Por Diego Barovero
En las horas siguientes a su elección como primer mandatario, Javier Milei hizo declaraciones que pasaron tanto por su discurso de la victoria hasta reportajes periodísticos en los cuales expresó que su próxima gestión y en la etapa que se abría en la Argentina se inspiraría en "las ideas de Alberdi".
En algunas oportunidades se explayó señalando que esas ideas, ese proyecto, al haber sido abandonado por la sociedad y la dirigencia había iniciado un ciclo de un siglo de decadencia y empobrecimiento. Sin ingresar en el territorio de la polémica sobre esta afirmación de Milei, y a la luz de la determinación de la ciudadanía de otorgarle su confianza a través del sufragio de modo categóricamente mayoritario en la segunda vuelta electoral o balotaje del 19 de noviembre pasado, me pareció más útil tratar de esclarecer en torno a lo que el presidente electo señaló como ideas orientadoras de su inminente administración y del numen inspirador de las mismas.
Alberdi es un personaje histórico conocido pero poco divulgado en los últimos tiempos, pero es sin dudas una figura notable de nuestra historia tanto en el campo de las ideas como en el de las realizaciones y la construcción de nuestras instituciones.
La vida de Alberdi, nacido casi con la Patria misma, el 29 de agosto de 1810 en el seno de una familia de cuño liberal, muestra una personalidad que desde muy joven se manifestó ávida de conocimiento y de promover y difundir el que había alcanzado. Fue un intelectual auténtico, cuyos intereses no se circunscribieron a un solo campo sino que se ampliaron a muy diversas disciplinas: el derecho, la política, la filosofía, el periodismo, la literatura, la música.
En la mayoría de los casos todo ello relacionado con su profundo sentido de Patria, entelequia que era motivo de sus desvelos y sus mayores y más fructíferos esfuerzos. Fue integrante destacado de la Generación del '37, grupo de intelectuales que conformó una visión y una propuesta de la política nacional de entonces.
Su versación y talento en el campo jurídico se destacaron desde muy joven, no fue solamente intelectual desde la posición reflexiva y alejada de la realidad que lo circundaba, entendió siempre y así lo hizo a través de su vida que las ideas debían ir acompañadas de la acción política aún en el contexto adverso cuando debió partir al exilio. Su larga vida y trayectoria pública lo muestran como un académico y pensador convencido y comprometido con la causa que abraza y defiende con responsabilidad cívica.
Lo hace como publicista en su periplo americano y europeo dejando siempre testimonio de su idea de Nación en el terreno de la filosofía, el derecho, la historia y la política.
La batalla de Caseros (3 de febrero de 1852) supone el fin de la hegemonia de Rosas y la provincia de Buenos Aires sobre el resto de la Confederación Argentina y expuso una nueva forma de relacionamiento entre los estados provinciales y la idea de conformar y organizar jurídica y políticamente a la Nación. Alberdi desde Chile vuelca su esfuerzo a conformar un corpus de ideas y propuestas que estructuren ese nuevo Estado que sueña surgir desde su particularidad integrándose a la universalidad del concierto de naciones civilizadas del planeta.
Como aporte al proceso encabezado por el vencedor de Caseros escribe Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina y se lo envía a Urquiza diciendo del texto "En él no hay nada mío, sino el trabajo de expresar débilmente lo que pertenece al buen sentido general de esta época y a la experiencia de nuestro país. Deseo ver unidad la gloria de Vuestra Excelencia a la obra de la Constitución, pero para que ambos se apoyen mutuamente, es menester que la Constitución repose sobre bases poderosas".
Urquiza, otro gran olvidado de estos tiempos extraños que corren, puso todo su empeño en hacer realidad la obra alberdiana, y lo logró. Dice Germán Bidart Campos "Detrás del constituyente del '53 está Alberdi, detrás de Alberdi el proceso histórico multifacético que con sentido de equilibrio y realismo le permitió pensar la mejor organización posible para una realidad difícil".
Las posteriores vicisitudes vividas por la República que jalonaron varias décadas de enfrentamientos y guerras civiles lo fueron en torno a la definición del esquema de poder y el rol que desempeñarían Buenos Aires, las demás provincias y el Estado Nacional en el nuevo diseño.
Pero el marco general quedó definitivamente delineado. Una república federal que aseguraba un sistema de derechos y garantías individuales de tipo liberal propendientes al progreso y bienestar general. Sin embargo, los usos y costumbres de la época dejaron sin definir por un largo periodo la cuestión del origen y legitimidad de aquella República: la cuestión del voto, por entonces restringido a las élites.
La indeleble definición del maestro Natalio Botana sintetiza mejor nadie el modelo: "Libertad civil para todos, libertad política para pocos". Las ideas de Alberdi lograron su consagración institucional, jurídica y política, si bien fueron objeto también de polémica y debate, sobre todo con Sarmiento, otro exponente de aquella gloriosa generación de políticos pensadores o pensadores políticos, en los que convivía la claridad de ideas, la capacidad de exponerlas y difundirlas y la férrea determinación de conjugarlas con la praxis política.
Actualmente la escena política se llena de consignas y slogans, tácticas y movimientos de campañas, redes sociales, imágenes vacías de contenido, etc. La cuestión en torno a las ideas continúa siendo una asignatura pendiente en el debate público democrático.