Por Roberto Follari, Especial para Jornada
No sólo el número 2 de Milei, Ramiro Marra, elogió a Menem en el canal C5N, mostrando que nada de nuevo tiene su política: también los diputados autodenominados “libertarios” se negaron a repudiar la dictadura autoritaria de Videla, con el remanido pretexto de que ellos quieren “repudiar a los dos bandos” (para así no hacerlo a los dictadores).
Es que estos políticos no son nuevos, aunque vendan esa imagen: Milei fue asesor del general Bussi, uno de los más brutales represores ilegales de los años setenta, esos que arrasaron con todas las libertades de un zarpazo. Y Marra no cuenta que trabajó con Lavagna, ese austero y moderado político peronista, que está a años luz de los gestos estudiadamente demagógicos de Milei y su grupo, destructores del Banco Central y supuestos enemigos de “la casta”.
Nada es nuevo en este grupo de extrema derecha, disfrazado de partidario de la libertad. Los elogios a la política económica de la dictadura y a Domingo Cavallo, dejan claro que la única libertad que les interesa es la del mercado, la de los ricos para hacer sus negocios. Y esa política en la Argentina es la misma que en los años 30 se practicaba para malvender las carnes a los ingleses, en los finales años 50 para tratar de enterrar el legado económico de la década peronista, en los años 60 con la dictadura de Onganía y el ministro Krieger Vasena, en los años de plomo con Martínez de Hoz, en el menemismo con Cavallo, y cuando De la Rúa con el inefable López Murphy. Es lo mismo de siempre, con la nueva apariencia de hablar de “la libertad” sin ton ni son, pero con efluvios que suenan bien a los que no saben de política.
Porque lo que hacen los “libertarios” –liber/autoritarios, en verdad- es antipolítica, a secas. Para ello han forjado una imagen de renovación, consistente en hacer política hablando mal de la política: vieja paradoja discursiva. “Los políticos son de lo peor”, declaman desde la Cámara de Diputados o en un espacio televisivo al cual se los invita, precisamente, por ser políticos.
Mucho hay de plagiado en este sector partidario. Se denunció que lo que Milei escribía en diarios firmándolo como propio, eran fragmentos de libros clásicos del pensamiento liberal: él lo admitió, diciendo que afirmaban lo mismo que él quería decir. A su vez el nombre de “libertarios” es un verdadero robo a una larga y venerable tradición del movimiento internacional de izquierda, que se expresara en la inmigración a la Argentina de finales del siglo XIX y comienzos del XX: el anarquismo. Se trata de aquel influyente sector ideológico de la lucha obrera en el país del Centenario, al cual se le ha quitado el nombre.
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Pero también la reiterada y estudiada aversión a “la casta” ha sido quitada a otros repertorios, y justo a aquellos a los que el sector de Milei pretende despreciar: se la tomó secretamente de los “populistas”. Son los del grupo “Podemos” de España, que aprendieron sus motivos ideológicos de gobiernos latinoamericanos como los de Correa, Lula o los Kirchner. Podemos es el que inventó la lucha contra la casta política: aquí les han copiado el recurso (e incluso la palabra “casta”), y lo han presentado como si fuera propio.
Si se va pelando la cebolla, se ve que nada queda: el nombre de los libertarios no es de ellos, buena parte de su escritura tampoco, su retórica de “la casta” menos aún, y así siguiendo. Sus ideas son las mismas bases económicas del macrismo, aunque como son concientes de que éste fracasó, prefieren disimular su parecido. Y lo de que son nuevos, es sólo la envoltura: apenas se la desata, se encuentra el ruinoso liberalismo económico de siempre, que ha hundido a la Argentina desde los préstamos de deuda externa de Bernardino Rivadavia. Entre las ideas económicas de ese grupo y las mil veces fracasadas de Cavallo, Martínez de Hoz y Dujovne, no hay ninguna diferencia: culpar de todo al gasto público, el gasto político, el exceso de Estado, etc. Poco aclaran de cómo mantendrían la educación o la salud públicas eliminando impuestos a los poderosos, y liquidando así la base de los accesos a servicios como también vivienda, transporte o jubilaciones que disponemos los argentinos.
El pasado disfrazado como futuro, y el plagio generalizado disfrazado de originalidad. Poco puede ofrecer la derecha autoritaria, en su nueva versión de “defensora de la libertad”. Ninguna libertad pueden garantizar quienes no asumen repudiar a la dictadura y quienes sostienen ideas económicas que siempre han terminado en la represión social, ante el hambre creciente y la angustia de la población.-
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