Por Fabián Galdi
Del asombro y la perplejidad inicial, paso al intento de la reflexión aún con las pulsaciones a mil. No fue, es ni será sencillo dar una vuelta de página a un hecho atroz, que retrotrae la memoria a la etapa más oscura y nefasta vivida en la Argentina.
El atentado a la vicepresidenta estuvo a un paso de perpetrarse y la reacción en cadena repudiando este intento de magnicidio, al menos, trajo algo de cordura a días signados por el odio.
Casi cuatro décadas atrás, como todo veinteañero de la época, me fui nutriendo de los valores que significaba dejar atrás a la Dictadura para saludar la recuperación democrática.
Es en estos momentos cuando las imágenes del arma apuntando a la cabeza de Cristina Fernández Kirchner vuelven a provocarme angustia y dolor.
Se puede estar a favor, en contra o hasta tomar una postura equidistante, pero el rechazo a la violencia tiene que ser compacto y unificado, en defensa de las libertades públicas y en oposición a quienes, con dejos de nostalgia, añoran volver a etapas oscurantistas y retrógradas.
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