Tratando de que el Clásico español no pierda su liderazgo mundial y justo en el mismo fin de semana en el que se enfrentaron Manchester United y Manchester City, hoy la principal amenaza mundial como enfrentamiento global -ganaron los “Diablos Rojos 2-1 por la Premier League inglesa-, el Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona se jugarán este domingo (a las 16 de la Argentina) el primer título de la temporada, la Supercopa de España.
La Supercopa de España, ahora con formato de cuadrangular desde que el ex futbolista Gerard Piqué, con su empresa “Kosmos”, agregó dos equipos para darle más competitividad al torneo y al mismo tiempo, con tres partidos -dos semifinales y una final- más venta de derechos televisivos, se encuentra a mitad de camino entre los títulos de más prestigio (la Champions League, la Liga, la Copa del Rey) y un amistoso. No es ni una cosa ni la otra. Para el que la gana será comenzar el 2023 con el pie derecho. Para el que la pierde, acaso pueda significar solamente un tropezón, pero posiblemente traiga otras consecuencias menos esperables.
Lo sabe el Barcelona, que por una derrota en semifinales sin haber siquiera jugado mal ante el Atlético Madrid, en 2020 se quedó sin Ernesto Valverde, el último entrenador que consiguió varios títulos con regularidad, y lo peor es que en su lugar fue contratado Quique Setién, quien carga con la cruz de haber perdido 8-2 ante el Bayern Munich en aquella Champions del oprobio y de la pandemia, que obligó a jugar todos los partidos en forma rápida en Lisboa. El nuevo DT duró unos pocos meses, en tensas relaciones con los capitanes, especialmente con Lionel Messi, y aunque llegó Ronald Koeman, ya fue Xavi Hernández el buscado por la comisión directiva anterior, de Josep Maria Bartomeu, y el ahora director técnico azulgrana no quiso saber nada en aquel momento, cuando trabajaba en el Al Sadd de Qatar y recién aceptó un año más tarde, cuando ya el presidente era el actual, Joan Laporta.
Fue justamente Xavi el que insistió en las últimas horas sobre la importancia de ganar este título por un Barcelona flaco de conquistas desde la salida de Valverde (apenas una Copa del Rey en tres temporadas) y con muchísimas dudas acerca de si este plantel que supo conseguir vendiendo un importante porcentaje de sus activos (avalado por sus socios en asamblea) alcanza para aspirar a grandes cosas, luego de darse un durísimo golpe con la eliminación en la fase de grupos de la UEFA Champions League y tener que jugar desde febrero un torneo menor como la Europa League, donde, por si faltaba poco, tiene como rival al Manchester United en los dieciseisavos de final.
Si bien la figura de su goleador polaco Robert Lewandowski es indiscutible y ya ha demostrado su valor en la primera mitad de la temporada, no parece ser lo mismo con el resto de sus compañeros de ataque. Ni Raphinha ni mucho menos Ferrán Torres y tampoco por ahora el joven Ansu Fati han podido rendir a un nivel aceptable, y el neerlandés Memphis Depay podría recalar en un Atlético Madrid necesitado de un goleador con la salida del portugués Joao Félix al Chelsea en este mercado de invierno europeo.
Xavi sabe que no tiene garantías adelante y de poco le vale tener un futbolista estrella como Pedri, una de las grandes promesas de Europa, si arriba sólo cuenta con Lewandowski y el brillante pero intermitente francés Ousmane Dembélé como extremo derecho. Todo el resto, en función de ataque, es un inmenso signo de pregunta, sumado a que en el medio no es lo mismo cuando juega el venerado Sergio Busquets (que acaba de alcanzar los setescientos partidos de azulgrana) que cuando lo hace Frenkie De Jong, mucho más dinámico. Y por más que Gavi haga mucho ruido acompañando la medular, hoy por hoy se debe mucho más al carácter y al despliegue que a la creatividad.
Las dos mejores noticias para el Barcelona, durante lo que va de 2023, fueron el regreso del marcador central Ronald Araujo, que se perdió el Mundial por lesión, y el altísimo nivel de su arquero alemán Marc Ter Stegen, que tampoco pudo jugar en Qatar, relegado al banco -una vez más- por la presencia de Manuel Neuer, pero que en el equipo catalán es amo y señor de los tres palos y se lució en semifinales atajando dos penales ante el Betis en un partido que, otra vez, los azulgranas iban ganando pero no pudieron mantener el resultado en dos ocasiones.
Por el lado del Real Madrid, si bien es cierto que reina la tranquilidad por los títulos conseguidos recientemente (nada menos que Liga, Champions y Supercopa de Europa), se sabe que el club blanco no necesita mucho para generar una crisis a su alrededor. Bastaron dos o tres actuaciones mediocres, pero en especial la última derrota ante el Villarreal en “La Cerámica” para que ya la prensa de la capital española comience a mencionar la chance de que Carlo Ancelotti no siga siendo el entrenador cuando acabe su contrato, sumado a la especulación de una oferta para hacerse cargo de la selección brasileña.
Esa mediocridad en el juego ni siquiera pudo ser tapada por sus grandes figuras como Karim Benzema, Luka Modric o Toni Kroos, y ni siquiera Vinicius Junior fue, en estos días, el mismo que antes del Mundial. Hubo un evidente desgaste en Qatar del que la mayoría de sus jugadores aún no pudo salir y los blancos lo están pagando en rendimiento y en resultados. Y si la cosa no fue a peor es porque en el arco está el gigante belga Thibaut Courtois, uno de los mejores del mundo, capaz de capear cualquier temporal como en la otra semifinal, que sacó adelante contra un alzado Valencia, al que le sacó un remate imposible sobre la hora, y después atajó dos penales para poner al Real Madrid en la final y con la chance de ir por otro título más.
Y si faltaba algo para que la crisis pueda aumentar en el caso de una derrota, fue la conferencia de prensa previa a la final ofrecida por Benzema, que habló por primera vez desde su intempestiva y extraña salida de la selección francesa durante el Mundial y no aseguró que después del 30 de junio, cuando termine su contrato, siga vistiendo de blanco. ¿Acaso alguna oferta de algún equipo de Arabia Saudita, para acompañar a Cristiano Ronaldo o para jugar en contra de su ex compañero portugués?
Sin embargo, ante la pregunta acerca de quién se expone más de los dos, o, al revés, para cuál de ellos es más importante ganar la Supercopa de España, no hay dudas de que es el Barcelona, por su enorme necesidad de salir de la sequía y por el enorme sacrificio realizado como entidad (al punto de que al terminar esta temporada deberá mudarse de su estadio, el Camp Nou, para remodelarlo, hacia el Olímpico de Montjuic y todavía no se sabe si podrá contratar jugadores al estar en debate con la Liga sobre si cumple o no con el Fair Play Financiero).
Más allá de si la Supercopa de España se la lleva el Real Madrid o el Barcelona, y de las discusiones sobre si efectivamente el fútbol árabe ayuda a que la mujer adquiera los derechos que le corresponden (aparecieron cantidad de espacios comprados en los medios escritos españoles sobre los avances en este sentido), hay un ganador seguro, y no es otro que Piqué, quien se lleva un dineral como organizador, al darse cuenta de que era mucho mejor un cuadrangular con los dos primeros de la Liga anterior y los dos finalistas de la Copa del Rey, que un partido único que parecía molestar en el calendario.
Piqué no sólo fue noticia en estos días por sus idas y vueltas con Shakira sino porque su empresa “Kosmos” perdió la organización de la Copa Davis, pero el ex defensor del Barcelona y de la selección española no parece hacerse problema: inventó otra competencia, la “Kings League”, con otro formato de menos jugadores y reglas más cercanas a los divertimentos norteamericanos mientras consiguió como sponsor el reloj de la marca que su ex mujer cantante le endilga que usa en su canción-diatriba que recorrió el mundo.