Con la quita de los fueros a Janina Ortiz que la Cámara de Diputados votó esta semana, por unanimidad, empieza a definirse -en términos políticos- el escándalo más significativo de la última campaña electoral en Mendoza.
La ahora diputada desaforada, antes secretaria de Gobierno y mujer fuerte del gabinete de Daniel Orozco en la municipalidad de Las Heras es acusada de defraudación al Estado por la causa de las cooperativas truchas que -presuntamente- se utilizaban para obtener rédito político, prebendas laborales y manejo de caja; y en otro expediente donde se investigan coacciones en una trama de intriga partidaria, sexo y espionaje clase B.
Nunca se sabrá si el derrumbe de la gestión en Las Heras fue fruto de la desidia del matrimonio municipal o en todo caso, de cierta sensación de impunidad que parece sobrevolar en muchas de sus decisiones que ahora investiga la Justicia. Seguramente, los lasherinos así lo evaluaron pues no acompañaron mayoritariamente al delfín del matrimonio, aunque ahora también distanciado de ellos, Martín Bustos.
Sí puede asegurarse que la incorporación del orozquismo a las filas de La Unión Mendocina (LUM), detrás de la candidatura de Omar De Marchi no contribuyó para que el lujanino lograra su objetivo de ser gobernador. Incluso, hasta le habría quitado chances de una mejor perfomance electoral. Y eso, agudizó la crisis.
Tras conocerse el resultado de la votación legislativa del miércoles que a último momento Ortiz buscó atemperar en sus efectos al pedir ella misma su desafuero (ante la inminente decisión del cuerpo) se instaló una nueva polémica.
La sugerencia del presidente de la Cámara, el radical Andrés Lombardi para que sea la propia Unión Mendocina la que le pida a Ortiz la renuncia y terminar con esta saga, busca poner el dedo en la llaga opositora. Una herida expuesta, aunque disimulada.
Son conocidas las controversias y el malestar que entre los demarchistas ha generado el matrimonio Orozco-Ortiz con su rosario de polémicas, pero también la resistencia por haberle otorgado ese lugar de privilegio en las listas a la esposa del entonces candidato a vicegobernador.
Viejas facturas que parecen empezar a aflorar al momento de argumentar una postura difícilmente defendible y que todo indica que se agravará. La quita de fueros deja libre el camino a la imputación judicial y al desarrollo de un largo proceso que sólo generará más desgaste. Y con ello, la posibilidad de analizar hasta su futura suspensión.
Todo ello, frente al abrumador silencio sobre la situación del propio De Marchi y a la creciente inquietud de aquellos que en su nombre deben sostenerla políticamente en la Legislatura.
Por ahora no hay indicios que la presión interna aumente en la dirección que sugirió Lombardi, pero nadie puede asegurar que ello finalmente se produzca si todo se complica aún más en el plano judicial, incluso con otras causas.
Hasta ahora la dupla Orozco-Ortiz ha sido un costo demasiado alto en la obsesión de la construcción demarchista, que no reparó -primero- en romper con Cambia Mendoza y posteriormente, forzar la intervención del Pro en la Provincia. Todos pasos que a la distancia parecen hacer reflexionar hoy a quienes optaron por acompañarlo.
Para mayor problema, lo que parecía una fortaleza legislativa también se ha menguado en divisiones y monobloques, así como renuncias partidarias a la misma Unión Mendocina como las que expresó el Partido Libertario y otras fuerzas menores. Todos movimientos que expresan descontento y un continuo proceso de desintegración.
Seguramente, cuando se pensó en la incorporación de Orozco al armado de De Marchi fue con la intención de provocar un grave daño al entonces candidato Alfredo Cornejo y su estructura. Una circunstancia que con el paso del tiempo se tradujo en un poderoso bumerang de consecuencias todavía inimaginables.