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Que no sea una nueva “casta”

Javier Milei, el “no político”, ganó las elecciones, pero a medida que llegó a cumplir su cometido, fue incorporando rasgos con típicas costumbres políticas.

21/11/2023 10:25
Javier Milei
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Por Lacho Meilán

El claro triunfo de Javier Milei en el balotaje demostró que la gente le dio su apoyo a una persona que no viene de la política. Puede decirse que ganó la “no política”. Al menos eso es lo que muchos argentinos pedían para el país. 

La gente votó en contra de aquella “casta chorra e inmunda” a la cual, el nuevo presidente electo acusó de que, durante décadas, nunca solucionó los problemas económicos del país.

Votó a quien, el domingo anterior había perdido un debate presidencial ante un profesional de la política, como Sergio Massa.

Y también votó a quien prometió, de manera simple y firme, que derrotaría a la inflación con la dolarización.

Pero además, en su carrera hacia la Casa Rosada, adonde llegará el próximo 10 de diciembre, Milei dijo otras cosas, en nombre de su consigna: la libertad.

Dijo claramente que la Educación necesitaba vouchers; dijo que al Conicet había que cerrarlo. Argumentó que la venta de órganos “es un mercado más”. Protagonizó grotescas dramatizaciones en TV apaleando “piñatas” con forma de Banco Central. Aseguró estar “a favor de la libre portación de armas”.

Es decir, se comportó verdaderamente como un “no político” y se convirtió en un atractivo personaje con el que mucha gente coincidió.

Sin embargo, a medida que su figura “política” y su cantidad de votos, fueron creciendo, las frases que había dicho con increíble contundencia perdían elocuencia y lo que de algún modo reflejaba lo que la gente quería, se apaciguaba.

Mientras más se acercaba al sillón de Rivadavia, se mostraba menos agresivo, más conciliador, más políticamente correcto. Algo que en la jerga política, precisamente, le llaman “Teorema de Baglini”.

Lo hizo al punto de reconocer frente al propio Sergio Massa (en el debate entre ambos), que no iba a quitar subsidios; que los planes no se cortarían. En su último spot de campaña se esmeró en decir que no privatizará la Salud ni la Educación, que no reformará el Incucai; no privatizará el fútbol y, llamativamente, que no permitirá la portación irrestricta de armas, entre otros frenos.

En lo estrictamente político, el presidente “anti casta” supo maltratar con vehemencia a la ex candidata Patricia Bullrich, a quien, además de haberla indicado como parte de la “casta”, la llamó “montonera asesina”.

Pero luego del 22 de octubre, cuando se posicionó para la gran final con Massa, no dudó en abrazarla y hasta compartir con ella el multitudinario cierre de campaña en Córdoba.

El domingo a la noche, tras ganar el balotaje, y en clara similitud con la propuesta de Massa de hacer un “Gobierno de Unidad”, Milei ablandó aún más su discurso, y convocó a todos los que quieran sumarse a su gestión.

“Más allá de los disensos” dijo, en clarísimo tono conciliador, para abrirle sus brazos a quienes de un modo u otro, son la “casta” que él siempre cuestionó.

El deseo principal de cada argentino es, indudablemente, que Milei, desde lo económico, sepa frenar la inflación.

Ojalá sea un buen líder y sepa comandar el timón de este barco hoy sin rumbo, en el medio de las peores tormentas.

Y ojalá que no tenga contradicciones políticas. Sobre todo, que no se transforme en una nueva “casta” política. 

Argentina ya no admite más fracasos.

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