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Se recordó los 60 años del golpe de Estado a Arturo Frondizi

01/04/2022 11:42
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Hace sesenta años en la madrugada del 29 de marzo de 1962 el presidente constitucional Arturo Frondizi era depuesto de sus funciones por decisión unánime de los comandantes en jefe de las tres Fuerzas Armadas a la sazón Tte. Gral. Raúl Poggi, Almirante Agustín Penas y Brigadier General Cayo Alsina.
 
Un nuevo golpe de Estado de las Fuerzas Armadas interrumpía por cuarta vez un mandato presidencial constitucional (Lo habían hecho en 1930 con Yrigoyen, en 1943 con Ramón Castillo y en 1955 con Juan Perón) aunque esta  vez, al derrocamiento del presidente no siguió el establecimiento de una dictadura militar lisa y llana como en las oportunidades anteriores, sino que debido a las previsiones del propio Frondizi y la intervención de la Corte Suprema de Justicia inspirada fundamentalmente por el ministro más joven, el destacado jurista Julio Oyhanarte, se puso en práctica el mecanismo legal de la Acefalía Presidencial y se tomó juramento al presidente provisional del Senado José María Guido, quien juró su cargo en el Palacio de Tribunales y por la tarde se constituyó en el despacho presidencial sorprendiendo a los jefes militares que no terminaban de ponerse de acuerdo entre ellos sobre el camino a seguir luego de deponer al presidente.


Me contó Pablo González Bergez, dirigente conservador y testigo de aquellos sucesos (de los que dejó una memoria escrita invalorable ) que en el momento en que Guido ingresó a la sala donde se hallaban los comandantes aún deliberando, el edecán anunció: –“Señores: el Presidente de la Nación!”. Instantáneamente con  con los habituales reflejos castrenses los tres jefes se pusieron de pie y saludaron con la venia. La hipótesis de establecer una dictadura militar quedó definitivamente enterrada en ese instante.


 
Se trataba del desenlace de un mes tumultuoso, como lo había sido prácticamente la totalidad del período durante el que Frondizi ejerció la primera magistratura, en el que no faltaron planteamientos y crisis militares que paulatina y constantemente horadaron la autoridad presidencial. Pocos días antes se habían llevado a cabo las elecciones de renovación parlamentaria y de mandatos de gobernadores, en los que la oposición peronista, limitada en el ejercicio de su personería y bajo diversas denominaciones compitió triunfando en varios distritos, destacándose la victoria de Andrés Framini, candidato de Perón en el primer Estado argentino, desatando la crisis institucional que terminaría definitivamente con el ensayo frondicista.
 
Ya con anterioridad, otros episodios ligados a la posición internacional de la República Argentina en el contexto hemisférico, como el tratamiento a la cuestión cubana luego del triunfo de la revolución liderada por el comandante Fidel Castro y la fugaz visita de nuestro compatriota y ministro revolucionario de la isla Ernesto Guevara “El Che” que fue recibido por el presidente radical intransigente en la residencia presidencial de Olivos, habían profundizado el quiebre de la relación de éste con las FFAA que recelaban de las verdaderas intenciones de aquél que había llegado al sillón de Rivadavia merced a un oscuro pacto  con el exiliado Perón (El Tirano Prófugo, en la jerga militar de la época) que había transferido centenares de miles de votos. Basta con repasar publicaciones de entonces (la Argentina era pródiga en revistas, periódicos y publicaciones de todo tipo) para calibrar el clima político y cultural que daban contexto a la etapa en que Frondizi presidió los destinos del país. No se puede tampoco perder de vista el marco de referencia internacional, el apogeo de la Guerra Fría, el temor al “peligro rojo” y su expansión a través de la modalidad insurreccional que ganaba terreno en los países del llamado Tercer Mundo.


 
A ese “clima de época” deberíamos sumar también algo de lo que poco se dice, me refiero al extraordinario y altísimo grado de producción cultural, intelectual y científica de aquella Argentina, donde las ideas de izquierda, que hoy llamaríamos progresistas, despertaban recelo y levantaban un muro o cavaban una grieta en nuestra sociedad siempre propensa a la simplificación maniqueísta y la tentación de dividir entre buenos y malos, réprobos y elegidos.


 
Los breves años de Frondizi en el gobierno, suelen ser pasados tratados con ligereza por la historiografía general contemporánea, salvo algún que otro somero repaso del apoyo electoral peronista que le facilitó el acceso a la presidencia,  los treinta y tantos planteos militares que debió soportar y no mucho más. Actualmente se nota un mayor esfuerzo por parte de los cronistas de la época , a través de documentos, testimonios y fuentes, por reconstruir aquel tiempo, sus personajes y sus circunstancias, tan particulares y no menos polémicos que otros períodos de nuestra historia que cuentan con mayor profusión de estudios y análisis.


 
Finalmente, la personalidad del protagonista central del período. El presidente Arturo Frondizi, nacido en 1908 en la provincia de Corrientes, brillante abogado de profesión y destacadísimo militante y dirigente político de la UCR, formado en los claustros de la Universidad reformista fue además influído profundamente por el ideario y la acción de gobierno de Hipólito Yrigoyen (Hasta sus últimos días de vida, Frondizi tendrá en su escritorio un retrato del líder radical). Poseedor de un notable cursus honorum que lo llevó a ser diputado nacional, vicepresidente del bloque, presidente del Comité Nacional de ese partido y luego de la división partidaria  de 1956 candidato presidencial de la UCR. Lo cierto es que más allá e independientemente de lo señalado, Frondizi llegó al cargo al que siempre había aspirado  y para lo cual trabajó toda su vida en las condiciones posibles que tal vez no eran las que hubiera preferido. Pero siguiendo aquello de Mitre de tomar al país como Dios y los hombres lo han hecho, para con la ayuda de Dios y de los hombres dejarlo lo mejor posible, hizo lo que podía con lo que tenía. Había en él una convicción íntima profunda en sus propias capacidades y en sus ideas y su visión y proyecto de país del que poco y nada se habla. Allí también radica tal vez el nervio de la tragedia. Tan convencido estaba Frondizi de su misión y su proyecto, que para asegurar su continuidad en el poder (que creía o sentía única garantía del éxito del mismo) fue dejando de lado su propia historia y muchas de sus convicciones.Su personalidad, difícil, con aristas polémicas, tampoco le fue favorable. Su historia de soledad, una auténtica parábola, también es reflejo de su personalidad política.

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