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El vals de Javier y Cristina: una extraña pareja

La polémica entre Milei y Cristina: cada cual atiende su juego. El desorden libertario: cómo ocultar a Kitzca. Un ejército de asesores trabaja la candidatura de Abdala. El gobierno es aplaudido por magnates y fustigado en la calle. Bullrich se dedica a apalear jubilados.

Redacción
07/09/2024 22:48
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Por Roberto Follari, Especial para Jornada

¿A quién le conviene la disputa entre Cristina y Milei? A ellos dos, principalmente. Al presidente, en caída lenta pero permanente en las encuestas, le viene bien polarizar contra una figura que los medios y el poder judicial -en clara conjunción concertada- han conseguido satanizar para un sector importante de la sociedad. Pegarle al peronismo, y singularmente a Cristina, garpa. Más, cuando el único logro del gobierno es un porcentaje de inflación que hasta la madre de Lavagna ha puesto en duda.

  A Cristina, la discusión la pone en el centro de la escena en un momento que no es cualquiera. Se ubica en relación a la interna que ha de darse por la presidencia del PJ, y responde a la demanda de la militancia, angustiada por la falta de presencia y de liderazgo en la oposición.

  Cristina sigue siendo personaje central en el peronismo, pero es notorio que ya no todo el movimiento se reconoce en ella: también que no hay chance de despegar, para quien quiera confrontar al gobierno, sin aparecer como imagen de futuro más que de pasado. Es una tarea que hay que ver si la ex presidenta decide afrontar, a la vez que el desafío de conducir al conjunto del movimiento, que muestra aristas plurales y variopintas. Por supuesto, todo esto puede hacerlo la ex presidenta personalmente o por interpósitas personas: pero su reaparición esta semana deja claro que piensa intervenir. No es la única protagonista: por su parte Quintela ha mostrado intención de postularse a la presidencia del partido.

  La discusión ha estado lejos de resultar interesante por sus contenidos, al menos para la gran mayoría de la sociedad. Si la inflación es un fenómeno siempre ligado a la emisión (Milei) o producido por la economía bimonetaria (Cristina) es una pregunta enteléquica para la mayoría de la población. Discusión no sólo barroca en sus detalles, sino poco motivante por sí misma: hay sectores de la población desesperados. Gente que come recorriendo los tachos de basura, familias de clase media viendo a sus hijos irse del país para forjarse algún horizonte. Las discusiones de alta economía resultan bizantinas. También los largos textos escritos -como el de Cristina- que hoy leen menos que muy pocos, o las disertaciones ante panzudos empresarios que repitió Milei en la CABA y luego en Mendoza, que a los ciudadanos de a pie no le interesan para nada. Ha sido una estéril discusión.

  Porque, además, Milei no parece sólido en sus fundamentos conceptuales. No sólo se lo acusa de plagio en varios de sus escritos, sino que suele recitar jerigonzas incomprensibles que suenan más a Minguito Tinguitella que a algún razonamiento estricto. En términos de los neopositivistas, algunas de sus afirmaciones parece que no son ni verdaderas ni falsas, simplemente no tienen sentido. Cristina -en cambio- es sólida argumentativamente, formada en universidad con más prestigio, una oradora brillante. Pero sus conocimientos no incluyen a la economía como punto central: las jactancias de Milei con “le doy lecciones” fueron respondidas con “yo le enseño en el Instituto Patria”: hablando de economía, quizás iba mejor “le enseñamos”.

  Diálogo socialmente estéril. A Milei le sirvió para distraer del caos interno en LLA, y de su desventurado romance con Mauricio Macri. A Cristina, para primerear en torno al futuro próximo de la interna del peronismo. A los argentinos, para ver que la dirigencia -a diferencia de otros tiempos, tal el caso de Cristina- habla un lenguaje que no es el que se espera.

Escondiendo a Kiczka: distracciones de la tv

  El ruido con Alberto Fernández no dio para más: las encuestas muestran que la población cree que se usó para tapar cuestiones de mayor importancia colectiva. Algunos tratan de reflotarlo, sin mayor éxito.

  El gobierno nacional logró pasar airoso el caso extremo de la ex candidata a intendente de Maipú, que participó de un crimen con finalidad de robo: en el país -y hasta en la provincia- muy pocos se enteraron. Pero ya no pudo disimular la situación con Kiczka: por más que se camouflara, que se hablara acerca de “un político” sin decir de qué partido es, la grosería máxima de la situación se ha impuesto. Con Kiczka hubo que hablar del tema, aunque el color político del acusado de pedofilia trate de disimularse y ocluirse.

  Los extremos de la situación son enormes. No sólo el ex diputado provincial estuvo prófugo, sino que luego fue visitado en la cárcel por familiares y amigos como si fuera un líder popular detenido por razones de poder. Pero se habla -sobre los videos decomisados- de filmes donde hay niños practicando zoofilia, en prácticas aberrantes que superan la peor imaginación.

  El caso Loan sigue sin resolverse: es evidente que ha golpeado sobre la gobernación de la UCR, que tuvo aquella infortunada intervención para “dar por finalizado” el asunto. Al niño lo atropellaron y lo enterraron, según aquel relato inverosímil: de modo que punto y aparte. Fue una pretensión tan poco convincente que provocó inmediato rechazo, y la evidencia de que existen fuertes factores de poder ligados al tema. Ello hace imposible desbrozar la trama del delito, pues es obvio que hay complicidades en el plano policial, el político, el empresario y el judicial. Ante tamaña conjunción de obstáculos, no hay presencia televisiva que alcance para dar respaldo a la bronca social por la desaparición del niño.

  La apuesta de la tv nacional oficialista -obviamente mayoritaria, si bien más propensa a Macri que a Milei- es que el asunto Kiczka pase pronto, y no quede en la memoria colectiva. Y si queda, que sea un “policial”, no el caso de un político adscripto al gobierno de Milei. Que se vaya archivando como cuestión provincial y lejana, que no afecta diariamente el núcleo vital de quienes están en la capital del país, pero emiten para toda la Nación.

 

Abdala y el ejército de asesores

  Mostrando singular impunidad, el senador Abdala se despachó con que tiene más de 15 asesores -se habla de 20- pero que la mayoría no está trabajando con él en Capital, sino en la provincia de San Luis, de donde es oriundo. La explicación -realmente bochornosa- fue que él quiere ser gobernador de esa provincia, y que ellos colaboran con él en esa dirección.

  El senador que es tercero en la línea presidencial -luego de Milei y Villarruel- es este Sr., que cree que los asesores legislativos son una especie de propiedad privada que pueden servir a funciones que no son las relacionadas con el Congreso. Y que están ligadas a una pretensión tan personal como es la de que él pueda candidatearse para la gobernación.

  La candidez de la respuesta dada por Abdala a un periodista obviamente amigo como le es Viale, deja puesta la huella digital de quien no cree que deba dar cuenta de cosa alguna. Una muestra más de la rotunda improvisación que cruza toda la plana de funcionarios y legisladores de LLA, fruto de un verdadero rejunte apresurado anterior a las elecciones.

  Es lo que la población suele aplaudir: “no vienen de la política”. Se ve lo desastroso que esto resulta, aunque choque con la imaginería social. La antipolítica sale cara. Ya se lo vio con Arrieta, que fue a fotografiarse con los genocidas pero luego lanzó culpas para todos lados, aun dentro de la que era su propia fuerza política. O con Bonacci, de mejor capacitación, pero que parece haber actuado con una ingenuidad imperdonable.

  Ahora se sumaron los casos de Paoltroni el formoseño, echado lisa y llanamente del bloque de senadores. El expulsado ha logrado establecer un discurso loable sobre sí mismo: se va porque no tolera que se apoye al juez Lijo, porque ello no hace bien a la república y parecidos argumentos repetidos hasta el cansancio por Pagni y por otros (a los que jamás vimos, por ej., preocuparse por Stornelli o por Ercolini). Pero “lo van” porque responde a Villarruel, de modo que La Jefa (Karina), su hermano y el super-asesor Santiago Caputo, le han bajado el pulgar. Una más de la larga disputa del presidente y la vice.

  Ni hablar de la comedia de enredos protagonizada por Lemoine, de quien se deslizó que posee videos íntimos del presidente, y se encargó de lanzar a cuatro vientos que había sido muy cercana a él. Lo suyo descolocó al poder en su centro: cuando la imagen presidencial va cediendo, un video comprometedor podría ser letal. Parece que se llamó a la rubia hiperhablante a la Rosada, y se la sometió a claras incriminaciones por falta de prudencia. Es un atributo que no es fácil pedir en LLA, donde desde la jefatura se ha instalado el insulto como decir cotidiano. Pero parece que las charlas disciplinadoras produjeron efecto, y que la maquilladora presidencial ha decidido llamarse a un necesario silencio.

 

Demoliendo jubilados: los senderos de Bullrich

  La paliza policial a jubilados por segunda semana consecutiva, es realmente asombrosa e inadmisible. Personas mayores, en muchos casos con dolencias varias, son acusadas en la tv oficialista de…¡¡”ser violentos” contra los Robocops de Bullrich!! Estos personajes funambulescos, sacados de una tira de ciencia ficción, provistos de cascos, viseras, escudos, bastones, gases tóxicos, camiones hidrantes, camionetas celulares y cuanto se nos ocurra, serían “maltratados” por la violencia de estos viejitos malvados y perversos. Realmente, no puede creerse que se ataque con las diversas policías, más la Gendarmería y la Prefectura: sólo falta llamar efectivos uruguayos o brasileños. Una monumental disposición de recursos al servicio de la represión, porque estos ancianos no quieren resignarse a ganar $300.000 mensuales, mientras se destinan 100 mil millones al espionaje de la SIDE. El dicho presidencial de que los haberes de los jubilados “vuelan”, ignora que dos tercios de ellos ganan la mínima. Cierto que son dineros que “se vuelan” de la mano en un santiamén.

  Y el Ministerio de Seguridad no cumple ninguna función de seguridad. El delito sigue creciendo en toda la Argentina y el narcomenudeo hace su agosto en las grandes ciudades del país, mientras el Estado hace la vista gorda y el robo común aumenta sin parar. Cero en seguridad de parte del gobierno nacional: Bullrich no se ocupa de eso, ella está para la represión de la protesta social.

  Sí es preocupante la carta/bomba que se envió al presidente de la Sociedad Rural, que por suerte no dañó personas de gravedad. No es por esa vía que se resuelven conflictos. Por supuesto, no sabemos quién hizo el envío: se verá si avanza la investigación. Por ahora, resultó tan esperable como poco convincente la reacción de Woolf: según él, se trata de “terroristas”. Hay quienes quieren ver terroristas por todas partes, para justificar sus afanes represivos.

 

Lo confuso del ataque a la ciencia

  El presidente parece renuente a números trabajados con precisión: ahora nos dice con bombos y platillos que ha eliminado el impuesto País, porque lo ha llevado a 7 puntos, desde 17. ¡¡Pero fue su propio gobierno el que lo subió de 7 a 17!! Simplemente, lo está volviendo al sitio en que lo encontró. Aunque no precisamente, porque para los viajeros al exterior seguirá rigiendo en 17 puntos, más del doble de lo que era el mes de diciembre.

  El gobierno se ufana de la baja inflacionaria -esa que no ve la madre de Lavagna-, y del superávit fiscal. Todo lo demás va mal: baja producción, escaso consumo, aumento febril de la pobreza, de la indigencia, del desempleo y de la deuda externa. Una verdadera catástrofe social, como no se ha visto en décadas. Es peor que en 2001, sólo que ahora con el riego de planes sociales para evitar el incendio.

  El stablishment mira con desconfianza. El dólar baja, pero eso apunta a parar la inflación, no a mejorar la capacidad de compra. El poder adquisitivo sigue siendo muy limitado. Y la apuesta a dólares con el blanqueo, suena a un optimismo excesivo. ¿Cuánto podrán tributar esos dólares?

  Mientras, las universidades se han cansado de esperar, y siguen allí los paros, que llevarían a una gran movilización en setiembre. La semana que viene es la de los grandes gremios: la protesta social ha vuelto a estar en alza.

  Con las universidades se usó el consabido cuento de las irregularidades. Remite a que, como todos sabemos, la idea es liquidar el Estado. Por ello, cerrar reparticiones, echar trabajadores, desfinanciar proyectos. ¿Cómo hacerlo? Diciendo que hay irregularidades. De modo que antes de saber si las hay o no, si son muchas o pocas y si se las puede resolver, se sale a gritar a los cuatro vientos que hay irregularidades, que hay que auditar, etc. Se hizo con los comedores, con el INADI, y también con las universidades. Oh, qué mal están, no podemos financiar eso. El relato repetido, pobrísimo y elemental pero efectivo.

  Y para ello se dice que la ciencia nada vale. Que los científicos debieran ir a “competir”, como si las ecuaciones diferenciales o los usos domésticos en la Edad Media fueran interés del mercado. En eso, los discursos del peronismo -tantas veces en la voz de Cristina, o en la de Kiciloff- muestran respeto por el conocimiento, además de carreras universitarias solventes. En cambio, en la renovada parábola de la zorra y las uvas (“dime qué dices despreciar y te diré lo que no logras”), desde la máxima magistratura del país se pretende disvalorar el conocimiento. Pero no casualmente Argentina ha dado premios Nobel, científicos destacados, literatos memorables, artistas varios. No nos correrán con la vaina: el orgullo de una universidad a la vez masiva, gratuita y de calidad, es una marca nacional que nos envidian en casi todas las latitudes.

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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