Por ello se recuerdan 55 años del Cordobazo, la rebelión obrera-estudiantil contra el régimen del dictador Juan Carlos Onganía.
Las dos CGT nacionales decidieron una huelga general para el 30 de Mayo, porque Onganía se negaba a restablecer la negociación colectiva y la actualización salarial, suspendidas en el ´67. En Córdoba lo adelantaron un día y adoptaron la modalidad propuesta por Agustín Tosco del Sindicato de Luz y Fuerza, que implicaba el abandono de los lugares de trabajo desde las 10 hs hasta el día siguiente -es decir por 36 hs, en lugar de 24- y la movilización hasta un acto en el local de la CGT.
La convergencia con la cuestión estudiantil. Este sector venía movilizándose para reclamar frente a las intervenciones en las Universidades. Los estudiantes de Corrientes habían sido reprimidos luego de una protesta que culminó con la muerte de uno de ellos y esto a su vez produjo una serie de marchas del silencio que causaron dos muertes más en Rosario. Este antecedente posibilita la concreción de otra iniciativa de Agustín Tosco, la convergencia de un reclamo obrero estudiantil.
Las columnas que marchaban pacíficamente fueron detenidas en puntos estratégicos, por parte de la policía provincial y federal que comienzan a atacarlos para evitar que lleguen al centro. Esto desembocó en una generalización de la protesta en lo que se consideró rebelión popular e insurrección urbana.
La marcha representaba un rechazo al régimen y a la sensación de injusticia generalizada que afectaba a diversos sectores sociales. Esto despertaba adhesión porque había un fuerte repudio a las muertes estudiantiles y a la permanencia de la dictadura en el poder -que no presentaba plazos de restitución democrática ni medios para canalizar las protestas-. La proscripción del peronismo aumentaba el malestar y desde el radicalismo no se miraba con buenos ojos a quienes habían derrocado a Illia.
Las columnas que son interceptadas se desbordan por los barrios para llegar al centro. Allí reciben el apoyo de los vecinos, a través de la protección de los manifestantes, armando barricadas para que la policía montada no pueda ingresar e incluso se sumaron a la acción.
El gran conductor de esa movilización histórica fue Agustín Tosco, un dirigente obrero revolucionario. Férreo opositor a la burocracia sindical. Secretario general del sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba. Junto a Elpidio Torres, dirigente de SMATA, y Atilio López, de la UTA, encabezó la rebelión popular que pasaría a la historia como el Cordobazo. Tras la represión fue detenido y trasladado al penal de Rawson. Colaboró con la fuga de sus compañeros el 15 de agosto de 1972 (que terminaría en la masacre del día 22) pero se negó a salir porque planteaba que su lugar de lucha estaba allí. En 1973 se opuso al Pacto Social por considerarlo una trampa para la clase obrera. Tras la sublevación encabezada por el comisario Navarro en Córdoba, que puso fin al gobierno de Ricardo Obregón Cano y Atilio López, su gremio fue intervenido y comenzó una implacable persecución del gobierno peronista sobre él y sus compañeros. Murió el 5 de noviembre de 1975.
Agustín Tosco: Exigía respeto a su soberana voluntad; exigía la normalización institucional, para que el gobierno fuera elegido por decisión de la mayoría de la población, sin persecuciones para con las ideas y doctrinas de ningún argentino. Exigía que se aumentaran los salarios en un 40%, que era lo que había crecido el costo de vida. Exigía la defensa del patrimonio nacional, absorbido cada vez más por los monopolios extranjeros. Exigía la creación de nuevas fuentes de trabajo, para eliminar la desocupación que trae miseria y desesperación en los hogares. Exigía la reincorporación de los cesantes y el levantamiento de las sanciones por haber hecho uso del derecho constitucional de huelga. Exigía una Universidad abierta a las posibilidades de los hijos de los trabajadores y consustanciada con los intereses del país.
Aquella protesta de hace 55 años dejó, según cifras extraoficiales, al menos 30 muertos, decenas de heridos y ciento de detenidos, y significó el inicio de la caída de la dictadura de Onganía.
Queda una historia de desarticulación del Estado, los colectivos de identificación y los vínculos de solidaridad; así como el triunfo del consumismo –que son problemas mundiales-. Pero desde el punto de vista positivo, queda la tradición de la movilización contra cuestiones que trascienden lo individual y el Cordobazo como símbolo disponible para ser recuperado como advertencia de lo que la movilización popular frente a la injusticia puede lograr.