Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires. Especial para Jornada
Respondo: hacer (des)memoria significa asociarse a la impunidad. Incluso en pleno tiempo de veraneo, tenemos que elegir entre vivir en estado de digestión o vivir despiertos. Desde esta columna ya hemos elegido: sólo la memoria nos garantiza la consolidación de la democracia y el logro de un futuro diferente, y mejor. Estamos acosados por el método Bolsonaro, incluso hasta hay quienes convocan el modo “Gestapo”.
Hace un cuarto de siglo, un 25 de enero, se producía la asesinación de Cabezas. Como siempre que reviso su recuerdo, lo hago acompañado con el recuerdo más cercano de un desaparecido en democracia, el albañil Julio López. Lo borraron del mapa por ser testigo decisivo en juicio a torturadores. Además, este aniversario nos induce a la reflexión de los más de 300 nietos que siguen con su identidad secuestrada. En pleno enero pues encendamos la memoria porque, desde ella, semillaremos un futuro solar. No caigamos en la cómoda obscenidad de la abstinencia y del olvido.
Cabezas no es sólo Cabezas. La paranoia –hoy convertida en ideología–, la impunidad hoy expresada en banderazos y en quema de barbijos y en apuestas contra la vacuna, justamente esa impunidad se confunde con heroísmo. Es abonada por esa franja de la sociedad que simpatiza con el “modo Bolsonaro”, con el sediento reclamo de mano dura.
Un momento más: la alevosa indiferencia ante la desaparición de Julio López (setiembre del 2006, pasaron más de 15 años) evidencia que la Mano de Obra Desocupada sigue criminalmente ocupada. Repugna la indiferencia activa de una franja que a veces se cifra en un 40 por ciento de nuestra sociedad. En verdad son demasiados. Socavan la democracia. Y la usan cuando les conviene.
Volvamos a Cabezas. Cuando se cumplía un año de su muerte, en la entonces exitosa revista Gente me pidieron que juntara a las viudas de Cabezas en la cava de Pinamar, allí donde fue ultimado. Madremía. Una ocurrencia macabra. Desobedecí y en cambio escribí sobre Cabezas un monólogo ficcionado en tiempo presente. Una especie de resurrección laica. Ese texto, ampliado, más tarde fue un capítulo de mi libro “Argentinos en la cornisa”; finalmente lo convertí en la obra teatral “El novio de la memoria”, que protagonizó Roly Serrano. Al monólogo del libro alguna vez también lo leyó el inolvidable Ulises Dumond, en Canal 13. Comparto ahora unas líneas de aquel texto:
“El 25 de enero de 1997 el fotógrafo José Luis Cabezas fue matado vivo y quemado muerto en Pinamar. Impunidad tremens. Al cumplirse el primer aniversario de la asesinación, escribí sobre Cabezas, pero viviendo él hoy. Familiares y amigos me sembraron con anécdotas que le dieron pulso a este texto imaginado para contradecir a la muerte. Aquí, Cabezas, ahora. Escuchémoslo:
–“Soy una afiche. Ultimamente la gente se queda mirándome. Que se paren para mirarme es demasiado. Soy un chabón interesante, pero no es para tanto... Así es: me están pasando cosas extrañas... Hoy me levanté y salí con la fresca. Amanecí extrañando, y con unas ganas de desayunar como duque. No sé por qué estoy ahora mirando el almanaque: 25 del 1 del 98, ¡domingo carajo! Salgo a caminar, ¿por la cintura cósmica? No, por la vereda nomás. Hoy necesito ver a mis chicos, a mis viejos, a Cristina, mi Pajarita. Hace tanto que no hablo con ellos pero, ¡otra cosa rara!, siento que los extraño como si me hubiera ido de viaje sin retorno, lejos... Los buscaré y les daré abrazos ¡así!, sin avisarles. Qué joder, ¿tengo que dar explicaciones para abrazar?
(…) A gozar enero me enseñó el loco Piazzolla: “En enero Buenos Aires es una hembra, toda para vos”, decía. Pero, ¿qué carajo hago aquí? Debería estar fotografiando la temporada en Pinamar… Camino, ya dejé atrás dos quioscos. Qué curioso: en la portada de Clarín y de La Nación vi una foto mía. En la de Página 12, mi foto y grande la palabra: “¡Presente!” Me está gustando esto de ver mi foto mirándome desde afiches. Pero, qué raro…si no soy candidato a nada.
“Sí, me están pasando cosas raras. Sueño chifladuras que no tienen pies ni apellido. Quiero decir: ni cabeza. Anoto en un cuadernito “Gloria” esos sueños. Hay un sueño que se me repite: unos chabones me ponen un revólver en la cabeza, me esposan, me hincan sobre el asiento trasero de un auto… ¿de qué mierda se ríen?… Uno de ellos me arranca la cámara de una patada… después, el estampido… es un flash, pero adentro de mi cabeza, y enseguida: llamas, demasiada luz, cierro los ojos… el eco del silencio…
“¿Me han matado? Si ahora cuento el sueño, señal que estoy vivo. Después de esa fiera pesadilla, me despierto; un trago de agua, me duermo y sueño algo repiola... Sueño que un chabón de anteojos me arrima una hoja con algo escrito en rojo: ‘No siempre la muerte se sale con la suya. La muerte no es perfecta…’... Ahí entra en el sueño Serrat, mi ídolo. Viene con un tipo menudito de la mano, es García Lorca. Me dice Joan Manuel: ‘Tiene razón el de anteojos, José Luis: La muerte no es perfecta. Que no basta con asesinar para matar. Aquí, de cuerpo y latido presente, te lo demuestra Federico García, el que viene a nacer’... Y después se van. Yo a Lorca alcanzo a gritarle: ‘¡Gallegooo!, ¡la próxima a ver si me decís el verso ese tuyo! ¡El del tipo que se llevó la mina al río creyendo que estaba desocupada pero tenía marido!’... Sí, el sueño con Lorca me borra el espanto del sueño en el que esos tipos me metían un relámpago en la cabeza...
(…) “Ahora sigo por Callao. Para desayunar elijo un boliche bacán: ‘¿Qué se va servir?’ ‘Medialunas’ ‘Y para tomar, ¿té o café?’ ‘Viejo, para tomar, ¡champán!’ ‘¿Champagne dijo?!’ ‘Champán Barón B. Soy un chabón duque eh...’ Joder, ahí viene un tipo leyendo el diario, desde abajo un perro lo mira. ¡Qué foto!... Pero, ¿y mi cámara?
(…) Recién dije Pinamar y sentí un gusto amargo en la boca. ¿Gusto a humo? Para sacarme ese gusto ya mismo iré a donde están los que quiero y les daré unos besos furiosos, de ésos que dejan zumbido en las orejas… Después les preguntaré: Che, diganmé de una vez: ¿saben dónde está mi cámara?
Posdata
Alguno de los lectores y lectoras, ¿sabe dónde está su cámara? ¿Sabe alguien, cómo se hace para que la memoria no se nos hunda en un bostezo?
Que no se nos olvide Cabeza. Y que no se nos olvide el albañil López que fue borrado del mapa por ser testigo en un juicio contra un atroz torturador. Y juntos, sigamos buscando con las madres abuelas, eternas parteras, a las casi 300 criaturas robadas desde la placenta. Hagámoslo por el futuro.
Esa es nuestra cuestión: al futuro debemos semillarlo de memoria. Tengámoslo presente: sea en verano o en invierno, sea en otoño o en primavera, la memoria es la forma más ardua de la esperanza. No nos olvidemos hacer memoria. Es la única manera de doblegar a quienes añoran el modo “Gestapo”. A propósito de “Gestapo”, la Gestapo representa la mafia institucionalizada. Una forma de “terrorismo de estado”, que le dicen. José Luis Cabezas es un desgarrador ejemplo: sí, así sucedió: fue matado vivo y quemado muerto. Y eso pasó aquí, en esta patria en la que hoy asoman los imitadores del “método Bolsonaro” y del modo “gestapo”.
* zbraceli@gmail.com === www.rodolfobraceli.com.ar
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