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¿Cuántas banderas para el Día de la Bandera? ¿Y cuántas para celebrar el mundial? Comparemos

“El fútbol es una patria más intensa que la patria misma”. Suena insolente, suena alevoso este concepto que desarrollé en mi libro De fútbol somos. Pero pronto intentaré demostrar que no exagero.

22/06/2024 22:25
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Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires

Nos han sucedido más de veinte años –veintitrés exactamente–desde que formulé esa afirmación; cada año observo que es más evidente. Sin ir más lejos recordemos los cuatro o cinco millones de personas que a lo largo y a lo ancho del país nuestro salieron a festejar el campeonato mundial de Catar. Ciento de miles, de millones de banderas argentinas se mostraron. Ahora mismo: comparemos la cantidad de banderas que florecieron por la conquista del Mundial con las que florecieron el reciente Día de la Bandera.

   Mi afirmación quedó sentada en mi libro De fútbol somos (Sudamericana, 2001). Pronto voy a la demostración de que los sentimientos que despierta el fútbol superan en intensidad a los que despierta la patria en sus fechas capitales, aún con referencia a la desguerra de Malvinas.

    Tiempo de interrogarse. Damas y caballeros, ¿qué significa para nosotros la bandera patria? El 20 de junio amanecí con esta pregunta bien encendida, y salí a caminar el Buenos Aires capitalino. Cielo plomizo y el sol porfiado tratando de meterse por entre los pliegues de nubes obstinadas. Después de andar dos, tres kilómetros, contabilicé apenas una veintena de banderas en las casas y en edificios que anidaban decenas de departamentos. A esas banderas habría que restarles cuatro, con los colores de Boca y de River. Me extrañó encontrar una bandera argentina en una estación de servicio, de YPF. ¿Qué hacía allí esa banderita si, como bien o mal sabemos, YPF fue regalado durante el saqueo rifatizador de la década del Señor de los Anillacos? Esta pregunta descorazonadora me empujó a otra: hace años –en la década del ‘90–  YPF significaba Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Ahora, tras la casi entrega, ¿qué significa? Me parece que YPF no significa nada. Son tres letras muertas. Un agujero negro y no de petróleo, precisamente; un agujero de indignidad. En estas cavilaciones estaba cuando apareció el viejo Serafín Ciruela y me dijo: “Estás equivocado. No es cierto que YPF no signifique nada. Desde hace unos años YPF significa Yacimientos Petrolíferos Fifados.”

    Pero volvamos a la abundante escasez de banderas patrias. Buen momento para comparar la cantidad de banderas que sacamos a relucir, por millones, en los mundiales. ¿Es que el sentimiento proveniente del fútbol es escandalosamente más poderoso que el sentimiento patrio? Pregunta para demorarse y analizar. Aclaremos pronto que el fútbol no tiene la culpa, sólo nos espeja. No nos enojemos con el espejo.

   Sigo. Ya retornando a mi casa noté que en mi manzana y en la anterior no había una sola bandera argentina. (Y en mi casa tampoco). Entré, y rápido busqué el diccionario, el Pequeño Larousse Ilustrado. Fui a la letra correspondiente y leí: “Bandera. Pedazo de tela con los colores de una nación, colocado en un asta o palo largo o mástil. Sinónimos: pabellón, pendón, estandarte, oriflama.” Me quedé tildado por la primera línea: “Pedazo de tela con los colores de una nación.” Atribuí la abundante escasez de banderas a que, la inmensa mayoría de los habitantes de este (¿nuestro?) país, no siente que “esto” sea una nación. Preguntas de 20 de Junio: ¿Somos los restos de una nación que la murieron y se murió precozmente con nosotros de distraídos y mansos espectadores? ¿Somos una nación o, tal vez, un conato de nación?

    Con el diccionario latiéndome en las manos advertí que en la misma columna, muy cerca de “bandera”, había palabritas muy sugestivas: “banda”, “bandidaje”, “bandolerismo”. Entre los sinónimos de “bandidaje” encontré “rapiña”. Entre los sinónimos de “bandido” encontré “salteador, malandrín”. La definición de “bandolerismo” me dio esto: “Estado de una comarca donde abundan los bandidos”. No pude evitarlo: asocié la ausencia de banderas patrias a nuestra condición de país saqueado, de conato de nación; o de nación que pudo ser y no fue. Vinculé todo esto a la rapiña, al bandidaje, a la impunidad, al apogeo de salteadores y malandrines, a la crónica impunidad, a la mafia convertida en ideología, a la frivolidad convertida en religión, a la desmemoria, en fin, a la vista gorda. Me dije que esto que hoy por hoy somos y no somos, no proviene ciertamente del año pasado, viene, por lo menos, de hace más de un cuarto de siglo, cuando con gran indiferencia (y complicidad) se asistió al reinado de un tal Martínez de Hoz, un ministro de economía que nunca dejó de estar y que fue re-enarbolado en la década del ‘90.

   A esta altura de mi desolación, otra vez me tocó el hombro Serafín Ciruela, y me dijo: “Acá, en este agujero con forma de mapa, no quedaron ni los mástiles. Una suerte, porque comenzado el siglo 21, ¿qué bandera íbamos a izar?” Me quedé con el ánimo a media asta, enlutado. Al verme así Serafín Ciruela, con una cordial patada en el traste, me avivó: “¡Vamos, arriba, nunca es tarde para recuperar la dignidad; nunca es tarde para despertar, para nacer!”

    Posdata.

     Quiero creer que nunca es tarde para recuperar la dignidad. Quiero creer. Ni es tarde para nacer. Quiero creer. Pero no nos abusemos. La dignidad no puede ser eternamente dejada para mañana. No basta con  el “quiero creer”.

 

* zbraceli@gmail.com    ///   www.rodolfobraceli.com.ar

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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