Uno de los días del enero del año 1996 Tato Bores se mandó a cambiar. Como es costumbre en esta columna, no vamos a incurrir en el 27 años sin Tato. Se trata, como siempre escribimos, de 27 años más con Tato. Así sigue siendo nuestra cosa. Lo digo rápido: el hallazgo periodístico no es, en
absoluto, de quien escribe esta columna. El hallazgo es de alguien que se llamaba Mauricio Borensztein, alias Tato Bores. El viernes 15 de enero de 2010 en este diario escribí la columna tituladaTato prefería ser vicepresidente. Allí estaban las razones que Bores tenía para preferir ser vice y no presidente de esta patria idolatrada. Fue un anticipo de lo que pasó cuatro días después, el martes 19 de enero del 2010 después de Cristo, cuando Cristina Fernández suspendió nada menos que suviaje a China para no dejar a Julio Cobos de presidente. “Diez días es demasiado”, dijo, para dejar a cargo del Ejecutivo a alguien que, convertido en líder de la oposición, “no cumple el rol que le asigna la Constitución”. Agregó: “No se puede estar en la tribuna de Boca gritando los goles de River”. Para mejor comprensión del hallazgo anticipatorio de Tato, retomo párrafos de mi columna:“El día que los monólogos de Tato Bores pierdan vigencia, la Argentina habrá dejado de ser un conato de país y empezado a merecer esta democracia que nos cayó sobre la mollera con el sacrificio de demasiados pocos. Sí, porque esta democracia nos vino tras la desguerra de Malvinas, cuando los militares, con la complicidad de taaaaaantos civiles, se hartaron de fracasar, de violar la vida y de violar la muerte, quedándose con la yapa de afanar criaturas.“En otro aniversario de la muerte de Tato tenemos que admitir la dolorosa vigencia de sus monólogos, en esto que, después de la atroz dictadura y de la década del noventa, por casualidad, se sigue llamando“Argentina”. “Prefiero decir “equis años CON Tato” porque, por desgracia, sus vertiginosos monólogos son actualísimos. Corrupción, desmemoria, transfugada, doble discurso, nostalgia de la Mano dura, impunidad, traiciones, traiciones, traiciones siguen a la orden del día”.
Voy ahora al capítulo que le dediqué al entrañable Tato en mi libro“Caras, caritas y caretas”. Entre 1971 y 1993, le hice media docena de
reportajes a Mauricio Borensztein.Junio de 1971. Ya con el peluquín, en un rato empezará a grabar.
–Tato, ¿qué piensa del tiempo actual?
–Pienso que hace un frío de la puta madre.
–Le preguntaba por la situación del país.
–Demasiada pregunta para esta peluca. ¿Cómo te respondo? Yo estoy tan desorientado como cualquier tipo…¡Qué se yo por quién voy a votar! La rapidez de la gente al responder me hace tiritar los calzoncillos. Traté de entrarle por todos lados. Pero Bores no cayó en la tentación del opinólogo. Me dijo: “¿Qué querés que te diga? Trabajo en el hipódromo pero no te puedo dar ningún dato sobre el caballo ganador...”Junio de 1981. Está por grabar su entrega semanal de “Tato por ciento”. De entrada rezonga:
–¿Otro reportaje? Me estrujaron como a un limón. Encima soy un aburrido. En las reuniones me rodean esperando mis ocurrencias; y no me sale una.
Me miran como estafados. Y con ustedes los periodistas me pasa igual…Bueno che, dale. Te veo venir: me preguntarás sobre la situación actual.
–Adivinó.
–Te lo dije: yo no tengo miedo de opinar, tengo miedo de convertirme en otro imbécil más que, por el hecho de ser notorio, se cree que al público le
interesa su opinión. ¿Por qué carajo un tipo famoso tiene que andar diagnosticando? Decime: ¿acaso uno por tener un cacho de vidriera sabe
más que un colectivero? Dejémonos de joder y comamos los fideos, se enfrían. Noviembre de 1981. Me deja entrar a su casa. Por esos días le habían
puesto una bomba en el porche. Me dice: “Bueno, ya conociste a mis hijos y a Berta. Ningún misterio: una familia con hijos que se engripan, que hoy quieren seguir una carrera y mañana otra. Todos tienen ojos, orejas, manos, ¿ves? Nada interesante. Y lo que yo diga, menos. ¿Por qué perdemos el
tiempo?” En ese rato del 81 –atención, ¡hace más 40 años!– tuve este diálogo:
“–Pregunta de taxista: Tato, ¿le gustaría ser presidente?
–Te respondo afanando de mi libreto. No conviene ser Presi, sino Vice. Si las cosas marchan bien el Presi anda de viaje y el Vice disfruta de la vida,
ocupa el sillón, se fuma sus cigarros, le abre los cajones, le lee las cartas, le serrucha el piso… Y si las cosas andan mal al Presi lo rajan y el Vice se
queda de patrón. Entonces no, no me gustaría ser presidente. Mejor Vice.” (Madre mía, si Tato se asomara y viera lo que hoy sucede…)
Mi columna del viernes pasado terminaba con esta posdata: “Ya en el año 2010 imprescindible recordar lo que Tato reiteraba al final
de sus ácidos monólogos: “Ojo, esto es un desastre, pero tengamos cuidado de no volver a los años de las botas”. El hombrecito de frac y
flequillo merece eterno aplauso por haber tenido la lucidez de consolidar la democracia usando sus libertades con buena leche, criticando, pero
advirtiendo siempre que, “ojo: sin política y sin políticos no nos tenemos que quedar porque…”Si hoy observamos, más que el “ánimo”, las obscenas ganas destituyentes de una punta de tipos, entre ellos los opulentos sojeros de la Mesa de Enlace, notamos que la advertencia de Tato sigue muy vigente.
Posdata II. El poder anticipatorio de Bores es escalofriante. Tengo la sensación de que los temas de sus monólogos, son, a saber: la inflación, y
la inseguridad, y la inflación, y la inseguridad, y la inflación y la…Tal es nuestra reiterada cuestión: mientras los monólogos de Tato sigan teniendo plena vigencia eso será una pésima noticia; señal de que seguimos braceando en una ciénaga. Pero ojo, no dejemos de bracear. Tarde o
temprano nos llegará el momento de que haremos pie en tierra firme. Vale la pena apostar a la democracia. Tenía mucha razón Tato cuando nos decía,
y advertía: “Ojo: sin política y sin políticos no nos tenemos que quedar porque, si se van todos, nos vamos a la misma mierda”.
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