugaron para adelante, y generaron tres clarísimas situaciones de gol que no pudieron concretar: un gran pase de Matt Hümmels al nigeriano Adeyemi, que se abrió demasiado al quedar solo ante el arquero belga Courtois, un remate al palo de Fullkrug y un muy bien tiro de media distancia de Marcel Sabitzer, que motivó una oportuna estirada del arquero rival.

El Borussia, muy alentado por su ruidosa hinchada que hizo recordar al griterío habitual del Iduna Park de Dortmund, pudo -y debió- irse al descanso por lo menos un gol arriba y acaso, dos. Pero en el fútbol, el gol es el máximo premio, la meta, y no convertir puede transformarse en pecado.

Se respiraba que, como es habitual, perdonar al Real Madrid suele salir caro, porque se trata de un equipo con demasiadas variantes técnicas y tácticas. Venía saliendo demasiado mal cada córner de un jugador habitualmente preciso como otro alemán aunque de blanco y ex Bayern Munich, Toni Kroos, hasta que el enésimo, a los 73 minutos, por fin dio con el cabezazo del lateral Daniel Carvajal, que tal como su compañero, el zaguero Nacho Fernández y el croata Luka Modric, alcanzaron la impresionante cifra de seis títulos de Champions que sólo había conseguido otro madridista en los años Cincuenta y Sesenta, Francisco “Paco “Gento,  el “Rayo” de los tiempos de Alfredo Di Stéfano y luego, en 1966, del llamado “Madrid Yeyé”.

Después de tanto bregar, haber recibido ese gol en un partido tan favorable, generó un impacto en el Borussia, que ya no fue el mismo. Lo anímico siempre juega su papel y ya el Real Madrid había crecido y poco tenía que ver con aquel equipo que no encontraba el rumbo en la primera hora de juego. Ya se paraba más arriba, interceptaba más los pases de salida de los alemanes, a los que ya todo les costaba más y con las agujas del reloj jugando en contra.

Así es que apenas nueve minutos después de la apertura del marcador llegó el segundo gol blanco por intermedio de su jugador más peligrosos, el brasileño Vinicius Junior, y con esto, la final había terminado mucho antes del pitido final en una historia ya demasiado conocida por su permanente repetición: un rival que cree que esta vez podrá, los goles que no llegan o que llegan y son remontados, y un Real Madrid que acaba solventando el partido, lo merezca mucho, poco o nada.

Notábamos un ambiente de mucha confianza en el público madridista que viajó a Londres. Una confianza que podía ser peligrosa y hay quien nos dijo que hasta prefería al PSG o al Manchester City porque, al fin y al cabo, en una final no dejaban de ser pares, pero cuando el rival está algún escalón abajo (al fin de cuentas se enfrentaron el campeón de La Liga contra el quinto de la Bundesliga), siempre existe un espacio para la hazaña.

“Son alemanes”, nos alcanzó a decir Jorge Valdano en la sala de prensa de Wembley horas antes del partido, y recordó lo que le costó a la selección argentina campeona del mundo en 1986 aquella final contra los germanos, a los que parecía que los tenía maniatados y ya se sabe todo lo que hubo que remar al final.

Este partido de Wembley puede llegar a ser bisagra, para el lado de un fin de ciclo para el madridismo, o acaso el puente para una continuidad de otro porque ante la salida de Nacho y Kroos, que dejan el equipo (el primero se va a la MLS estadounidense y el segundo se retira tras la Eurocopa), en la próxima semana es inminente el anuncio de la llegada de Kylian Mbappe, uno de los mejores jugadores del mundo y alguien que puede marcar una etapa, así como antes lo hicieron Di Stéfano, Cristiano Ronaldo o Zinedine Zidane.

Con la llegada de Mbappe (no se quiere tapar esta fiesta, por lo que primero habrá una Rúa con un autobús descapotable por las calles de Madrid y recién luego vendrá el anuncio, aunque no la presentación, porque el francés sigue siendo jugador del PSG hasta el 30 de junio) termina una temporada brillante en resultados, con la obtención de la Supercopa de España, la Liga española y la Champions League, lo que a su vez proyecta al equipo para la Supercopa de Europa en agosto ante el Atalanta (campeón de la Europa League) y la nueva Copa Intercontinental de diciembre en Arabia Saudita (exMundial de Clubes, que ahora se jugará cada cuatro años y que su primera edición, con 32 participantes, será la de 2025 en los Estados Unidos).

Aún perdiendo, el Borussia Dortmund terminó dignamente esta Champions, no sólo por el dominio casi total que ejerció ante el Real Madrid en esta final durante poco más de una hora, sino que antes eliminó muy bien al Atlético de Madrid y al PSG y dejó una gran imagen, con algunos jugadores de primer nivel y un movimiento colectivo que, de seguir profundizando, le puede dar grandes satisfacciones.

El Real Madrid no debe engañarse con esta final. Fue superado en muchos pasajes, pero es tanta su calidad y son tantas sus variantes, que le siguen alcanzando para ganar. Como canta su hinchada en cada uno de los partidos: “Los años van pasando…y todo sigue igual”: quince Copas de Europa, y siete trofeos (menos de la mitad) tiene el Milan, el que lo sigue en la tabla histórica.

Desde que el Real Madrid obtuvo la séptima Champions en 1998, luego de 32 años sin conseguirla, apenas perdió dos finales internacionales en 26 años: la Supercopa de Europa de 2018 ante el Atlético Madrid y la Copa Intercontinental de 2000 ante el Boca de Bianchi. Acaso este dato aumente la cotización de aquella hazaña del conjunto argentino en Japón.

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