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EL LEGADO DE ENRIQUE DUSSEL

Dussel ha sido una figura enorme. Murió en México, ese país que nos recogió generosamente a tantos, cuando la democracia había sido arrasada entre nosotros. Pero su vivir y su obra han sido enormemente cosmopolitas: recibió doctorados Honoris causa en diversas latitudes y pobló congresos, conferencias, escritos y paneles en los lugares más apartados de Latinoamérica, Africa, Europa y Asia.

06/11/2023 12:43
Enrique Dussel
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Por Roberto Follari

Lo expulsó la represión desatada por las derechas ya antes de la dictadura. Una bomba puesta en su casa destruyó el frente de la misma. E inició un periplo que profundizó su inicial construcción de la Filosofía de la liberación, esa que había aparecido en público en el Congreso Nacional de Filosofía desarrollado en Alta Gracia (Córdoba) en 1971. Es una línea en que convergió con Carlos Cullen, Mario Casalla, el jesuita Scannone, Alberto Parisi, entre varios más. Como a tantos otros, la dictadura -apoyada por civiles entre los que no faltaban universitarios- lo expulsó de la Univ. Nacional de Cuyo.

  Esa filosofía de la liberación continuó un tiempo, incluso con el acompañamiento de otro mendocino egregio, Arturo Roig. Varios de los que se exilaron, derivaron hacia una asunción de elementos de teoría social marxista, manteniendo la ética de valores cristianos. Es el caso de Dussel, que pronto se convirtió desde el exilio mexicano, en un experto en la obra del pensador alemán. En Argentina continuó -con el bajo perfil entonces necesario- el grupo de los que no salieron del país, más ligado a la tradición histórica del peronismo.

  Luego Dussel trabajó mucho el latinoamericanismo filosófico, y desde ese sitio convergió con autores a los que se ha denominado decoloniales (Grosfoguel, Mignolo, al comienzo el colombiano Castro-Gómez). Siempre estuvo renovando su repertorio teórico, que buscó mostrar que nuestro continente no tenía que depender sólo del legado europeo, y que -en verdad- Europa fue sólo un suburbio del mundo más dinámico hasta comenzar la modernidad en el siglo XVI. A su vez, nos mostraba que en América no tuvimos ni Antigüedad de tipo greco/romano, ni Edad Media y feudalismo: nuestra propia historia continental, la de los pueblos indígenas y la posterior colonización violenta, es la que menos conocemos.

  Defendió las culturas indígenas, el medio ambiente, las políticas de género: se fue adecuando siempre a los tiempos, estudiando nuevos temas. Pero por sobre todo, su obra fue prolífica y monumental: ha escrito decenas de libros, muchos de ellos de largo paginado, con una envidiable erudición. Su capacidad de trabajo ha sido extrema, lo que, -además de la originalidad de sus posiciones- lo ha hecho uno de los autores más seguidos, leídos y comentados de Latinoamérica, con muchísimas tesis y textos dedicados a estudiarlo.

  También es destacable su audacia para confrontar con los filósofos más grandes de la última parte del siglo XX, como Apel, Rorty, Vattimo (recientemente fallecido) o Ricoeur. No ha habido lugar para los filósofos del Sur en esas vitrinas de la alta filosofía, reservadas sólo para europeos o norteamericanos. Sin embargo, se atrevió -con fundamentos para hacerlo- y discutió productivamente con esas máximas figuras, mostrando con fuerza que el pensamiento del Sur, también existe.

  Pero lo más destacable es su consecuencia en el compromiso con los de abajo. Nunca cambió de bando. En los años 90, tras la caída del Muro, intelectuales latinoamericanos -y en México singularmente- se pasaban en tropel a las ideologías del capital, del libre mercado, del empresariado exitoso. Nunca formó parte de esos pelotones de la renuncia y la abdicación. Como se dice en el Apocalipsis, decidió ser “fiel hasta la muerte”.

  Participó en innumerables reuniones políticas y encuentros populares, en contacto con comunidades de base y movimientos cristianos barriales. Inspiró a miles de militantes de defensa de los excluidos y desposeídos, que ponen su energía en favor de quienes más lo requieren. Escribió una obra vasta, casi inabarcable, traducida a múltiples idiomas. Pero fue, sobre todo, alguien que ha querido ser fiel a sus principios. En nombre de ellos, no desdeñó cierto acercamiento a la política práctica, para la cual no estaba especialmente preparado: así fue Rector de la Univ. de la Ciudad de México en un momento de alto conflicto, así como director de la Escuela de formación política de MORENA, el partido formado por el actual presidente de México, López Obrador. Y no hizo excusa por su edad avanzada: asumió el desafío.

  Pudimos coincidir plenamente con él en la filosofía, o no tanto. Pero no podemos dejar de admirar y respetar su legado y su coherencia. Sus aportes hacen a historiografía, ética, teoría política, economía, hasta algunos principios de estética. Es el autor paceño que llevó el acento mendocino a los lugares más remotos del mundo. El que, desde su lenguaje de erudición, quiso ser hermano de los más necesitados. El que nos va a faltar ahora, en que una voz sanamente profética como la suya ya no nos va a acompañar.-

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