La espontaneidad de Pascual Tula, a sus 82 años de edad, rompió el protocolo del formalismo que marcaba el clima del auditorio en la gala FIFA, en París. En modo selecto, la concurrencia aguardaba la concreción de lo que se suponía entre quienes lo disfrutaban en la previa, pero también lo sufrían en silencio y en modo estoico. Sentarlo a Mbappé al lado de Leo implicaba una agonía lenta para el francés y la proeza de contenerse a sí mismo para el argentino. Uno de los dos iba a ser consagrado como el mejor. Y ya se sabía quién.
Por eso, las sonrisas cómplices en las filas del medio y sobre todo cuando las cámaras enfocaban a futbolistas argentinos en actividad y a exjugadores, porque el ganador del premio a la mejor afición ya había alborotado a la concurrencia con sus palabras frente al micrófono. Con total naturalidad, el “Tula” anticipó que el premio “The Best” al mejor futbolista masculino ya estaba en poder de Messi. ¿Rompió el encanto? No, aplicó la lógica. Le puso cuerdas vocales al corazón. El hincha -vestido como tal y con su bombo emblemático- de ninguna manera era un clarividente, sino un decidor sin filtros ni eufemismos.
Previamente, cierta impaciencia giraba en torno al “Dibu” Martínez. Un artículo en los estándares de comportamiento que marca la FIFA valora lo que ocurre dentro pero también fuera del campo de juego. El lenguaje gestual y los ademanes que fueron puestos en práctica por el guardameta argentino – sobre todo en los choques ante Países Bajos y Francia – habían dejado una huella que se agrandó cuando recibió el trofeo al mejor en su puesto tras la final en Qatar. Y ese interrogante se terminó de despejar cuando finalmente se premió a quien ofreció respuestas excepcionales en sendos partidos clave, sobre todo el de la extraordinaria reacción frente al atacante galo Kolo Muani en los segundos finales del juego decisivo.
Era previsible que Lionel Scaloni fuese galardonado como el mejor entrenador. Si bien se premiaba el ciclo que había comenzado en agosto de 2021 hasta diciembre de 2022, la Copa América y el Maracanazo estaban muy cerca de la fecha de inicio y a esto se le sumaba la Finalissima en Wembley. Con ese respaldo previo, la Copa del Mundo que se alzó en el Lusail Stadium ya era el punto final que necesitaba esa hazaña ya transformada en leyenda.
El cierre, con Leo incómodo al tener que hablar tras el premio consagratorio, porque el nerviosismo le estaba ganando el duelo consigo mismo, confirmó que estas cuatro conquistas con sello argentino simbolizaron un póquer de ases para la autoestima masiva en este lado del mundo.
Y nada de “Último Tango en París”, sino todo lo contrario. A este tangazo feroz lo cantan Gardel y Goyeneche en coro, mientras Víctor Hugo le hace un guiño a Diego para que ese barrilete cósmico también se sume a esta gala que nunca parece cerrarse.