Por Sergio Levinsky desde Barcelona
No se trata de un Mundial más, sino que el calendario que generó el otorgamiento de la sede a Qatar hizo saltar las chispas de los poderosos clubes europeos que se auto consideran la patronal del mundo del fútbol. Son ellos lo que pagan fortunas por los jugadores-estrella y por lo tanto, los que ponen trabas para cederlos hasta el último instante, algo que la FIFA va consintiendo como jamás ocurrió en el pasado.
Si algo se puede rescatar de los tiempos anteriores de Joseph Blatter como presidente de la FIFA-muy enfrentado a Gianni Infantino, el actual mandatario- es el respeto a las distancias y al marcado equilibrio que siempre se intentó entre competencias de equipos y las de selecciones nacionales. La gestión anterior tuvo claro, al menos, que su negocio (no “el” negocio) pasaba por las competencias internacionales de selecciones y jamás cedió al gran chantaje europeo de quedarse con todo.
Hoy las cosas son diferentes e Infantino parece resignado al avance del gran capital y de esta forma, pagan las potencias y paga, al fin de cuentas, la organización del torneo. Hay dos formas de aceptación de este avance prepotente de los clubes europeos: la primera es la enorme indemnización que la FIFA prevé para cada club que ceda jugadores al Mundial, con un monto de hasta diez mil dólares diarios y con un máximo de treinta y tres días (o sea que cada club que ceda jugadores a distintas selecciones puede llegar a obtener un techo de 330.000 dólares), y la segunda es el pulgar levantado para que algunas competencias de equipos finalicen hasta el 13 de noviembre, cuando el Mundial comienza exactamente una semana más tarde. Esto significa que hay selecciones que podrán contar para su preparación final con una semana de antelación.
Muchos recordarán cuando Carlos Salvador Bilardo repetía en todas las entrevistas que la clave para él pasaba por el momento de tener “a todos juntos” esos treinta días antes de comenzar un certamen. Comparen, por favor, ese tiempo con esto que vive el fútbol hoy. ¿Es esta una forma de prepararse para un Mundial? ¿Es esta una forma de respetar al público de todo el planeta? ¿Es esta la forma de explotar –si se quiere ir por este lado del análisis, que no es el que más nos place- el negocio del deporte, su propio negocio?
Hace tiempo que creemos que la guerra entre los equipos poderosos europeos y las selecciones nacionales la vienen ganando los primeros y ahora lo es por goleada, por todo lo que citamos y por algunos elementos que ya aparecían desde antes y que hemos abordado en estas páginas en su debido momento, como por ejemplo, los sistemas de juego.
¿Puede la selección argentina, o la brasileña, o incluso la uruguaya, jugar con su estilo tradicional cuando el noventa y cinco por ciento –por no decir el cien- participa en equipos europeos durante todo el año, con sus culturas, sus disciplinas, sus sistemas tácticos, sus preparaciones físicas, sus cambios posicionales? Imposible, y esa es una de las grandes trampas de este tiempo, que comienza a quebrar el destino a medidos de los años noventa, con la llamada Ley Bosman, cuando se aprobó la libre circulación de los jugadores europeos por el continente.
A partir de entonces, y de manera exponencial (porque esa libre circulación también incluyó a todos los sudamericanos o africanos que tuvieran pasaporte europeo, que a su vez fueron entonces dejando vacantes para los no-comunitarios, que luego se hacían comunitarios y generaban nuevas vacantes), los jugadores de nuestro continente cruzaron el océano y ahora hay no menos de tres categorías completas de planteles de cada uno de los principales países futboleros en el Viejo Continente, perdiendo nuestro estilo de siempre.
Y esto alcanza también, en buena medida, a los africanos que, además, y a diferencia de los sudamericanos, fueron contratando, para entrar en la “modernidad” a entrenadores europeos, que si aportaron disciplina táctica y orden, hicieron perder frescura, talento e inventiva a esos equipos que ya nunca más tuvieron aquel protagonismo inicial que fue producto de la sorpresa, y la innovación. Hoy, de alguna u otra forma, todos los equipos se parecen, juegan más o menos a lo mismo, con el mismo abanico de esquemas y el fútbol se va tornando demasiado predecible.
En este “Nuevo Orden” impuesto por los europeos, no nos puede sorprender que los clubes poderosos hayan retrucado al obligado cambio de calendario del Mundial de Qatar por parte de la FIFA, con una negativa a ceder a sus jugadores, que también son lo de selecciones como Argentina, Brasil y Uruguay pero también de Senegal, por citar un caso africano, hasta último momento.
Y eso no es todo, porque también decidieron exprimir a sus jugadores y a sus calendarios locales como para que lo que quede de la temporada en el período post-mundialista, hasta el 30 de junio de 2023, no se resienta un ápice. El producto final no podía ser otro que de decenas de lesionados por forzar sus físicos, y con cualquier camiseta de cualquier equipo, y entonces una vez más, la FIFA consintió este sistema que determinará que en su principal negocio, en su principal fiesta, que es el Mundial que se celebra cada cuatro años, y que los fanáticos de todo el mundo hacen sobre eso el conteo hacia atrás, falten muchísimos jugadores importantes. ¡E Infantino pretendía que los Mundiales se jugaran cada dos años!
Es en este contexto en el que, mientras la selección de México que dirige Gerardo “Tata” Martino, con varios jugadores de su liga local, ya se encuentra en Girona y jugará un amistoso este miércoles, o Arabia Saudita viene entrenándose hace meses bajo la dirección técnica del francés Hervé Renard, de gran éxito en selecciones africanas en el pasado y de una excelente clasificación en el grupo asiático por delante de Japón o Australia, Scaloni medita si es posible contar con Dybala o Lo Celso, y sufre cuando se entera que Lionel Messi tiene molestias en un tendón y no juega en el PSG, o Cristian Romero tuvo un golpe, o Emiliano Martínez estuvo tirado en el suelo en el partido del Aston Villa de la semana pasada por otro golpe en la cabeza.
Este es un Mundial irregular, con una concepción totalmente distinta a lo que conocimos, con un bajísimo margen de error y en el que el calendario europeo fue generando lesiones inmanejables en muchos casos.
Habrá que andar en los días previos con pie de plomo, y esperar que el universo conspire más a favor que en contra, muy lejos de otros tiempos más seguros y razonables.
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