La situación económica de este país tras la asunción de Javier Milei en la Presidencia y el consecuente ajuste que ya está en marcha, deja a la mayoría de la población en una situación muy complicada.
El alto nivel de pobreza heredado de gestiones anteriores, puede subir aún más y avanzar sobre la tradicional clase media, con porcentajes inusitados de gente que no alcanza a cubrir los principales gastos de una canasta básica total.
Hoy los precios se han duplicado y hasta triplicado en apenas días, y es necesario buscar una solución que, si bien puede venir del Estado, difícilmente ocurra en el contexto político alcanzado tras las elecciones.
De hecho, el 57% de la población votó lo que planteaba el actual presidente. Que sea el propio mercado, en cualquiera de sus instancias, el que se autorregule. Que la oferta y la demanda terminen definiendo el precio adecuado. En definitiva, que en la economía doméstica sea la misma gente la que resuelva el problema.
Por eso, en las redes sociales ya se ven mensajes del estilo “hágalo Ud. mismo”, en donde se le pide a la ciudadanía que “no compre caro”, que “cambie de menú para que no le roben” o un contundente “si no tiene, no gaste”, porque “las fiestas pasan y las deudas quedan”.
Es cierto. En varios casos, esos mensajes contienen una carga ideológica en contra de algún sector político. Pero pueden ser una verdadera oportunidad para la población, que ya se expresó mayoritariamente a través del voto, pero que tal vez no tenga la costumbre de sentirse protagonista.
Es que en la Argentina durante muchas décadas, siempre se apeló a alguna mano salvadora, proveniente de la política misma -esa que tanto se critica- a través del Estado.
Ya se ha dicho. Es la primera vez que alguien gana una elección presidencial sin un discurso político habitual. Diciendo las verdades de manera cruda y a veces, hasta cruel.
Pero esa misma persona que ganó la elección, que hoy ya gobierna el país, es la que le dice y le insiste a la gente que debe hacerse cargo de sus actos. Que si sacó un crédito (al que nadie la obligó), debe pagarlo. Que si pretende consumir más, debe generarse su propia forma de ganar más y no esperar que el “papá Estado” lo acompañe.
La idea de gastar menos y no comprar de más, en un marco de inflación que tiende a convertirse en hiperinflación, es buena. Es también simple. Y si bien no siempre es fácil de lograr, es posible.
Sólo se trata de que la gente camine más; que demore unos segundos en elegir el producto; que decida no comprar uno carísimo y opte por otro de menor valor. O, si no es indispensable, directamente que no lo compre.
“Los precios ahora dependen de nosotros” dice otro de los mensajes que pululan en las redes.
Efectivamente, ahora todo depende de la población. No es fácil organizarse de manera multitudinaria y autoconvocada. Pero existen las redes. Esas mismas redes sociales que convencieron a millones de personas de votar a alguien en particular.
Entonces, puede que no haya organización pero sí hay comunicación. Entonces, es el momento de que la gente se active. De que demuestre que está a la altura de las circunstancias y que no sólo está para reclamar, sino también para ser parte.
No significa que dejará su habitual rol de controlador del Gobierno. Eso no debe desaparecer. Pero sí se trata de que la misma gente comprenda que, ante la escalada interminable de los precios, es el momento de actuar.