Después del intercambio recíproco de gestos amistosos y especulaciones políticas tras la fugaz visita de Javier Milei a Mendoza la semana pasada, todas las miradas apuntaron a Alfredo Cornejo.
El gobernador viene haciendo equilibrio -entre propios y ajenos- para respaldar lo que él denomina un necesario "cambio de rumbo económico" capaz de estabilizar la macroeconomía y dar inicio a un ciclo de crecimiento virtuoso.
Referente de la denominada oposición dialoguista, el desafío parece estar planteado en los términos de si Cornejo es capaz de hacer un esfuerzo mayor para sostener el proceso que encarna el liberario.
La tentación a dar ese paso parece haber sido sugerida o explícita en la trascendida posibilidad de que el mendocino presida el denominado Consejo de Mayo, aquel que se formalizó en Tucumán con un decálogo de buenos deseos que ahora necesitan transformarse en leyes y para eso, tener acompañamiento y volumen político que un viejo conocedor del espinel de los gobernadores y el Parlamento, como Cornejo, puede trabajar y conseguir.
Sin embargo, así como ese ofrecimiento nunca se oficializó, la disposición a asumir tal compromiso, tampoco. Tal vez sea mucho respaldo -evaluó el mendocino- para tan poca devolución, a la vista, de gentilezas desde la Nación.
Pero lo que nadie puede negar es el esfuerzo mutuo entre el gobernador y el presidente para agradarse, casi un pacto de no agresión que en el contexto bélico en el que se desarrolla la política argentina es toda una excepción.
Por ello, la sesión de Diputados en la que Milei se jugó el miércoles la ratificación del veto a la ley de movilidad jubilatoria era una prueba de fuego para el incipiente vínculo entre ambos.
O si se quiere, una prueba de amor, de tensión incrementada, por la confirmación de Julio Cobos de repetir su voto a favor de la ley (y en contra del veto) que exponía a sus pares radicales mendocinos. Así, los dos diputados que responden a Cornejo, Pamela Verasay y Lisandro Nieri, quedaron en el foco de la presión. Si ellos cambiaban su voto, y ahora decidían acompañar el veto, no habría mucho más que especular. Habría sido otra ofrenda cornejista en pos del acompañamiento nacional.
Pero eso no ocurrió y tanto Verasay como Nieri votaron -como Cobos- junto al bloque radical, diferenciándose sí de aquellos cinco correligionarios que a instancias de Luis Petri fueron recibidos en la Casa Rosada y modificaron su voto para que Milei obtuviera un triunfo que en la previa parecía muy difícil de alcanzar.
Más allá del brete en el que está ahora el radicalismo, con amenazas de sanciones y expulsiones para los estos neo mileístas, tal vez Cornejo haya evaluado que su gesto no era necesario ahora, o que por el contrario, el costo de tal audacia podría haber sido impredecible, como hoy lo es el destino de los díscolos.
Tiempista y calculador, Cornejo administra avales y hechos para intentar estar cerca del calor nacional sin temor a quemarse. Por lo pronto, el experimento libertario no tiene asegurado su éxito, como tampoco su fracaso, y es por ello que si bien no desea ser visibilizado como un obstruccionista, tampoco como propulsor de iniciativas a las que incluso -en algunos casos- ha caracterizado, directamente, de "mala praxis política".
Regulando guiños, una cosa está clara: acompañamiento y respaldo simbólico, pero por ahora, inmolarse por Milei no está en los planes del gobernador.